XI (Parte 2)

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HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury


XI (Parte 2)

No escatimó en detalles. Poco le importaba que Berdon, con quien no tenía la más mínima confianza, estuviera presente: les relató todo desde el principio, desde que Olsen se encontrara con él tirado en la calle la mañana después de su conversión, hasta el último episodio que compartieron juntos, en el que Olsen tuvo su vida en una mano y decidió no acabar con ella. Se frotó la garganta al relatar ese momento: aún podía notar la fría hoja de acero atravesándola. Las lágrimas se le agolparon en los ojos y a duras penas logró retenerlas. No podía describir con palabras la sensación que le invadió al despertarse bajo el ataque de la katana de Olsen. Al final, cuando les habló de la promesa que ambos se hicieron y cómo se separaron, estaba devastado.

Aquella vez fue la segunda que tuvo que contemplar a su amante casi sin vida por su causa. La primera fue sin querer: había perdido el control al beber sangre por primera vez y creyó sinceramente que le había matado. Por suerte, fue capaz de reaccionar a tiempo y llevarlo al hospital más próximo. Pero aquella tarde de hacía dos semanas no se limitó a beber hasta dejarle sin sentido. Fue el propio Olsen quien le instó a herirle una y otra vez hasta dejarle maltrecho y medio muerto. Luego tuvo que dejarle allí, marcharse con su sabor aún en el paladar y seguir adelante sin tener ni idea de si Olsen volvería a ver la luz del día.

En algún momento de su relato, Sigurd regresó al salón con un cuenco humeante entre las manos, su aspecto muy diferente al de antes. Se había retirado el maquillaje, llevaba unos pantalones de pijama y una camiseta vieja y Niels no pudo evitar apreciar que, a cara lavada y con esa ropa, era un hombre de aspecto más bien corriente. Fue el único que demostró sincera aflicción con su historia la cual, una vez contada, había dejado a Niels casi sin fuerzas.

—¿Y qué garantía tenemos de que todo lo que has dicho es cierto? —preguntó Berdon, que, como Viktor, volvía a estar sentado.

—Ninguna —replicó Niels sujetándose el pecho—. Tendréis que confiar en mí.

—Perdóname, Niels —dijo Viktor—, pero es que es normal que estemos recelosos. Esa gente, los cazadores... nos las hacen pasar canutas, ¿sabes?

—Oh, vamos, vida —le increpó Sigurd—. ¿No ves lo afectado que está?

—Tenemos que protegernos, Sig, compréndelo.

—Lo comprendo, pero no de él, estoy seguro. Yo te creo, Niels.

Este asintió a modo de agradecimiento y se tomó la libertad de echarse atrás en el respaldo del sofá y volver a cerrar los ojos. Estaba agotado.

—Aun así, ya veis lo que ha dicho —adujo Berdon, obstinado—. Sospechan de ti, Viktor. Sus intenciones podrían ser buenas, pero ese cazador podría haberle enviado aquí a cosa hecha.

—Que sospechan de mí ya lo sabíamos. No sé, Berdon, estoy... indeciso.

—Porque supongo que nuestra amistad no sirve de nada para que te decidas —comentó Niels sin cambiar de postura.

—Nuestra amistad es lo que ha hecho que sigas vivo. Te aseguro que todo esto también me duele a mí.

Niels habría lanzado una risa descreída de haber tenido ánimos. Quien sí lo hizo fue Berdon, que se levantó de la silla y les dio la espalda.

—Si por mí fuera, como mínimo le echaría de aquí de inmediato. Pero tú le has traído; es tu responsabilidad.

—Va, no te pongas así —protestó Sigurd.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora