Capítulo 15

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Asmodeos se hallaba sentado en su trono, el príncipe demonio esperaba con ansias las noticias del instituto de New York. Cuando las nuevas novedades se llegaron a su oído, sobre lo ocurrido con el novio de su hijo, no contuvo su alegría. Hasta se imaginó el rostro de tristeza de los Lightwood y de su maleducado hijo; como el consideraba a Magnus.

Saber del dolor ajeno le hacía querer bailar de felicidad, pero muy dentro de él le enojaba no ser el causante del sufrimiento de esos cazadores; es por ello que pensaba atacarlos y de una buena vez cobrar su venganza de la vez anterior en Edom

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Saber del dolor ajeno le hacía querer bailar de felicidad, pero muy dentro de él le enojaba no ser el causante del sufrimiento de esos cazadores; es por ello que pensaba atacarlos y de una buena vez cobrar su venganza de la vez anterior en Edom. Aunque si lo pensaba bien, no le fue tan mal, ya que se quedó con los recuerdos del diurno y su inmortalidad; pero lo que más le ardía al príncipe de Edom era el hecho que su hijo estuviera peleará en su contra.

Ahora debía sumar el hecho que su sirviente más leal, se haya encariñado con el cazador de mirada azul, ¿qué tenía los shadowhunters que ponían a todos de su lado? Se preguntaba el demonio. Para él solo eran escorias que no merecian vivir y que llevaban la sangre del que una vez llamó hermano, antes de ser lanzado a este hueco frío.

—Debí matarlo cuando lo encontré —murmuró.

—¿Señor?

Asmodeos cayó en cuenta que no estaba solo.

—¿Qué haces aquí? —dijo furioso el demonio—, quiero estar sólo.

—Lo sé, mi señor. Sin embargo, tengo otras noticias que darle.

—Espero que sean importantes.

—Lo son, mi señor. Por buena mano se que las protecciones del instituto han sido reforzadas, los cazadores están en alerta máxima.

—Que esperas para lanzar la distracción.

—Eso mismo pensaba yo, pero los shadowhunters están armados y solo mandaría a mis hermanos a una cruel muerte.

—No me importa —Asmodeos se puso de pie—, puedo crear nuevos demonios, necesito a los shadowhunters lejos del instituto, no deseo marchar mis manos más de lo necesario.

—Comprendo, señor.

La conversación quedo ahí, Asmodeos volvió a su trono, pero esta vez con su copa de vino.

—Disfruten de sus minutos de paz, cazadores. Hoy cobraré mi venganza.

*****

—¿Te sucede algo, Meg? —preguntó Magnus a la demonio que había permanecido callada un largo tiempo.

—No. —respondió—. Bueno, sí. ¿Estás seguro que se pondrá bien? Tenemos un rato aquí y no da señales de querer despertar.

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