VI (parte 1)

476 70 35
                                    

HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury


VI


Las noches de sábado eran las mejores para el negocio. Nunca faltaban jóvenes —y no tan jóvenes— dispuestos a probar nuevas experiencias o a repetir las ya conocidas y no había mejor momento que durante una noche de juerga. El alcohol, la música dance a todo trapo y las luces parpadeantes en la oscuridad de la discoteca hacían maravillas en un cerebro ya afectado por las drogas. Y las suyas eran las mejores.

El narcotráfico en El Reo estaba de capa caída. El ayuntamiento destinaba buena parte del presupuesto a la lucha contra la drogadicción y tenía éxito. Diez años atrás, la cosa le iba mucho mejor. Pero tampoco podía quejarse: la escasez de clientes se traducía en escasez de proveedores y eso concentraba mayor negocio en menos individuos. Y aún quedaban amantes de las emociones fuertes, necesitados de un momento de evasión o, ¿por qué no? Suicidas en potencia dispuestos a jugar con su propia vida. Poco le importaba a ella siempre que sus ventas pagaran las facturas. Nadie en la industria tabaquera sufría remordimientos por causar más de ciento cincuenta mil muertes anuales por cáncer de pulmón, ¿verdad? Pues ella tampoco los tenía por una o dos sobredosis a la semana.

Se apoyó en la pared de una calle desierta y, con un cigarrillo colgando de los labios, se sacó un fajo de billetes del bolsillo. Las ventas habían sido especialmente buenas esa noche. Sonrió para sus adentros mientras contaba dinero: un veinte por ciento sería para ella y con eso ya tenía para el mes. Y aún quedaba otra semana más: perfecto.

Los pasos resonaron en el silencio y se apresuró a guardar el dinero y meter la mano en el bolsillo donde escondía una navaja cerrada. En su profesión, más le valía andarse con mil ojos: otros camellos podían querer saldar sus deudas a costa del esfuerzo de aquellos que, como ella, habían hecho buen negocio.

—¿Te queda algo?

Suspiró de alivio y soltó la navaja. No descartaba que aquel tipo que se le acercaba, vestido con unos vaqueros y tan solo una camiseta negra a pesar del frío, fuese en realidad un madero. Pero tenía la suerte de haberse quedado sin existencias: si lo era, no tendría nada que pillarle.

—Sí, claro —disimuló.

Haciéndose la inocente, sacó el paquete de tabaco del mismo bolsillo donde llevaba la navaja.

El tipo, que al fin se había acercado a la luz, era alto y muy blanco de piel. La camiseta se ajustaba a un torso de músculos desarrollados y apenas hacía ruido con las botas al caminar. Tenía los ojos de un azul tan claro como el cielo de primera hora de la mañana.

—Sírvete, amigo.

El extraño cogió un cigarrillo sin apartarle la mirada. La tenía paralizada y no sabía por qué. Esos ojos le provocaban nervios y calma al mismo tiempo, como todos aquellos chavales que sabían el peligro que sus pastillas conllevaban pero las recibían con los brazos abiertos de todas formas. El hombre se inclinó para encenderse el pitillo con la punta del suyo. Y no dejaba de mirarla.

—Sabes que no me refiero a esto.

—Lo he vendido todo.

Algo le empujaba a decir la verdad. El magnetismo de ese hombre era tan potente que no podía moverse ni apartarle la mirada. No había nada sexual en todo aquello sino más bien... salvaje. Primario.

—¿Seguro?

Para ese momento, ya no podía pensar. La invasión descarada de su espacio personal por parte de un extraño le pareció aceptable y se dejó embaucar por la frialdad que emanaba de él. No había visto unos ojos así en su vida. Sus dedos enguantados le rozaron los labios al quitarle el cigarrillo y tirarlo al suelo.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Where stories live. Discover now