XVII (Parte 1)

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HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury


XVII (Parte 1)

Nadia observaba a su marido con los brazos cruzados y gesto suspicaz. Este, incapaz de mirarla a los ojos, se afanaba en conseguir abrir un bote de café con una sola mano.

—Es que no lo entiendo —comentó ella, y se lo arrebató—. ¿Cómo es que no estás de baja?

Una vez abierto, dejó el bote sobre la encimera con un golpe seco y Karl, sin alzar la vista, vació un par de cucharadas en su taza.

—Porque puedo trabajar. Lo mío es todo papeleo, tanto da si lo hago con una mano o con las dos.

—¡Por Dios bendito, Karl, que te la destrozaste en la puerta del ascensor! ¡Que fue un accidente laboral y tienes un seguro médico para estas cosas!

—¿Por qué te crees que ya la tengo así? —Karl levantó la mano herida. La tenía vendada por completo e inmovilizada gracias a una férula plástica—. Fui al seguro, me hicieron la cura, me inyectaron un analgésico y listo.

—¿Y qué pretenden, que con eso ya esté todo arreglado? Vas a rabiar de dolor cuando se te pase el efecto y entonces, ¿qué? ¿Irás a pincharte otra vez y ya? —Karl se encogió de hombros—. ¿Y si necesitas las dos manos para lo que sea?

—Pues pediré ayuda.

—Claro —replicó ella con sorna—. Te imagino: «Agente Fulano, venga conmigo al baño y bájeme los pantalones, que yo solo no puedo». «Detective Mengano, ¿me puede quitar la faja? Verá, es que ya me duelen las tetas».

—¡Joder, nena, otra vez con lo mismo!

—¡Sí, otra vez con lo mismo! Que te estás jodiendo la salud, Karl, que nadie te lo agradece.

—Ya, ya. —El tono de Karl estaba teñido de falso hastío. Él lo sabía, sabía que su esposa tenía razón, pero no podía hacer nada.

—¡Es que parece que no te importe lo más mínimo!

—¿Y qué le hago? No sé, dime, a ver... ¿Me niego a ir a trabajar? ¿No me presento mañana y ya está?

—¡Por supuesto!

—¡Y me despiden, Nadia!

—¡Bueno, pues que te despidan! Mira, es que ya estoy harta. Harta de que llegues cabreado a casa día sí y día también, de que pases más horas en la comisaría que aquí y de que no puedas faltar ni un puto día porque, según tú, eres imprescindible. ¡Nadie es imprescindible, nadie! Si te das de baja, te pondrán un sustituto y, como mucho, te encontrarás con un buen montón de papeleo al volver y puede que alguna que otra metida de pata, pero nada más. Cosas que podrás solucionar a su debido tiempo.

—No es tan sencillo.

—Ya; nunca es tan sencillo —replicó ella con sarcasmo mientras, en movimientos bruscos cargados de toda la frustración que sentía, se dedicaba a prepararse un sándwich.

En cuanto sacó el jamón de la nevera, dos maullidos diferentes se empezaron a escuchar desde el dormitorio. Unos segundos más tarde, Liam y Matt ya se encontraban allí y pedían un poco de eso que olía tan rico con tanta insistencia que parecía que nadie los alimentaba desde hacía días. En otras circunstancias y apiadada de ellos, a pesar de estar sus cuencos llenos de pienso, Nadia les habría desmenuzado una loncha y se la habría dado. Ahora, con el enfado que acarreaba, ni siquiera les prestó atención.

—¡Y no lo es! —insistió Karl—. ¿Te crees que no me jode tener que ir a trabajar así? —Alzó un poco la mano—. ¿Y que no sé lo que va a doler? Ya se empieza a pasar el efecto del analgésico y estoy viendo las estrellas. Pero es que no me dan la baja porque es imposible, porque estamos en mitad de un marrón tremendo y la culpa es, muy en parte, mía. Y ahora tengo que responder ante los jefes.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Where stories live. Discover now