Vuelve.

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Paso uno. La geolocalización. Sabía que iba a ser una pérdida de tiempo; pero tampoco perdía nada por tenerlo encendido continuamente en un segundo plano. Introduje el número de Jessica y automáticamente se puso a rastrear; estaba apagado, y por esa razón lo dejé apartado en una de las pantallas de los ordenadores que tenía frente a mí.

Paso dos. La puerta de embarque. Una vez que sabía que Jessica no había cogido el avión, me puse a pensar, y una vez más me lamenté por haber sido tan jodidamente idiota. Contacté con la compañía del vuelo en el que había empezado todo, y les pedí que me pasaran, lo antes posible, la lista con los viajeros que habían pasado la puerta. Porque Jaime y yo, lo único que miramos fue la lista de viajeros que habían facturado, pero no los que habían abordado; y, efectivamente, Jessica, no aparecía en esa lista.

Paso tres. La denuncia. Laura me había pasado todo lo que me había dicho y con eso, empecé a construir mi propia pizarra particular. Tal y como Jaime me había avisado, la habitación la había diseñado Jessica; eso implicaba que había material de sobra para colgar cosas en la pared que tenía a mi derecha. Coloqué las fotografías, los montajes a la derecha y las originales a la izquierda. Los principales puntos de la denuncia, que, venían a ser el tema de sus visitas al prostíbulo, el dinero evadido de las cuentas del cuerpo y las reacciones sobre su actitud. Tres palabras con las que trabajar, prostíbulo, cuentas y agentes.

Paso cuatro. El e-mail. Fue lo que más me cabreó al darme cuenta de que jugando contra Jessica, yo tenía todas las de perder. Me di cuenta tarde, aún así no desistí. Jessica no quería que yo participara, así que era obvio que se iba a esconder de mí. Por esa razón, cuando rastreé la dirección IP del e-mail que me había enviado con el vídeo, me llevó hasta mi casa. Jessica y su estúpida inteligencia. Supo que lo haría, supo que seguiría todos sus pasos, por eso jugó conmigo. Me llevó a dónde quiso, y no fue otro lugar, que el mismo sitio donde yo estaba cuando lo había visto.

Paso cinco. Jessica. Estamparme contra un muro que se llamaba Jessica Jenkins a la hora de investigar el e-mail, me hizo pensar; ella no quería que yo la rastreara; pero lo que sí podría hacer, sería seguirla. Seguir, minuto a minuto, el recorrido que había seguido durante todos esos días. Las cámaras de la ciudad tenían que haberla grabado, esas imágenes tenían que estar guardadas y yo, tenía acceso a todo lo que yo quisiera. Así que conseguiría dar con Jessica, tardara un día o tardara siete.

Estaba comiendo algo, mientras se descargaban las imágenes del día de la explosión en el aeropuerto, cuando la puerta de la habitación se abrió. Jaime se sorprendió, puesto que lo primero que veías al entrar, era todo lo que tenía colgado en la pared.

- Madre mía – cerró la puerta – Tengo solo cinco minutos.

- De sobra, siéntate.

Le puse el vídeo de Jessica. En cuanto vio el periódico con la fecha de ese día, su cara cambió; le pasó lo mismo que a mí, se lo creyó de verdad. Y es que así era Jessica, la más escéptica de las dos y sólo por eso, pensaba en todo. Lejos de conformarse con mandarme un vídeo, no descansó hasta que consiguió el periódico.

- Me cago en la puta... - susurró – Está viva – asentí cerrando el vídeo - ¿Cuándo te lo ha enviado?

- Esta tarde, cuando he ido a recoger la ropa.

- ¿Has hablado con ella?

- Le he respondido al e-mail, pero la verdad...

- No te va a contestar – negué – Joder... Esto cambia todo.

- No cambia nada, Jaime. Ella está desaparecida, no sé dónde está y siguen tirando mierda sobre ella.

No sé si es que Jaime me vio la cara, el agobio que tenía o que conocía lo suficiente a Jessica como para saber que desesperaba a cualquiera, incluso a mí. Y esto lo digo, porque se levantó de la silla y me abrazó. Y fue nada más sentir sus brazos, que rompí a llorar de impotencia. Porque lo sentía, porque odiaba cuando Jessica hacía eso, porque pese a todo lo que habíamos avanzado como pareja, ella seguía huyendo de todo y dejándome a un lado cuando más lo necesitaba. Y yo, no lo soportaba.

- Ella lo hace por tu bien, Sam.

- Eso ya lo sé; pero, ¿tanto la cuesta entender que separándose de mí, me hace más daño? – le miré – Joder, Jaime, que así no sé si está bien o si está mal. Que cree que puede con todo y todos, de vez en cuando, tenemos que pedir ayuda; incluso ella... - me separé de él – Es tan jodidamente terca, joder.

- ¿Quieres que intentemos algo?

- ¿El qué?

- Conozco un tipo que le hará llegar un vídeo a Jessica. No preguntes cómo ni de qué manera, es de estas fuentes de la policía... - le asentí haciéndole saber que lo entendía - ¿Quieres grabarte?

- ¿Y qué le digo? Si ya se lo he dicho todo por e-mail...

- Que te vea – me limpió las lágrimas – Sonará feo pero sé que si te ve llorar y le suplicas que venga, lo hará.

- ¿Y le digo dónde estoy?

- Dile que estás en la habitación de los juegos; ella lo entenderá.

Estábamos jugando con Jessica y en el fondo me sentía mal, pero era la única manera de hacer que ella volviera. Así que con su móvil, y enfocándome me asintió, dándome a entender, que sólo tenía que hablar.

- Si esto no funciona yo ya no sé, Jessica – tragué saliva – Te lo puedo decir más alto, pero no más claro: vuelve porque necesito verte. Toda esta pesadilla empezó por quedarme dormida y ahora me da miedo cerrar los ojos, porque sabiendo que tú no estás, ni dormir se me da bien. Amor... - empecé de nuevo a llorar – Yo sé que todo lo haces por mi seguridad y que intentas que a mí no me pasa nada; pero entiende que así estoy peor, necesito ayudarte y quiero hacerlo. Yo voy a estar trabajando para que todo esto se aclare, porque en ningún momento he desconfiado de ti. Te conozco y sé que serías incapaz... Pero vuelve conmigo, por favor. Si estás viendo estoy y rezo a quién sea para que te llegue y lo veas, estoy en la habitación de los juegos... Esperándote. Te quiero.

- Perfecto – asintió Jaime – La conozco – sonrió – Su debilidad eres tú, con esto, vendrá.

- ¿Estás seguro que le llegará?

- Confía en mí – asentí apoyándome en la pared – Termina de comer. Cuando se relaje un poco el movimiento de la central, vengo a por ti y damos una vuelta para que te dé el aire, ¿te parece?

- Vete a casa, Jaime. Ana te está esperando.

- No me importa que...

- Ve con ella – le acaricié el hombro – Disfruta de tu mujer, tú que puedes.

- ¿Segura?

- Segura – asentí sentándome en la silla – Vete tranquilo. Pero hazme un favor – me miró atento – Dile a Paco que Jessica está bien, tranquilízale un poco.

- Vale, yo me encargo de eso – dijo dándome un beso en la cabeza – Ya verás cómo viene.

Vuestros comentarios son muy importantes, sólo así la historia tiene sentido. Gracias por leerme.

-KBex-

Miradas de amor.Where stories live. Discover now