Es tu temor.

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NARRA SAMANTA

Tres minutos, ese era el tiempo mínimo que tenía. Puse el cronómetro en marcha y tomé aire.

Sentado moviendo su café, mientras miraba con atención algo en su móvil. Desconocía la prisa que tenía, pero no podía moverse de aquella silla hasta que pasaran tres minutos.

Me senté frente a él, sorprendiéndole y no de la forma más agradable. Bloqueó al instante su teléfono y se lo guardó; me había ganado toda su atención.

- Era Ruiz, ¿verdad?

- Puede llamarme Samanta, ¿puedo tutearle?

- No veo el inconveniente.

- Mejor – sonreí – Creo que te haces una idea de porqué estoy aquí sentada.

- Imagino que por tu querida mujer – asentí - ¿Y vienes a decirme que te divorcias o que sigues creyendo en ella?

- Sigo creyendo en ella. Pero no vengo a hablar de nuestra relación, eso ya lo has oído todo en las noticias.

- ¿Entonces?

- De vosotros.

- ¿De nosotros?

- Llevas trabajando con ella años – él asintió – Acepto que nadie la conoce mejor que yo; pero de ahí, a no creerla. ¿De verdad me estás diciendo que es autoritaria?

- Es lo que dicen sus compañeros.

- Me interesa lo que dices tú – me acerqué a él apoyando mis brazos en la mesa - ¿Es autoritaria?

- Es curioso cómo funcionan las cosas, ¿te das cuenta? Un hombre en su posición, se diría que es un buen líder, y a ella la acusan de autoritaria.

- Sí o no; no es tan difícil.

- La opinión es muy relativa, Samanta. Unos días te diré que sí y otros que no – sonrió colocándose en la misma posición que yo - ¿Qué quieres?

- Que pares esto. Ayer me levanté escuchando cómo nos gustaba desayunar y por la noche cuando me voy a dormir, hay un debate en la televisión sobre los juguetes sexuales que han encontrado en mi casa.

- Yo no me meto en la vida privada de nadie.

- No, claro que no – sonreí – Pero casualmente eres el único al que le dije que nos habíamos acostado.

- Alguien más tuvo que veros – se encogió de hombros.

- ¿Quieres que te cuente algo?

- Soy todo oídos.

- Esto es un informe – dije pasándole lo que Jessica me había dado – Te explico la falsedad y el montaje de todas las pruebas.

- ¿De todas?

- De todas – asentí viendo la sonrisa irritante que tenía - ¿Quieres que te lo cuente?

- Sé que dijiste que las fotografías eran montajes.

- En las originales salgo yo – señalé la carpeta – Las tienes todas dentro; y si quieres alguna más, solo tienes que pedírmelas – me miró sonriente, había conseguido mi propósito, tener toda su atención – También te explico que hay un escenario manipulado.

- ¿Qué escenario?

- Mi casa. Ese registro se ha hecho de manera ilegal, y no sólo eso, sino que han añadido pruebas que no tienen nada que ver con nosotras.

- ¿Cómo cuáles?

Amaba a Jessica por esas cosas, porque siempre iba un paso por delante de todo el mundo. Ella me lo había dejado claro, lo único que tenía que hacer era distraerle; y la mejor forma era hablándole de nuestra vida privada, porque eso era así. No había un tema más morboso que hablar de la privacidad de dos mujeres; por esa razón, los programas de cotilleo estaban llenos con nuestras caras.

- Como los juguetes sexuales – respondí mirándole directamente a los ojos – No quiero aburrirte tampoco contándote, pero te puedo asegurar que nosotras no usamos eso.

- La prensa asegura que sí.

- Bueno – sonreí – Colocar un consolador en casa de una pareja de lesbianas, es muy tentador. Pero... - negué – No es nuestro caso.

- ¿Y quieres que me quede los juguetes?

- Lo que quiero es que elimines las pruebas falsas, salgas a decir que todo es mentira y que Jessica nunca ha hecho nada de lo que dicen.

Él sonrió; me había acelerado y lo sabía, pero el corazón me iba demasiado deprisa. La vibración en mi móvil no había saltado, no sabía cuánto había pasado, pero tres minutos desde luego que no. Se tomó el café de un trago y volvió a mirarme.

- Hay una orden de busca y captura contra Jessica, y eso es inamovible. Demuéstrame que ella no es cómo dicen, demuéstrame que las pruebas falsas y que los juguetitos no son vuestros; y me plantearé quitar la orden.

- Tengo las pruebas.

- Y me lo creo; pero que sean fiables, Samanta – se levantó de la silla – Tu mujercita quedará impune de todo esto, pero tráeme algo.

- Ella no se lo merece – le miré levantándome y colocándome frente a él.

- Bueno, estoy seguro que hay mucha gente que te rebatiría eso; de la misma forma que mientras tú llorabas su muerte, otros se alegraban – me acarició el hombro – Me alegro, por cierto, de que no esté muerta.

- Seguro – asentí.

- Un placer hablar contigo, pero, tengo prisa – se acercó a mí oído – Si finalmente esas pruebas son falsas; tendré en cuenta tu arduo trabajo y te dejaré quedarte con uno de esos juguetitos para que puedas... - me miró – Ya sabes – me guiñó un ojo – Saluda a Jessica de mi parte.

Lo último que sentí fue como al moverse para salir de allí, su mano se paseó por mi culo y no precisamente de manera desafortunada. Como me había dicho Jessica, era un completo cerdo; casado con una mujer que se merecía el cielo. Lo peor de todo eso, es que nadie dudaba de su capacidad como policía... Eran sus formas de tratar las que dejaban mucho que desear.

- Samuel – dije antes de que se alejara – Sólo una cosa más.

Se giró atento a lo que yo le fuera a decir, y justo cuando me acercaba a él, sentí mi móvil vibrar. Los tres minutos ya habían pasado. Pero yo tenía, en ese momento, otro objetivo; pues me acerqué todo lo que pude a él.

- Por mucho que lo niegues, sé que temes a Jessica – me acerqué a su oído – Así que vete preparándote, porque cuando le diga que me has tocado sin permiso... No me hago responsable – le miré – Que te vaya bien el día.

Retomo 'Miradas de amor' que llevaba dos semanas sin actualizar. Ojalá que lo disfrutéis, os leo en comentarios.

Helena Mabbitt.

Miradas de amor.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang