Capítulo 6

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—Hola, Alexander —saludó el pequeño Max

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—Hola, Alexander —saludó el pequeño Max.

—Max —dijo feliz el ojiazul.

— ¿Por qué estás vendado? ¿Te pasó algo? —dijo Max tocando a Alexander.

—Pues es una historia larga, Max —dijo revolviendo el cabello del chico—. Pero, para ser sincero, me atacó un monstruo. Max le miró, se dio un golpe en la frente.

—¡Ay, ay, Alec!, eso no fue un monstruo, fue un demonio —dijo el menor mirando al cazador.

—Eso es lo que dijo el teñido —al decir eso, Max se echó a reír, al verlo Alec se quedó mirándolo, era una sensación tan familiar y a la vez de nostalgia—. Pero, ¿sabes? Yo también lo ataqué, no sé cómo, pero lo hice —dijo el ojiazul muy feliz.

—Eso no es novedad herma... Alec —se corrigió Max—. Eres un gran cazador, solo tienes que recordar.

—Eso me dijiste la vez pasada, Max —Alec lo miró—. ¿Qué es lo que debo recordar? —preguntó.

—Tú mismo debes recordar Alec, pero te puedo ayudar diciendo —miró a su hermano con ojos suplicantes—. No te alejes de ellos.

— ¿Ellos? ¿Te refieres a los cazadores?

—Sí —contestó el pequeño—. Por favor, no te alejes de ellos —suplicó.

Alec miró fijamente al pequeño.

—Está bien —dijo tocando el hombro de Max—. Te prometo no alejarme de ellos.

Ante lo dicho, Max abrazó al cazador.

—Te prometo que todo saldrá bien, Alec —Max se alejó del cazador, quien se sintió triste ante eso.

—Es hora de irse, ¿no? —preguntó el ojiazul. Max asintió. Alec vio a Max alejarse saltando y perderse entre los árboles.


Abrió sus ojos y, al darse cuenta de que se encontraba en su casa, soltó un suspiro, Alec no entendía por qué al soñar con el pequeño Max se sentía tan bien, como si lo conociera de toda la vida, era tranquilizador, familiar, se encontraba sumergido en sus pensamientos hasta que unos golpes lo trajeron de nuevo a la realidad.

—Alec, ¿estás despierto? —preguntó Brenda.

—Sí, pasa, Brenda —contestó.

— ¿Te pasa algo? ¿Te sientes bien? —Alec la miró.

— ¿Por qué preguntas?

—Es que… tienes un semblante triste, ¿te sientes bien?

— ¿Solo venías a eso? —preguntó secamente Alec.

—Bueno… quería saber cómo te sentías y también quería decirte que tienes visita —dijo sonriente.

Alec, al escuchar que le visitaban, arqueó las cejas no tenía amigos que lo pudieran visitar, además, de quienes lo conocían, nadie sabía que estaba mal.

—Sabes… es muy guapo —dijo su hermana.

— ¿Guapo? —la pregunta salió sin más, pensó en Jace, no sabía por qué había pensado en el rubio, pero seguro era porque cuando estaba herido se ocupó de él.

— ¿Quieres que le haga pasar? —preguntó su hermana. Alec solo asintió.

Al ver a su hermana salir de la habitación, acomodó su postura ya que se encontraba acostado en la cama, al escuchar voces por el pasillo se tensó un poco, se puso más nervioso al ver la puerta abrirse y al ver aquellos ojos se puso más tenso.

—Mag... Mag... ¿Magnus?—logró decir después de algunos intentos.

—Hola, pastelito —con ese saludo, Alec se puso rojo de la vergüenza.

—Tú sí me encantas —dijo Brenda, al escuchar a su hermana, Alec la miró con furia.

— ¿No tienes algo que hacer, hermanita?

—Sí, sí, les daré privacidad —Brenda le guiñó el ojo, se acercó a su hermano, besó su mejilla y al pasar junto a Magnus solo le sonrió.

Al ver a su hermana irse, cerrando la puerta, Alec soltó un suspiro y dirigió su mirada al brujo.

— ¿Cómo sabes dónde vivo?

—Soy el gran brujo de Brooklyn… encontrar a alguien no es tan difícil.

—Lo supuse, utilizaste tus poderes… al menos sirve de algo ser un brujo.

Al escucharle, Magnus solo rodó los ojos, no se olvidaba que ese chico lo menospreciaba por ser eso, un "brujo".

—Oye... Lo siento… —Magnus miró al chico cuando habló—. No debí decir eso el otro día —dijo Alec agachando la cabeza.

—No te preocupes, no fue nada, además, estoy acostumbrado a recibir ese tipo de comentarios —respondió el brujo volteando la mirada.

— ¿A qué debo tu visita?

—Pues… quería saber como sigues… fue grave lo que te pasó —el brujo contestó acercándose a la cama del chico.

Al ver a Magnus acercándose, Alec se movió un poco, dejando un espacio para que se sentara, el brujo no dudó y se sentó en la cama junto al chico.

—Me encuentro mejor… la verdad, más que bien, sí, siento dolor, pero gracias a Max... —no pudo terminar.

— ¿Dijiste Max? —Magnus miró a Alec y este asintió—. ¿Cómo sabes de el? No deberías, tu... ¿dónde lo viste?

—Pues… aparece en mis sueños —Magnus tapó su propia boca con sus manos por el asombro—. ¿Qué pasa?

Magnus tenía los ojos llorosos, separó la distancia y acercó sus manos al rostro del chico, Alec se quedó mirando aquel gesto, cabe resaltar que estaba rojo de la vergüenza por aquel acto, jamás nadie que no fuera su hermana le había tocado así.

—Magnus… ¿Qué pasa? —Magnus lo abrazó, y así pudo sentir las lágrimas mojando su hombro—. ¿Qué pasa Magnus?

Magnus solo lloraba, no podía dejar de hacerlo, después de varios minutos se apartó de Alec y le miró, ambos se miraban, Magnus no pudo controlarse más y acabó con el espacio que los separaba, Alec no tuvo tiempo para reaccionar, los labios de Magnus se movían contra los suyos, pasaron unos segundos y, finalmente, devolvió el beso.
El beso terminó por falta de aire del chico, ambos respiraban con dificultad, se miraron con sus ojos se decían lo que no podían en palabras.

—No sabes cuánto te he extrañado Alexander —dijo el brujo acariciando el rostro del chico.

Alec recordó lo que le dijo Catarina aquella vez, suspiró y alejó las manos de Magnus de su rostro.

—No, Magnus, extrañas a tu Alec, yo... yo no soy él —dijo soltando las manos del brujo.

—No, no, no, eres tú, yo sé que eres tú —decía seguro.

—Magnus, por favor, no hagas esto más difícil... yo no soy ese Alec, yo soy Alexander O'Conner, una persona común, nada más…

—¡No!—gritó Magnus—. Eres tú, lo sé, lo siento aquí —decía señalando su pecho.

—Magnus, no me hagas perder la poca paciencia que tengo —el tono de su voz era enojado.

La casa comenzó a temblar, las cosas se movían y empezaron a caerse al suelo, Magnus, rápidamente, se puso de pie y empezó a sacar energía de sus manos, mientras tanto Alec trataba de ponerse de pie. De un pronto la habitación oscureció y se escuchó una voz conocida.

—Tanto tiempo tratando de alejarte de ellos y mira… ya sabía que eso ocurriría, pero... —fue interrumpida.

—Bre... Brenda, ¿eres tú?—dijo Alec, la luz volvió al cuarto para poder apreciar la figura de una bella mujer con el cabello rojo largo, vestida con de negro, un tono igual al de sus ojos.

—Meg —dijo Magnus.

—Hola, joven Magnus —dijo sonriendo—. Tanto tiempo sin verlo.

—Entonces mi padre tuvo que ver —afirmó el brujo.

—Mmm, no exactamente —respondió Meg—. Algo de culpa sí tiene, pero no toda.

— ¿Brenda? —dijo Alec, el demonio lo miró mostrando una sonrisa.

—No soy tu hermana, todo fue un teatro, uno que duró siete años —el rostro de Alec mostraba asombro y terror a la vez—. Para que entiendas, te lo mostraré.

Diciendo eso estiró sus manos y Alec empezó a temblar, Magnus no sabía qué hacer, solo se apuró en ir con el cazador, Alec seguía temblando, pasó unos minutos para cuando dejó de temblar y cayó desmayado.

—No se preocupe, joven Magnus, solo le mostré lo que pasó hace años… bueno… parece que se quedará dormido un buen tiempo, avisaré a mi amo, por lo tanto, es mejor que se queden aquí —diciendo eso desapareció.

Magnus intentó abrir un portal, pero sus poderes no funcionaban, fue entonces cuando supo que no podría salir de ese lugar y lo que más le asustaba era que Alec no reaccionaba, tocó el collar que colgaba de su cuello y se le ocurrió que podría utilizar eso para comunicarse.

—¿Catarina?¿puedes oírme?

En un cuarto de hospital Catarina Loss se encontraba limpiando las herramientas que iba a utilizar para hacer una curación cuando escuchó aquella voz.

—Catarina ¿puedes oírme?

—Magnus... Magnus Bane —dijo la azulada bruja.

—Sí, Catarina, amiga… no tengo mucho tiempo, necesito ayuda, quiero que llames a los hermanos de Alec.

—Magnus ¿de qué hablas? Si te urge, llámalos tú.

—Cata, en serio, esto es urgente, no tengo tiempo, solo llámalos por favor —suplicó el brujo.

—Pasa algo, ¿no es cierto?

—Sí, Cata, por favor, mi padre...
No tuvo que decir más, la bruja lo interrumpió.

—Hubieras comenzado por ahí… muy bien llamaré a esos cazadores.

—Gracias, Cata, casi se agota mi fuerza utiliza la pulsera que te regalé para rastrearme...

—Magnus... Magnus... —no recibió respuesta. Inmediatamente, dejó lo que estaba haciendo y salió con dirección al instituto.


En el instituto de New York los cazadores se encontraban entrenando, menos Izzy y Clary quienes se encontraban mirando a sus respectivos novios.

—Ay, chico rata, tienes mucho que aprender —dijo Jace.

— ¿Lo dice el chico que tiene miedo a los patos? —respondió Simón.

—Hey —dijo golpeando el hombro de Simón— No menciones a esas bestias sanguinarias.

Tanto Clary como Izzy empezaron a reír al ver a ambos pelear como niños, iban a intervenir cuando un portal apareció en medio de la sala de entrenamiento y de él salió la bruja de piel azul, Catarina.

— ¿Qué pasa, Cata? —preguntó Clary.

—Es Magnus... está en problemas, debemos ayudarlo.

— ¿Brillitos? —dijo Jace.

—Sí —contestó—. Me llamó y dijo que les avisara, parece que está con ese chico.

—¿Alec? —preguntó Izzy. La bruja asintió.

—. ¿Cómo es eso posible?

—No lo sé, ¿Van ayudar o seguirán haciendo preguntas?

Todos los cazadores se miraron y al unísono respondieron...

—Vamos a ayudar.


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