IV

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HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury



IV

La paciencia era una virtud que no figuraba entre todas las cualidades de Niels. Para él, el tiempo era un recurso escaso que había que aprovechar y perderlo era un lujo que no se podía permitir. Por eso le gustaba tan poco hablar con su madre.

Helmi llevaba al extremo lo que se consideraba normal para cualquier madre de su época: preocupada en exceso y más entrometida de la cuenta, la mujer vivía con la absoluta certeza de que algún día sus dos hijos morirían de inanición o congelados por una brisa vespertina.

Niels no podía culparla. Su padre murió de repente una noche de invierno hacía ya doce años. Helmi y Finn estaban muy enamorados pero Finn necesitaba sus momentos de cuando en cuando, así que algunas noches, pocas, salía a tomarse unas cervezas. Una de aquellas noches, ya no volvió. Fue una especialmente fría en la que nevó fuerte durante varias horas; a Finn lo encontraron dos días después, congelado bajo un manto blanco. Y no podía negarse que Helmi no solo no superó la muerte de su esposo sino que también quedó algo tocada. Ebbe, su hijo mayor, lo comprendía a la perfección y la trataba con toda la paciencia que merecía pero no así Niels, que por lo general acababa con los nervios de punta a los diez minutos de conversación. Y ya llevaban más de treinta.

No se había puesto en contacto con ella desde la noche del ataque. Ni una llamada, ni un mensaje. Nada. Como era de esperar, lo primero que Helmi pensó fue que a su hijo le había ocurrido una desgracia y no iba muy desencaminada pero Niels se guardó mucho de confesárselo. Se excusó con que tenía la gripe y necesitó toda clase de argumentos para disuadirla de ir a su casa a cuidarle.

—Ya se pasa a veces el vecino de enfrente.

—Espera, ¿el de enfrente? ¿El imbécil ese?

—Bueno, en realidad no es tan imbécil...

—Niels, no tendrías que dejarle entrar a tu casa, seguro que va solo para meter las narices.

—No, de verdad, mamá... Bueno, no importa; de todos modos ya me encuentro mucho mejor.

—¿Seguro? ¿Pero has ido al médico?

—Que sí, deja de preocuparte.

—Ay, hijo, es que si no me preocupo yo... Es que estás muy solo, búscate novio para que tu madre se quede tranquila.

—Mamá, me tengo que ir, ¿vale?

—¿Seguro que no quieres...?

—No hace falta, de verdad. Un beso, mamá, adiós.

Lanzó un fuerte suspiro al cortar al fin la llamada. Si no lo hacía de ese modo, Helmi podía seguir y seguir durante horas. Y Niels no estaba como para aguantar su cantinela de siempre: no era cierto que hubiese ido al médico ni que se encontrara mejor. Pero las brumas de su memoria empezaban a disiparse e intuía que su problema no era algo que se pudiese arreglar con un par de ibuprofenos y reposo en cama.

Había transcurrido ya una semana y su estado, lejos de mejorar, empeoraba día a día.

Las horas de sol le sumían en un estado soñoliento y agotado con un mareo constante, como si sufriera de intensos vértigos. A veces, ni podía levantarse de la cama.

Luego, cuando llegaba la noche, recuperaba algo de fuerza y volvía a ser más o menos funcional pero no del todo. Continuaba débil y sucumbía ante una intensa sed que no se calmaba con agua ni con refrescos. Así dejaba que transcurriera el tiempo, sin cambios y sin verse aún capaz de entender la magnitud de todo cuanto le había sucedido.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Where stories live. Discover now