Te quiero.

1.3K 125 6
                                    

NARRA SAMANTA

Antes de abrir los ojos, fui consciente de dos cosas: Jessica ya no iba a estar y yo me había quedado dormida como una imbécil. Y es que fue al abrirlos cuando me maldije más de doscientas veces a mí misma. Para cuatro horas que habíamos tenido, yo me quedé dormida. No podía ser más idiota, de verdad.

Miré la hora en mi móvil, eran las siete; así que me imaginé que no sólo se había ido ya, sino que estaría de nuevo trabajando y disimulando que no se había movido de aquella ciudad. Por un momento pensé que lo había soñado todo, que Jessica no había volado para verme cuatro horas; pero sentir la sábana sobre mi cuerpo, aún desnudo, y ver la camiseta que Jessica había tenido puesta anoche, me hicieron saber que había ocurrido de verdad.

Además de eso, una papel doblado estaba en el lado dónde ella dormida, justo encima de la almohada.

Mucha suerte hoy, seguro que te los vas a comer a todos. No olvides tus dos palabras: te quiero.

Sonreí inconscientemente por dos motivos, uno por la nota y la otra por recordar la noche que habíamos tenido. Pensando que iba a acabar la serie de Netfix sin más; Jessica le había dado un giro de ciento ochenta grados.

Me levanté porque quería repasar los apuntes del examen antes de irme. Tenía miedo de contárselo a Jessica, sobre todo porque la última vez que tomé una decisión que nos repercutía de alguna manera, acabamos discutiendo mucho.

Cuando Jessica se quedó definitivamente en su comisaría, empezó nuestra guerra personal. Mi incursión en más casos, su agobio por no viajar tanto y aguantar la presión del trabajo; conllevó que todo nos lo llevamos al terreno personal. Nos habíamos prometido que separaríamos lo laboral de lo personal; pero todo fue un desastre. No pudimos. Nos traíamos las broncas a casa y las miradas de lamento llegaban en el trabajo, todo tarde y todo mal. Hubo días dónde las dos nos arrepentíamos, otros dónde nos queríamos... Pero también dónde ni nos hablábamos.

Y no pude con ello. A ese ritmo, ni siquiera íbamos a llegar a nuestra boda; y por esa razón, solicité el traslado a otra comisaría. Mi sueño siempre había sido trabajar con Jessica, pero si mi relación con ella iba a depender de ello, desde luego que no lo quería.

El problema fue que Jessica se lo tomó demasiado personal. Pensó que no quería estar con ella, que buscaba una excusa para alejarme y eso fue aún peor. Me costó mucho que se diera cuenta que no era así; yo no lo hacía para alejarme de ella, sino todo lo contrario, alejarnos en el ámbito laboral, iba a acercarnos en lo personal.

Porque sí, fue exactamente así. Dejar de vernos a cada minuto, provocó que deseáramos más llegar a casa; que ella no supiera cada caso que yo llevaba, relajó de alguna manera su sobreprotección hacia mí y, por supuesto, un mayor nivel de libertad; y lo más importante, no discutir por cosas del trabajo, nos ayudó mucho más a equilibrar la relación.

Puedo asegurar que, en ese momento, estábamos mejor que nunca... Aunque siempre se podía mejorar teniendo a Jessica en casa.

- Buenos días, amor. Supongo que cuando escuches esto, estaré ya de nuevo en el lío. Estoy a punto de embarcar, y aunque no he dormido nada, te aseguro que por verte dos minutos, ya vale la pena la paliza. Te escribo en la noche, ¿vale? Te quiero.

Creo que escuché el audio de Jessica como cinco veces. Si de por sí su voz era grave, a las cinco de la mañana lo era todavía más; y probablemente, fuera de las cosas que más me gustaban.

- Supongo que ya estarás trabajando, ojalá puedas llamarme. TE QUIERO.

Dejé el móvil en la encimera y, tras hacerme un café, me senté en el sofá habiendo cogido las ciento ochenta páginas de resúmenes que tenía.

Miradas de amor.Where stories live. Discover now