Toda la vida.

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NARRA SAMANTA

Cinco horas sin comer ni beber nada, sin levantarnos de aquella silla. Era un puto infierno porque no teníamos nada, no habíamos encontrado nada. Nos habíamos tomado un respiro, una pausa porque necesitábamos pensar.

Eran cerca de las ocho de la tarde, juraría que habían pasado cuatro días desde que todo aquello había empezado, pero tampoco estaba segura. Había perdido el control de todo, de mi vida, de mi cansancio y de todo.

Nos habíamos quedado dormidas las dos en la sala, en el suelo y en una esquina; pero yo me desperté debido a un pequeño sobresalto que Jessica pegó estando dormida. Sin levantarme ni separarme de ella, desde el suelo, miré a la pantalla de la cámara de seguridad que señalaba el portal veintiocho.

Miré a Jessica, tan tranquila en ese momento y con tanta calma que no parecía que su vida estuviera como estaba. Necesitaba ayudar, tenía que sacarla de allí porque no se lo merecía.

**FLASHBACK**

Tras darle las buenas noches a Paco y recordarle que tenía la cena hecha, tan sólo calentarla; me fui a la habitación, donde Jessica llevaba desde que habíamos llegado del entierro. Me tomé unos segundos antes de entrar porque yo también necesitaba recomponerme; conocer a su familia, tratar con todos, reorganizar las cosas y ver a Jessica tan mal, a mí me estaba dejando tocada. Pero sabía que era mi papel, si alguien en ese momento tenía que estar arriba, era yo.

Estaba tumbada de lado en la cama, encogida como una niña pequeña y mirando hacia la puerta. Me acerqué en silencio una vez que cerré la puerta y dejé en la mesa que tenía al lado el plato con un poco de cena que había hecho. Me senté a su lado, mirándola y acariciándole la espalda.

- No te lo he dicho pero gracias por haber hecho todo hoy... Prácticamente lo has hecho tú todo.

- No tienes que darme las gracias por eso – negué apartándola el pelo de la cara – Para eso estoy aquí – me agaché para dejar un beso en su cabeza – Te he traído un poco de cena para que comas algo.

- No tengo mucha hambre...

- Pero tienes que comer; aunque sea un poco, amor.

Me quedé quieta, apoyada en su brazo, mientras la mirada con detenimiento. Su mirada estaba apagada, triste y sin ganas; no era para menos, y por eso tampoco le iba a pedir mucho más.

- Me gustaría enseñarte algo – susurró mirándome.

- ¿El qué?

- Ven.

Se levantó de la cama; y no sólo eso, sino que salió de la habitación. Su destino fue el sótano que había en su casa. Cajas, objetos y muchísimas cosas que no usaban, todo lo almacenaban allí. Aunque Jessica fue con las ideas muy claras, hacia una caja que estaba en lo alto de una estantería. Con el nombre escrito de Jeyki en un costado; la bajó llevándola a una mesa llena de herramientas que había allí.

- En mi familia había una tradición algo retrógada, la verdad. Cuando cumplías dieciocho años tenías que tener pareja y de ser así; casarte a los veinticinco como muy tarde para que con treinta tuvieras ya una familia. La tradición no la rompí yo, fue uno de mis primos – yo asentí atenta – Pero claro, una cosa fue que no se casara, y la otra llegar y decir que te gustaban las mujeres – sacó una pequeña bolsa del interior de la caja – Por eso no hablo mucho de la familia de mi padre; hay gente que no asume mi orientación. Mi madre... - tragó saliva dándose tiempo – Me dijo que no tenía de qué preocuparme, fuese un hombre o una mujer, ella iba a estar feliz igual. Y entonces, me dio esto – dijo mostrándome la bolsa – Es una tontería que si no quieres tenerla pues...

Miradas de amor.Where stories live. Discover now