Capítulo 11

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—Por favor, resiste —rogaba Alec.

No supo cómo llegó al lugar, pero sí pudo sentir como esas dos figuras lo abrazaban con fuerza, ahí es donde perdió la conciencia.

Cuando llego al instituto lo primeroque hizo fue gritar por ayuda.

—¡¡Socorro!!

Al parecer no había nadie, pero de pronto unas figuras conocidas llegaron.

—¿Izzy?—Simón apareció en escena. Al ver a su amada en tal estado, grito—. ¡Amor! —. Pero ¿qué pasó? —se dirigió a Alec.

—No sé, fue como la otra vez, algo nos atacó, yo... yo… ¿Puedes ayudarla? —pedía llorando, no entendía por qué le dolía ver a la chica así.

—¡Oh, Dios!—exclamó Clary—. Izzy ¡No! —también sonaba preocupada.

—Rápido no hay tiempo que perder, a la enfermería —gritó Jace—. Y tú te quedas aquí —mando al ojiazul.

Alec se quedó de pie en el pasillo, se apoyó en la pared y se dejó caer, era muy extraño lo que sentía, por alguna razón su corazón dolía y mucho, su cabeza le estaba doliendo y varias imágenes se aparecieron en su mente.

El junto a la chica, jugando, riendo, llorando, no sabía a qué se debía, quería vomitar y así que agarró una maceta que estaba a un lado y botó todo lo que tenía dentro, el ruido fuerte de la puerta abrirse llamó su atención, pudo observar esas dos figuras que entraron corriendo, pero que pararon en seco al verlo, las caras de aquellos extraños, para Alec era de desconcierto, la primera en correr a su lado fue la mujer, de apariencia fría, dura, pero sus ojos muestran dolor..., eso fue lo que vio Alec en esa mujer, quien no dejaba de verlo, tocarlo como si pudiera desaparecer, el ojiazul sintió que ya había sido acariciado por esas manos, sentía calma pero también dolor, no sabía las razones, pero se dejó llevar por esas caricias, abrazó a la mujer y lloró sobre su hombro.

—Ya pasó, hijo, tu hermana es fuerte —esas palabras hicieron que Alec se alejara de la mujer.

— ¿Por…por qué me llama hijo? —preguntó Alec, Maryse se quedó sin palabras, ahí supo que su hijo mayor no la recordaba. Dejó de acariciarlo y lo ayudó a ponerse de pie.

Robert era conocido por no mostrar sentimientos, una persona fría, nadie dudaba que fuera un excelente cazador y tenía ideas muy buenas, pero una cosa es ser un cazador y otro ser padre, ese era el punto, sabía que no lo era. Esta vez tuvo que romper algo de su coraza, al ver que su esposa ayudaba a poner de pie a su hijo, sí sabía que era su hijo, no importaba si no tenía las runas, sentía que era su hijo mayor, ¿su orgullo? Alec alejó su vista de la mujer y dirigió sus ojos al señor que era algo parecido a él, vio al sujeto acercarse, el cazador se tensó un poco, le dio algo de miedo, pero no alejaba la mirada de ese hombre, Robert no pudo aguantar más y se lanzó sobre su hijo, lo abrazó y empezó a llorar.

—Perdón... perdóname, por favor —decía llorando Robert.

Alec, inmediatamente, al escuchar esas palabras, se le vino a su memoria como ese hombre le golpeaba, en su mente también vinieron recuerdos desde pequeño al lado de esa persona, no entendía la razón de esas imágenes que tenía dentro de su mente, pensó que se estaba volviendo loco. Los mayores se dieron cuenta de que pasaba algo.

—Alec —llamaron ambos padres.
—Hijo… hijo —gritó Maryse al ver a Alec desmayarse.


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En Brooklyn la situación era otra, el brujo se encontraba preparando un coctel, para según él le ayudara a pensar porque el ojiazul no recordaba a nadie de su familia y a él, en algunos momentos pensó que el amor que Alec le profesaba no era tan fuerte, pero al mismo tiempo se daba cuenta de que no podía pensar así, ya que habían pasado momentos muy fuertes para estar juntos, así que se dirigió a su mueble junto a al Presidente Miau quien al ver a su amo se acercó a él y se puso sobre sus piernas, Magnus con una mano daba caricias al gato y con la otra cogía su copa, en eso su timbre, dejando su copa en la mesa del centro, chasqueó sus dedos y la puerta se abrió, para dar paso a la mejor amiga de este, Catarina, la bruja azul, estaba preocupada por su amigo ya que desde su regreso hace una semana no descanso nada solo por ubicar al que ahora sabe fue Alec.

—Magnus, querido ¿cómo estás? —decía mientras tomaba asiento a lado del brujo.

—Bien Cata, yo… creo que me equivoqué, en estos días no pude evitar seguirlo y… —el brujo recargó su espalda al mueble.

—Debe ser difícil para ti, sabes he estado investigando, porque tu cazador no recuerda nada —Magnus tomó atención a su amiga y está siguió hablando—. Malac es un demonio mayor, eso lo sabemos, pero él no ha borrado sus memorias, solo ha puesto recuerdos falsos —Magnus presto más atención a Cat—. Al igual que hizo tu padre, ya que al final Alec si logró recordarte y no hiciste nada para devolverle sus recuerdos.

—Bueno, algo así, pero ese demonio, Meg ayudó en algo —dijo Magnus—. Pero sí, tienes razón yo no hice nada para ayudar a Alec —Catarina veía a su amigo más deprimido que antes—. Si tienes razón, quiere decir que solo él va a recuperar sus recuerdos.

—Sí, pero para eso debe pasar por situaciones duras —Magnus palideció al escuchar a su amiga. Y para seguir llamando a la mala suerte el teléfono del brujo sonó.

—Magnus. Ven, es urgente, es Izzy—hablaba desesperado Simón, el brujo solo miraba a su amiga que se puso en pie al notar la cara de susto que había puesto Magnus—. Magnus, Magnus —se escuchaba al otro lado de la línea.

—Sí, ahora voy, Sheldon —se cortó la llamada.

—Magnus ¿qué fue lo que pasó? —Pregunto la bruja—. No me digas que es...
—No es quien tú piensas —interrumpió el brujo, quien agarró su libro de hechizos y abrió un portal—. Es Izzy Esta herida, acompáñame, creo que necesitaré ayuda —la bruja camino hacia el portal y entraron juntos.

Instituto.


—Acabo de llamar a Magnus vendrá pronto —informó Simón, quien no se movía de lado de su esposa.

—Esperemos que brillitos llegue pronto —decía Jace, justo en el momento en que el portal se abrió y de él salieron los brujos.

— ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Magnus, rápidamente se acercó a su cuñada y empezó a envolverla con su magia azul.

—No sabemos qué pasó exactamente, solo lo que Alec nos dijo.

— ¿Qué? ¿Alec está aquí? —Magnus estaba sorprendido —. ¿Dónde está? —miraba por todos lados.

—Está aquí, pero lo dejamos en el pasillo —le contesto el rubio, pero pudo ver que el brujo está preocupado—. Dedícate a curar a Izzy y a su bebé, Alec está bien —el brujo se tranquilizó.

—Cata, necesito tu ayuda, son dos personas las que debo salvar —la bruja se acercó y también empezó a curar a Izzy.

Después de varios minutos lograron estabilizar a ambos, Magnus y Cata habían dicho que era cuestión de horas para que Izzy se recuperara y despertara, pero que ambos estaban estables; eso ayudó a que se tranquilizara Simón, que estaba muy nervioso y asustado por su esposa y su hijo.

Magnus estaba recuperando fuerzas cuando Maryse hace su ingreso en la habitación, fue directo donde su hija y miró a los brujos pidiendo explicación sobre su estado.

—Ambos están bien —informó Cata, viendo la cara de desconcierto de la mujer.

— ¿Qué? —preguntó incrédula Maryse.

—Disculpe, no le informamos —habló Simón—. Pero seremos padres —decía sonriente el cazador. Maryse se acercó al cazador y lo abrazó, después se volvió a dirigir a su hija.

—Casi me olvido, Magnus tienes que ir al cuarto de Alec —Magnus miró a la mujer esperando explicación de lo que decía—. Alec se puso mal y no despierta, por favor, ve a verlo.

Alarmado Magnus salió corriendo, seguido por Jace. Cuando llegaron a la habitación del ojiazul, pudieron ver a su costado a un Robert que parecía muerto en vida.

— ¿Cómo está Izzy? —pregunto mirando a Magnus.

—Ellos están bien —Robert no entendía por qué el brujo se refería en plural, eso Magnus lo notó y pudo dar la noticia—. Felicidades, va a ser abuelo —dijo sonriente el brujo, Robert quedó muy sorprendido por la noticia y se puso de pie.

—Yo... yo, debo ir con mi hija, ¿te puedo encargar a mi hijo? —preguntó, en lo que Magnus asintió con la cabeza, y Robert salió de la habitación.

Magnus se acercó a Alec.

—Uhmm te daré privacidad, brillitos —el rubio salió dejando a Magnus solo con su hermano.

—Pronto estarás bien, amor —le hablaba acariciando el rostro del cazador.

—Magnus, Magnus —llamaba Alec en susurros.

—Aquí estoy, amor, no te dejaré solo —el brujo empezó a envolverlo con su magia.

ENTRE DOS MUNDOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora