Capítulo 2

2.8K 238 20
                                    

Alec se encontraba en la puerta del edificio en Brooklyn, estaba nervioso, no sabía si tocar el timbre en donde podía leerse Magnus Bane o solo irse

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Alec se encontraba en la puerta del edificio en Brooklyn, estaba nervioso, no sabía si tocar el timbre en donde podía leerse Magnus Bane o solo irse. Decir que estaba nervioso era poco, en realidad, estaba aterrado, pero a la vez sentía que ya había estado ahí, era un lugar familiar, se preguntaba por qué era eso así si nunca había venido a esta parte de la ciudad y, peor aún, no sabía cómo fue que aceptó el venir a la casa de un tipo que conoció solo por dos días, sin embargo, ahí se encontraba parado frente a la puerta de ese lugar. Ahí es cuando su mente voló a esa llamada que realizó hace tres días.

Flashback.


Silencio.


— ¿Alec? Mmm, ¡qué gusto escucharte! —Magnus no salía de su asombro.

—Pues sí... no... ¿No te interrumpo? —preguntó el ojiazul.

—No, no, para nada… —Magnus no sabía qué decir—. ¿Llegaste bien a tu casa?

—Sí —respondió Alec.

—Ya que llamaste… te... ¿Te parece si quedamos para conocernos? —inquirió el brujo.

Más silencio.

—Eh... Sí, sí, por qué no —contestó Alec.

Fin del Flashback.


Pues así era como había quedado con Magnus, tomó valor para presionar el timbre y por el intercomunicador se escuchó aquella voz, nuevamente.

—¿Quién osa a fastidiar al gran brujo de Brooklyn?

—Eh... —Alec sonaba más nervioso—. Yo... quiero decir, Alec.

Después de unos segundos la puerta se abrió, así que el pelinegro pasó por ella, subió las escaleras y al terminar de subir se topó con una puerta de madera muy bonita, con un tallado llamativo y en la pared se leía Residencia de Magnus Bane, así supo que estaba en el piso correcto, no fue necesario tocar la puerta, esta se abrió y de ella salió Magnus tan brillante como siempre. Alec se quedó anonadado pensando en lo hermoso que le parecía, poco después se dio cuenta que llevaba mirándolo mucho tiempo y desvió sus ojos hacia un lado.

— ¿Piensas pasar? O ¿te vas a quedar fuera? —le dijo Magnus.

—Eh… yo… —ni sabía que responder, por lo que Magnus, simplemente, lo sujetó del hombro y lo jaló hacia dentro.

—Muy bien, toma asiento —dijo el brujo.

—Gra... gracias—atinó a responder Alec, quien estaba más nervioso ahora, no sabía por qué Magnus lo ponía así de nervioso.

— ¿Quieres algo de tomar? —preguntó el brujo.

—Sí, agua, por favor, si no es molestia —contestó el ojiazul.

Magnus fue en dirección a la cocina para traer el vaso con agua, hubiera podido solo aparecer el vaso, pero como era un joven mundano no quería asustarlo, así que fingió ir a traerlo y en el pasillo lo hizo aparecer. Volvió con Alec, quien estaba de pie, viendo los cuadros de varios artistas que decoraban las paredes cuando el sonido de sus pasos le hizo dejar de mirar.

—Aquí tienes, Alec, tu vaso con agua —dijo dejando el vaso en la mesita de la sala.
Alec se volvió a sentar en el sillón de antes, tomó el vaso y bebió un sorbo.

—Gracias, Magnus —dijo mostrando una sonrisa que hizo estremecer a Magnus. El brujo no sabía por qué ese joven se parecía tanto a su cazador, estaba creyendo en las cosas que decían los mundanos sobre que, en el mundo, hay siete personas idénticas y pensaba que esa era la respuesta del por qué este Alec se parecía tanto a su Alec.

La mayor parte del tiempo estuvieron conversando acerca de cada uno, Magnus se había presentado como una especie de sanador y Alec, por su parte, contó su vida también. Al principio dudó en contarle a un desconocido su vida, pero se sentía en confianza con él. El tiempo pasaba entre historias de ambos, risas y más risas, hasta que el sonido del timbre interrumpió el momento.

—Espera un momento, no recuerdo haber citado a nadie —interrumpió el brujo.

Se dirigió a abrir la puerta y, tras ella, apareció una cara muy familiar, quien sin duda no tomaría bien que ese chico estuviera aquí.

—Catarina, querida —saludó Magnus—. ¿Qué haces por aquí a estas horas? —su tono era nervioso, Catarina de inmediato lo notó y con su brazo apartó a Magnus de la puerta, al pasar al centro de la sala se quedó estática observando al joven que estaba sentado, mirándola con sus mejillas sonrosadas.

— Magnus Bane, ¿me puedes explicar qué está pasando aquí? —lanzando una fuerte mirada al brujo.

Catarina se encontraba ahora sentada en el sillón, mirando el joven de ojos azules que se encontraba nervioso, lo hacía más que nada porque no dejaba de jugar con sus manos, cosa que hacía el otro Alec también, Magnus se encontraba sentado al lado de su amiga.

—Por favor, por lo que más quieras, no menciones al otro Alec —suplicó el brujo.

— ¿Qué no mencione al otro Alec? —Inquirió Catarina—. ¿Por qué dices eso?

—Es porque este joven también se llama Alec —fue toda la respuesta que Catarina necesitó para girar la mirada a su amigo con los ojos abiertos y después pasarla al chico que seguía jugando con sus manos.

—Magnus no me digas que... Magnus Bane, este chico no es tu Alec —dijo molesta—. Sé lo que estás pensando, así que no quieras engañarme.

—No sé de qué hablas, a este joven lo conocí en un restaurante mundano al que nos llevó Clary... Solo quiero conocerlo.

—Magnus… —Lo que Catarina fuera a decir, se vio interrumpida.

—Bueno… Veo que ustedes tienen mucho de qué hablar, así que me voy —dijo Alec poniéndose de pie, giró la mirada a Magnus—. ¿Te veo luego?

—Mejor no, niño —fue Catarina quien respondió esta vez—. No es que no quiera que Magnus tenga amigos, pero... pero tú no eres adecuado para serlo.

—¡Catarina!—grito Magnus. Las manos del brujo empezaron a sudar.

— ¿Por qué dice eso, señora? —indagó Alec mostrando molestia al escucharla.

Catarina chasqueó los dedos y en la mano de Alec apareció un cuadro, el ojiazul lo miró para luego mostrar su asombro. En esa foto estaban Magnus junto a alguien muy parecido a él, si no fuera porque el joven parecía estar tatuado, diría que era él quien aparecía en la foto. Alec le mostró la fotografía a Magnus.

— ¿Qué es esto?

—Ese de ahí, el que se parece a ti... era la pareja de Magnus —siguió hablando la bruja.

—Catarina… —amonestó Magnus.

— ¡¿Qué?! —gritó Alec.

—Déjame continuar —Catarina se acercó al joven—. Puedo sentir que tienes sentimientos nobles y que no sabías tu parecido con este otro chico, pero no puedo dejar que te engañes y te engañen… Magnus solo te ve como un remplazo.

— ¡CATARINA! Deja de decir... —Magnus fue interrumpido ahora por el perplejo pelinegro.

—Magnus, dime que no es cierto lo que dice esta mujer —casi que rogaba para que Magnus dijera que no, pero el brujo al verle, desvió su mirada—. Muy bien... Nunca, pero nunca —remarcó la palabra—, vuelvas a acercarte a mí o ir siquiera a mi trabajo —su tono de voz era alto, estaba gritándole al brujo, tiró el cuadro y solo pudo escucharse el sonido del vidrio rompiéndose—. Yo... lo siento… —se disculpó con su voz normal y salió del departamento.

—Catarina ¿Cómo pudis...? —la bruja volvió a interrumpirle.

— ¿Que cómo pude? Ay, Magnus, tú mismo no pudiste negar lo que dije —vio a su amigo recoger el cuadro y se acercó a él—. Sabes que hice lo correcto.

—Sí, lo sé, pero no era necesario ser tan ruda, pobre chico, se veía...

—Se veía interesado en ti —terminó Catarina por él—. Hay que ser ciego para no darse cuenta, es por eso que lo hice, tú solo estabas... interesado… porque se parecía a Alec.

Magnus no pudo contradecir nada y por esa misma respuesta, Catarina solo abrazó a su amigo.

A unas cuantas calles de Brooklyn, Alec estaba caminando secándose las lágrimas. Aún no podía creer lo sucedido: primero estaba teniendo una cita con el chico más guapo que había conocido y al momento esa cita había acabado mal, muy mal.

— ¿Cómo pueden ver personas así? —Se decía a sí mismo en voz baja.

Hasta que chocó con alguien.

—¡Ey, idiota, mira por dónde caminas! —dijo molesto.

— ¿Puedes verme? —dijo el otro.

—Hasta un ciego podría verte —respondió con una mueca en su cara.

— ¡Alec! ¡Alec! —decía el rubio abrazando al joven.

—¡Ey, suéltame!—Alec intentaba zafarse de aquel abrazo—. Yo no te conozco.

—Eres el mesero, ¿cierto?

—¡Ah! Ahora me acuerdo de ti... Estabas con el estúpido de Magnus Bane ese día en el restaurante.

—Sí, —Jace frunció el ceño—. ¿Llamaste estúpido a Magnus? ¿Por qué?

—Cosas sin importancia… Bueno... La cuestión es que deberías caminar con cuidado, sin chocar con las personas.

—No van a verme, de hecho, es raro que puedas hacerlo, porque estoy usando el glamour.

Alec se quedó pensativo por la respuesta del chico, no la comprendía, pero quería entender, también, por qué le miraba con cariño. Fue en ese momento cuando pudo unir los puntos, el rubio era amigo de Magnus, por lo que era seguro que también conociera a la pareja de este y estaba comparándolo con el otro, pensar en eso hizo que su sangre hirviera.

—Bueno, adiós —se despidió.

—Espera… ¿Te puedo acompañar? —preguntó Jace.

—No, gracias, quiero estar solo —Dio la vuelta y siguió su camino.

—Espera… es de noche y es peli... —Jace no pudo terminar su oración cuando vio al chico volar por los aires—. ¡Alexander, no! —pudo ver al joven caer bruscamente a los suelos, dirigió su mirada al frente observando al demonio que había atacado a Alec, Jace sacó su espada serafín y se lanzó al ataque. El demonio daba pelea, no era tan fácil herirlo.

—Este demonio sí que es fuerte —Se quejaba Jace—. Si tan solo tuviera a mi parabatai… —intentaba descubrir si de verdad este chico era el Alec que solía ser su mejor amigo, de cuando en cuando daba una breve mirada al chico quien se ponía de pie. El demonio aprovechó el pequeño descuido y lo lanzó por los aires, cayendo al suelo y golpeándose la cabeza, quedó un poco aturdido por el golpe y entre eso vio que el demonio se dirigía a Alec.

— ¡Cuidado, Alec! —dijo, pero el ojiazul había tomado la espada que había salido volando y atravesó al demonio, quien se desvaneció, no sin antes de haberlo herido.

Jace se puso de pie, corrió hacia el muchacho y vio que estaba herido, pensó ponerle una runa de curación, pero se dijo que era un mundano y no resistiría; así que lo tomó y lo llevó al instituto antes que el veneno del demonio lo matara.

—Resiste, amigo —dijo—. Ya estamos cerca.

Llegó al instituto y vio a Izzy, quien estaba con Simón.

— Ayúdenme, por favor —decía desesperado.

— ¿Qué pasó, Jace? — Preguntó Izzy, pero después solo gritó al ver al muchacho—. ¡Alec!

—No, Izzy, este no es Alec —respondió el rubio—, es el mesero del otro día, larga historia ayúdame a curarlo.

—Si llamamos a Magnus, creo que sería lo mejor —dijo Simón—.  Hola ¿Magnus? Por favor, te necesitamos es urgente.

—Sí, Sheldon —contestó el brujo.

—Por favor, Magnus, es urgente de verdad, es... es Alec... —dijo el cazador. Solo con decir esto último, vio un portal aparecer justo al frente de ellos.

—Muy bien, ya estoy aquí —dijo el brujo—. Pero ¿qué pasó? Además, este no es Alec, es su clon y ¿cómo terminó herido por un demonio? —Magnus no podía evitar la lluvia de preguntas que se aglomeraban en su mente.

—Larga historia, brillitos —fue toda la respuesta de Jace—. Ahora, solo cúralo.

Lo último que vio Alec fueron unos ojos de gato que lo miraban, chispas azules y después todo se volvió negro.




ENTRE DOS MUNDOS Where stories live. Discover now