VIII (Parte 2)

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HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury


VIII (2ª parte)

No había terminado aún de resignarse cuando una tremenda explosión estremeció el aire. Olsen exhaló con fuerza por el sobresalto y alzó la vista justo a tiempo de ver al vampiro desplomarse a medio metro con un agujero en el pecho.

—¿Qué...?

—¡No te quedes ahí, amigo!

El eco de la voz resonó por los edificios que le rodeaban. Miró a un lado y a otro para localizar su procedencia hasta que, al fin, distinguió una silueta que se acercaba desde lejos. Fuera quien fuese, no estaba dispuesto a comprobar si suponía una amenaza, así que intentó ponerse en pie con la intención de salir de allí. Ya casi lo había logrado cuando algo le agarró el tobillo y Olsen observó con terror que se trataba de su atacante que, aún con el pecho horadado y sangrando a borbotones, era capaz de moverse.

—¡Apártate! —ordenó, de nuevo, la lejana silueta.

Olsen dio una patada y logró zafarse del agarre al tiempo que la otra persona corría hacia ellos. No se creía fuera de peligro en absoluto: el vampiro se arrastraba, obstinado, hacia él y la silueta se hacía cada vez más nítida y más cercana. No lograba dar dos pasos seguidos sin que las rodillas le volvieran a flaquear. Tenía un nudo en la garganta que le impedía respirar y el corazón le latía a toda velocidad. Se daba por muerto desde hacía ya rato y su cerebro se empeñaba en tomar dos decisiones al mismo tiempo: la de rendirse a lo inevitable y la de luchar por su vida. Esa especie de batalla interna le tenía paralizado por completo y ni siquiera la visión ya clara de quien estaba a punto de alcanzarle logró hacerle reaccionar.

Se trataba de una mujer alta y musculosa, más que él mismo, con el pelo recogido en una cola alta y atuendo ajustado pero cómodo. Colgado a la espalda, portaba un rifle de gran calibre y, entre las manos, una espada sujeta por la empuñadura. Olsen, convencido que de un momento al siguiente el filo de esa espada le atravesaría la carne, cerró con fuerza los ojos. Oyó, no obstante, un golpe y un crujido y, cuando volvió a mirar, se dio cuenta de lo sucedido: la mujer acababa de decapitar a su atacante.

—¿Quién...? ¿Qué...? —Balbuceó, incapaz de hilar una frase completa.

—Vamos, tenemos muy poco tiempo; échame una mano, amigo.

—¿Q-quién, yo?

—¿Quién, si no? ¡Venga!

De inmediato, la mujer enfundó su espada, una de aspecto medieval, en la guarda que llevaba al cinto y se agachó para levantar en vilo el cadáver decapitado, que cargó al hombro como si de un saco de cemento se tratase.

—Yo... no puedo...

Olsen intentó ponerse derecho, de nuevo sin éxito. Ahora que el miedo dejaba sitio al alivio de saberse vivo y —en teoría— fuera de peligro, la poca adrenalina que le había sostenido momentos atrás le abandonaba y sus fuerzas mermaban segundo a segundo.

—Lo que faltaba —bufó la mujer.

Sin tacto alguno, dejó caer al cadáver sobre la calzada y, acto seguido, rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y extrajo un pequeño recipiente plástico, cuya punta rasgó con los dedos. Contenía un líquido denso y oscuro.

—Bebételo.

—¿Qué? Ni hablar.

Olsen no era tan estúpido como para aceptar nada con semejante procedencia. El aspecto de aquel líquido era altamente sospechoso, de un intenso color rojo oscuro, y se lo proporcionaba sin explicación alguna una mujer que no solo no conocía, sino que acababa de asesinar delante de sus narices a una criatura sobrenatural y mortífera.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora