Capítulo 4

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En la puerta del cuarto donde se encontraba Alec, estaba parada una joven de diecinueve años, de cabellos castaños, ojos marrones de unos 1,73m, estaba cruzada de brazos mirando fijamente al joven acostado en esa cama

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En la puerta del cuarto donde se encontraba Alec, estaba parada una joven de diecinueve años, de cabellos castaños, ojos marrones de unos 1,73m, estaba cruzada de brazos mirando fijamente al joven acostado en esa cama.

—Y bien, Alexander, ¿tienes algo que decir? —dijo la chica acercándose a la cama.

Alec solo sonreía y miraba a todos lados como buscando ayuda, pero ninguno de los presentes decía nada, ni siquiera se movían de donde estaban, el ojiazul suspiró.

— ¿Hola? —su tono era dudoso.

— ¿Hola? ¡Hola! ¡En serio, Alexander! —Gritó la castaña—. ¿Te desapareces una noche entera, encima no avisas y cuando te dignas a llamar te encuentro herido? —le dio un golpe en la cabeza.

—¡Auchhh!—se quejó el ojiazul—. Estoy convaleciente, hermana, ¿no te enseñaron a tratar a un enfer...? —su hermana lo abrazó.

—Eres un tonto, Alec, no sabes lo preocupada que estaba por ti —expresaba mientras soltaba a su hermano—. Mira mis ojeras, me debes una, hermanito.

—Lo sé —el ojiazul miraba con ternura a su hermana—. Perdón —acariciaba su rostro.

Al ver eso, Izzy, que estaba en una esquina, se puso triste, porque recordaba como su hermano la miraba así.

—Ahora sí, Alec tienes que explicarme ¿Qué es este lugar? —Exigió la chica—. Primero, cuando me dijiste la dirección y el taxista me trajo aquí pensé que se equivocó —Alec la miró—. ¿Sí sabías que por fuera parece una iglesia abandonada?

— ¿Qué? Yo no sé... además a mí me trajeron inconsciente —dijo el ojiazul mirando a todos.

— ¿Quiénes son ellos? —Preguntó la castaña señalando a los cazadores—. La verdad, parecen raros.

— ¿A quién llamas raro, mundana? —dijo algo molesto Jace.

— ¡Hey! No le hables así a mi hermana, teñido —se volvió Alec hacia Jace, quien solo rodó los ojos.

—Disculpa a mi novio —dijo Clary mirando a la chica y a Alec—. Está un poco irritado, solo es eso… Más bien, les contaré lo que hacemos —cuando dijo eso todos la miraron—. ¿Qué? Deben tener una explicación —dijo finalmente ante eso todos los cazadores rodaron sus ojos.

Y así Clary fue contando a que se dedicaban, les explicó que ellos eran cazadores, su trabajo era matar demonios y que no solo había cazadores, sino también subterráneos dando explicaciones sobre los hombres lobo, vampiros y hadas. Mientras Clary contaba eso, Alec estaba maravillado de lo que escuchaba, de como un mundo que solo podía ver en sus sueños era verdad, todos en el cuarto miraban el rostro de Alec que brillaba, pues parecía un niño al que le habían comprado un juguete nuevo, Magnus no dejaba de ver el rostro del ojiazul, al parecer el chico se dio cuenta de ello y lo miraba de reojo mientras escuchaba atento.

—Y bien… eso es lo que hacemos —finalizó Clary.

—Había leído muchos libros acerca de hombres lobos, vampiros, demonios, pero nunca creí que existieran —Alec miró a Magnus—. ¿Tú qué eres Magnus?

—Pues… que bueno que preguntes —habló el moreno—. Soy el ser más poderoso de todos —Alec le miraba asombrado—. Soy un brujo —ante lo dicho, el ojiazul lo miró con decepción.

—Solo eso, ¿no tienes más habilidades? Pensé que eras algo más, fuerte.

—Algo... más… ¿Cómo qué? —Gritó el brujo haciendo una bola de energía—. Sabes, niñato, soy el GRAN BRUJO DE BROOKLYN, SOY EL BRUJO MÁS PODEROSO ENTRE TODOS LOS BRUJOS. Así que no vuelvas a referirte así de mí —mirando fijamente al pelinegro.

—Magnus, cálmate, no vayas a hacer una locura —Jace señaló las manos del brujo.
Al ver sus manos, Magnus las agitó y las bolas de energía desaparecieron, miró a su rededor y todos tenían su mirada fija en él.

—Yo… lo siento —el brujo hizo aparecer un portal, desapareciendo en él.

—Vaya… que escenita armó ese tal... Mmm ¿cómo se llamaba? —la castaña rompió el silencio.

—Magnus —dijo Izzy—. Y tú —apuntó al ojiazul—. No vuelvas a hablarle de esa forma, es un gran brujo, el mejor de todos y es familia —seguidamente, solo se fue.

—Hey, de verdad, lo siento mucho por todo lo ocurrido, pero no debiste hablarle así a Magnus —reclamó Jace—. Como dijo mi hermana, es familia —mirando fijamente a ojiazul—. Parece que ya estás mejor, no es nada en contra tuyo, pero es mejor que se vayan —Ya estaba camino a la puerta—. Ahora —dijo cerrando tras de sí.

Clary quería hablar, pero Simón solo negó, el cazador tomó a su parabatai y salieron del cuarto, Alec se quedó pensativo, con la vista fija por donde desapareció el brujo, hasta que Brenda le habló.

—Bueno… tal parece que no nos quieren aquí, así que… me dices, ¿nos vamos? —preguntó con una sonrisa.

Alec la miró y sonrió.

—Sí, vámonos y regresemos a nuestra mundana vida —ambos hermanos se miraron y rieron.

Al salir del instituto, Alec comprobó lo que dijo su hermana, no podía creer que estuvo en el interior de aquella iglesia, la cual por fuera parecía a punto de caer. Se subió al taxi con su hermana y se abrochó el cinturón, Brenda miró a su hermano como pidiendo permiso para partir y él, adivinando, asintió.

—Sí, vámonos —Brenda dio la dirección al taxista quien al escuchar esto arrancó en camino, la castaña se acomodó sus lentes negros, antes de que el auto se alejara de la "Iglesia", Alec dio un último vistazo—. Adiós, cazadores de sombras y adiós, Magnus Bane.


—Señor, como usted lo dijo, esos cazadores ya dieron con el chico —hablaba la castaña con alguien—. Disculpe no pude evitar ese encuentro.

—No te preocupes, ha pasado mucho tiempo —decía ese extraño tomando una copa de vino—. ¿Cómo viste a mi hijo?

—Pues el joven Magnus casi explota, el chico, mejor dicho, Alec fue algo grosero señor.

—Así que pelearon eso es lo que me quieres decir —dejando su copa en la mesa.

—Sí, señor Asmodeos —dijo la castaña.
—Te he dicho que mientras hables conmigo uses tu verdadera forma, sabes que odio a los humanos, no hagas que te mate —dijo el demonio.

Al escuchar esto, la chica cambió su apariencia, su cabello de castaño tomó el color rojizo largo hasta la cintura, sus ojos marrones se tornaron negros, su piel color canela, si de apariencia humana era hermosa de demonio era perfecta.

— ¿Así está bien mi señor?

—Perfecto hija mía —respondió el demonio— ¿Me recuerdas cuál es tu nombre?

—Meg, mi señor —respondió—. Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Me la estás haciendo ahora —dijo Asmodeos—. Está bien, dime ¿qué quieres saber?

— ¿Por qué tiene al muchacho lejos de su familia? ¿Es solo por su hijo?

—Esa no fue una pregunta, fueron dos y ¿para qué quieres saber? —Inquirió Asmodeos—. Sabes que no me gusta que sean entrometidos.

—Lo siento señor, pero no logro entender por qué tenemos al chico en nuestro poder, además usted no tuvo nada que ver en aquel ataque —añadió Meg—. Recuerde que lo encontramos en aquella visita...


Meg, ¿te puedes apurar? Sabes que odio llegar tarde —gritaba Asmodeos.

—Discúlpeme, señor Asmodeos, tuve un problema con mis zapatos —Meg se inclinó en reverencia.

Asmodeos y Meg estaban yendo a una reunión de los príncipes del infierno y estaban llegando algo tarde, por esa razón es que el demonio mayor estaba algo irritado con su sirviente. Cuando llegaron a dicha reunión, la mayoría de los invitados ya estaban presentes.

—Asmodeos, ¿llegando tarde a una reunión? Algo nunca visto de ti —dijo Azazel.

—Querido hermano, me conoces, me gusta hacerme esperar —respondió a su hermano.

—Oh, queridos hermanos, qué bueno verlos, no han cambiado nada —decía muy alegre Anael—. No saben, tuve una adquisición importante, ¿quieren conocerlo? ¡Hey esclavo, ven! —Apareció un bello joven caminando por el salón, todos los presentes tenían sus ojos en aquel joven—. ¿Qué les parece? ¿No es guapo? —el demonio tocaba el rostro del chico.

Al verlo, Asmodeos quedó sorprendido.

—Es un cazador de sombras, pero… si es el hijo de Robert Lightwood... es Alexander Lightwood —dijo muy sorprendido—. ¿Cómo es que lograste obtenerlo?

—Bueno… en realidad… yo no lo atrapé, fue uno de los demonios que trabajan para mí —respondió Azazel—. Además, no recuerda nada, le borramos la memoria —decía aun acariciando la cabeza de Alec—. Ah, por cierto… No hay rencores, ¿verdad? —Asmodeos lo miró haciendo una mueca de curiosidad, no había entendido a qué se refería—. Es que… como es el novio de tu hijo, no quiero tener problemas contigo.

—Por favor, no me hagas reír, sabes muy bien que no me importa para nada mi hijo, solo quiero su poder —Azazel solo sonreía ante lo dicho por su hermano.

— ¡Qué bueno! Porque ¿sabes? Lo voy a subastar hoy —Asmodeos lo miraba interrogante—. ¡Ay, no me mires así!, sé que no necesitamos dinero, solo lo hago por diversión.

Una hora después del encuentro, comenzó la subasta, era el turno del joven cazador, no cabe recalcar que por su belleza era muy codiciado, todos ofrecían sumas muy fuertes por él, hasta que Malac, uno de los demonios mayores, príncipe de las torturas, terminó por obtener al cazador.

—No sabes lo que haré contigo, solo quedarán tus huesos, aunque creo que ni eso… —rio Malac diabólicamente—. Andrei, lleva a mi nuevo juguete a uno de los cuartos de arriba, empezaré hoy a jugar con él.

Andrei, quien era unos de los sirvientes de Malac, obedeció de inmediato, Asmodeos hizo un gesto a su sirviente, indicándole lo que tenía que hacer, ella solo asintió y se fue en dirección tras el cazador y el demonio, cuando el sirviente de Malac dejó al ojiazul dentro de la habitación salió para avisar a su amo, mientras que vigilaba que no hubiera nadie alrededor. Ella entró en aquella habitación, encontrando al ojiazul sentado en la cama, estaba como drogado, sus ojos que antes brillaban ahora estaban opacos, sin vida, a Meg le dio algo de pena el chico así que se dispuso a sacarlo de ahí.

—Señor Asmodeos, ya tengo al chico, ¿qué debo hacer con él? —preguntó a su amo.

—Ya sabes qué hacer, no tienes que preguntarme —gritó Asmodeos a Meg.

—Sí, señor, disculpe, entonces lo veo en su casa —con esto Meg hizo un portal y desapareció en él junto con Alec.

Mientras tanto, en el salón donde se llevaba a cabo la reunión de los demonios, Malac se encontró con su sirviente, quien le indicó dónde estaba el cazador.

—Amo se encuentra en la habitación 33, aquí están las llaves —le dio las llaves que tenía en sus manos. Malac tomó las llaves y se despidió de sus hermanos, el demonio tenía una sonrisa de oreja a oreja.

Asmodeos, que podía ver el interior de las mentes, vio la de su hermano y encontró todas las aberraciones que planeaba para el cazador, solo que él tenía en mente cosas menos duras para el pobre cazador de sombras.

En la casa del padre de Magnus, Meg estaba con el ojiazul dándole un baño, el cazador parecía un niño que estaba aprendiendo hacer las cosas y todo era por la droga que llevaba en el cuerpo que, por seguridad, el demonio no le quitó, un fuerte sonido llamó la atención de Meg, la casa se llenó con olor a azufre, sabía que su amo estaba de regreso.

—Meg —llamó Asmodeos, al oír a su amo el demonio apareció.

—Sí, amo ¿me llamaba? —decía inclinada el demonio.

— ¿Cómo está nuestro invitado? —preguntó sonriente Asmodeos.

—Bueno, mi señor, el muchacho está drogado, le di un baño y se quedó sentado en la cama —respondió.

Al escucharla, Asmodeos se dirigió a las escaleras, Meg se quedó parada en medio de la sala viendo a su amo subir hacia el segundo piso, sabía que iba con el muchacho, así que espero a que su amo se perdiera de vista para ir a espiar.

Al llegar a la habitación, Asmodeos miró al chico quien estaba perdido en su mundo, se acercó al cazador con su mano tocando su barbilla hizo que lo mirada fijamente, miró dentro de su mente y no encontró nada en su memoria todo era blanco, el demonio suspiró.

—Qué lástima me das, no sé cómo mi hijo te pudo llegar a querer —habló el demonio—. ¿Sabes? Haré algo bueno por ti, si se le puede llamar así.—Asmodeos se quedó pensativo, pero no soltaba al chico—. Ya sé lo que haré.

Meg se encontraba espiando detrás de la puerta que estaba entreabierta y pudo observar cómo su amo tocaba la cabeza del cazador y este temblaba, después de unos minutos el cazador cayó desmayado en la cama. Meg observaba desde afuera y pudo ver como su amo sonreía, se dirigía a la salida y la miró.

—Si tanto te preocupas por ese cazador, es mejor que entres —dijo saliendo. Meg vio como su señor desaparecía por el pasillo, con sumo cuidado y en guardia empezó a entrar a la habitación, en ese momento vio como el chico empezó a moverse.

— ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? ¿En dónde estoy? —preguntaba el ojiazul.

—Emmm... hola —dijo Meg y se quedaron mirando un par de minutos

— ¿Brenda? —Frunció el ceño Alec—. Hermana, ¿qué pasó?

— ¿Herman...? —no terminó de decir lo que tenía pensado, porque se dio cuenta de que su amo era el responsable de esto—. Sí, Alec, soy yo tu hermana...






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