Capítulo 10

1.5K 141 12
                                    

Todos los presentes en el salón estaban abrazados, todos menos Alec, él miraba perplejo a los cazadores, todos los presentes se dieron cuenta de que estaba asustado, desorientado, Magnus se acercó, pero lo que recibió de parte del cazador fue un empujón que lo tumbó al suelo, todos se quedaron sorprendidos, Izzy solo reprochó a su hermano.

—Alec, hermano ¿Qué te pasa? ¿Por qué empujas a Magnus? —preguntó sorprendida.

—Por... —tartamudeó Alec—. Yo no soy TU HERMANO —gritó finalmente, Jace se quedó perplejo al escuchar como estaba hablando el cazador, Alec nunca había gritado de esa manera a Izzy, la cazadora miraba a su hermano, estaba a punto de llorar, pero no lo hizo.

—Dis... dis… disculpa... no... fue... mi intención... yo... me tengo... que... ir —hablaba sujetando sus brazos temblando.

—¡Ay, Dios!, ¿Alec? —Dijo Clary, pero el chico no hacía caso—. No... no recuerda quien es —puso su cara de horror y se soltó a llorar en los brazos de Jace.

Mientras su novia le abrazaba, el rubio miraba a su hermano asustado mirando a todos lados, lo sentía, sentía a Alec, eso le puso feliz y a la vez triste, su parabatai lo necesitaba, así que alejó con suavidad a Clary y se dirigió a su hermano, pero recibió una fuerte mirada de parte de él y se detuvo, lo último que vieron de él fue su figura desapareciendo por los pasillos del instituto.


De todo lo sucedido había pasado ya una semana, lo habían buscado sin descanso.  Alec, mientras tanto, el primer día tuvo que dormir en la calle, al siguiente día alguien se le apareció, una mujer muy bonita que se le hacía familiar a Alec; aquella extraña mujer le llevó a un edificio, que también le hacía sentir familiar, pero no podía recordar.  La mujer miraba como el chico trataba de reconocer este lugar, se veía asustado, sus ojos ya no brillaban, solo mostraban tristeza y dolor.

—Tu nombre es Alexander Lightwood, eres un cazador de sombras, pasaste por mucho, un demonio hizo algo en tu cerebro —decía fríamente la mujer, el cazador solo la miraba confundido, ella prosiguió—. Tienes que recordar, mientras lo haces quédate aquí, ¿Escuchaste? —Levantó un poco la voz, el chico se asustó y ella le regaló una sonrisa—. Ten, esta es la dirección de tu trabajo —dijo estirando un papel, el chico lo tomó—. Necesitarás comer y el trabajo te dará eso, ahora debo irme —un portal apareció y segundos después la mujer desapareció en él.

Alec, más relajado, se echó en el mueble y se puso a pensar en lo insólito que era su vida, se preguntaba por qué no recordaba nada de él, tenía miedo, recordó a esos extraños que conoció, podría llegar sonar raro, pero sentía que los conocía de algún lugar y ahora está mujer, ¿quién en su sano juicio le entrega un departamento a otra persona?, al lado del mueble, en la mesita, pudo ver un cuadro con una foto, se quedó sorprendido al ver que era él y a su lado la misma mujer que le dejó aquí, ahora tenía más preguntas que respuestas, se sentó de golpe de nuevo, pero su cuerpo ya estaba pesado así que se volvió a recostar de nuevo.

—Yo soy... yo soy... ¿Quién soy? —sus ojos se cerraban, pero aun así recordó un par de ojos verde esmeralda, sonriente se puso en manos de Morfeo.

Una semana después, se encontraba en su trabajo, allí también se le hacía familiar desde el día que llegó, todo era nuevo y tan extraño, pero no era eso la única sensación que sentía, ya que también las personas de este lugar lo conocían, pero él no recordaba; lo único bueno para él era que ya podía acordarse de su nombre, bueno lo escuchaba tantas veces en aquel restaurante, Alexander o Alec como le llamaban, pero lo que era un misterio para él era tener otro apellido, uno que no le agradaba por alguna razón, O’Connor, pero, claramente, había escuchado de parte de la misteriosa mujer que él era Alexander Lightwood, para él era ya confuso no recordar nada y, ahora, tenía que lidiar con tener dos identidades y no sabía cuál era la verdadera.  Lo más extraño que le sucedió, fue que al despertar miró un par de ojos verdes esmeralda, observándolo, claro se asustó y al parecer habría hecho algún gesto, porque esa persona comenzó a reír.

—No te asustes, Alexander —para Alec esa voz era música en sus oídos—. No te haré nada malo, confía ¿quieres? —hablaba dulcemente el extraño.

— ¿Quién eres? —preguntó muy curioso de saber el nombre de aquel sujeto de ojos bonitos, sí, para Alec los ojos de ese sujeto era muy bonitos.

—Magnus... Magnus Bane —hizo una leve reverencia, que hizo reír al muchacho—. Hice el desayuno, ¿quieres acompañarme?

Alec frunció el ceño, ya era extraño tenerlo aquí y ahora quería desayunar, pero claro ya no era ajeno, ya que ni él mismo se sentía normal, así que asintió con la cabeza.

Se encontraban en el comedor sentados sin hablar, tomando sus cafés, que, para ser la primera vez que lo toma, sabía muy bien, pero se sentía mejor cuando sus ojos se encontraban con los del sujeto eso sí, se sentía muy bien, no sabía por qué, pero le encantaba y cuando le sonría no podía evitar sentir vergüenza, ya que apartaba la vista de aquellos ojos, todo iba genial, pero no todo terminaría bien.

—Alec —Magnus captó la atención del chico, suspiró—. ¿Te acuerdas de mí? —El ojiazul negó con la cabeza, eso puso triste al brujo—. Ok, está bien —trató de no alterarse Magnus—. Pero ¿recuerdas quién eres? —Alec volvió a negar.

—Pero... pero —Alec miró a Magnus y este hizo un gesto para que continuara hablando—. Sé que me llamo Alexander, solo eso —habló con tristeza.

—Me imagino que es difícil, para ti —Alec movía en forma afirmativa la cabeza—. Pero... —Magnus no sabía si continuar o no, tomó aire—. Eres un cazador de sombras, tienes una familia y eres mi novio —al escuchar lo último, Alec se quedó en shock, mientras que Magnus se tocaba la frente, sabía que había cometido un error al decirle eso de golpe.

— ¿Qué? Tú... tú ¿qué?... Novio —eso hizo que Alec se levantara bruscamente de la mesa y empezó a caminar en círculos—. Yo ni siquiera te conozco —gritó de repente—. Largo. Fuera de aquí —seguía gritando, Magnus no tuvo opción y tuvo que irse.

Alec se quedó parado en medio del comedor, viendo como el brujo desaparecía de la nada, sí que su mundo era raro, no le dio importancia y miró el reloj, sabía que tenía que irse; se duchó, cambió y salió del departamento; caminaba tranquilamente cuando sintió la misma sensación de hace un rato, alguien lo estaba siguiendo, así que se metió en un callejón.

—Sé que estás ahí… Sal ahora mismo —gritaba a la nada Alec, se sentía como un loco hablando a la nada.

—Guao tus instintos de cazador siguen intactos —decía una voz conocida en su espalda, Alec volteó del susto y no pudo evitar caer—. Pero sigues bajando tu guardia, eso sería mortal si fuera un demonio —Magnus recibió una mala mirada del cazador.

— ¿Por qué me sigues? ¿No te dije que te largaras? NO QUIERO VERTE —gritó Alec, eso puso triste a Magnus, así que, para no enojar al chico, desapareció y Alec prosiguió su camino.

El ojiazul estaba en su trabajo, su único escape de su cruda realidad, decía él mismo y, por alguna extraña razón, se sentía vacío como si le faltara algo o alguien; estaba botando la basura en la parte de afuera, cuando volvió a sentir de nuevo esa presencia, no pudo evitar sonreír.

—¿No te cansas?

—Hola, para ti también, Alec. —sonaba emocionado Magnus.

—Ya te he dicho que no te recuerdo —miraba con fastidio al brujo—. Y ¿cuántas veces te tengo que decir que no me busques? —esta vez sonó molesto.

—Y te he dicho que no dejaré de buscarte —dijo mirando fijamente al ojiazul.

—Por favor, vete de una buena vez —gritó y pasó de lado al brujo chocando sus hombros con él.

Y así terminó su día laboral, muy cansado decidió caminar hasta su casa, normalmente tomaba taxi, pero como mañana era su descanso, decidió caminar para despejar su mente. Todo había sido extraño esta semana, primero no recordar quién es, después esos sujetos extraños en aquel edificio y esa mujer misteriosa que le da un departamento y para rematar Magnus Bane, diciendo que eran novios, no es que no le agradara la idea ya que Magnus es hermoso, pero por una extraña razón no lo creía, tanto estaba metido en sus pensamientos que no miró a la mujer que estaba delante y chocó con ella, se quedó sorprendido al ver a la mujer a la que le había gritado en aquel lugar extraño cuando salió huyendo, pero más estupefacto quedó cuando la chica lo abrazó, él iba a alejarla, pero sintió que ella estaba llorando así que correspondió al abrazo.

—Solo no digas nada —le pidió la chica a Alec—. Solo quédate así.

Pasaron así unos minutos. Alec no sentía raro que la pelinegra lo abrazara, claro se sorprendió, pero era agradable, muy agradable, sintió un frío correr su espalda, quiso voltear, sin embargo, la chica lo tiró al suelo y más sorprendido quedó cuando vio que la pulsera de la chica se convertía en un látigo y de su pantalón sacaba una espada que brillaba. Izzy estaba peleando con un monstruo eso es lo que veía, pero al percatarse que pasaba un transeúnte quien solo lo miraba a él y no la pelea, se frotó los ojos para saber que no era una alucinación.

—Borracho —escuchó decir de aquel hombre, Alec solo lo ignoró.

Volvió su atención a la pelea que tenía justo frente, la chica tenía buenos movimientos, pero el monstruo no se quedaba atrás, parecía la victoria de la chica cuando esta enredó su látigo en el brazo del demonio y estaba a punto de clavar la espada, cuando el monstruo la golpeó en el estómago, la chica cayó de rodillas soltando la espada y su látigo volvió a ser lo que era antes, una pulsera, el monstruo logró arañar la espalda de la chica.

—¡¡No!! —gritó horrorizado el ojiazul.

No sabía por qué le dolía tanto, así que se puso de pie y cogió la espada que había caído cerca de él, en ese preciso momento imágenes de él peleando con monstruos se le vino a la cabeza, no supo en qué momento ya había clavado la espada en aquel ser tan horripilante y el demonio se hizo humo.

Se acercó a la chica, estaba inconsciente y herida quería ayudarla, pensó en un hospital, pero habrían demasiadas preguntas, recordó la antigua iglesia de la que había salido, cargó a la chica y corrió hacia aquella dirección.

—Por favor, por favor —repetía —No te mueras…

ENTRE DOS MUNDOS Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ