Ayúdala.

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Cuando pensaba que la situación no podía ir peor; estaba completamente equivocada, podía perfectamente.

La situación era la siguiente.

El teléfono de Jessica seguía apagado, y yo no dejaba de lamentarme por no desistir de ese tema. No me iba a dar ninguna señal y cuánto antes lo asumiera, muchísimo mejor.

Intenté ponerme en contacto con los prostíbulos a los que, según la denuncia, Jessica había accedido. Y me pasaron dos cosas. En tres me colgaron el teléfono en cuanto me identifiqué como policía; y en los otros dos restantes no me dieron ningún tipo de información. Así que si usaba la placa era malo y si no la usaba, también. Todo se arreglaba si salía de esa habitación, o eso pensaba yo; pero Jaime me había dejado las cosas claras, no podía salir de allí a menos que él me lo dijera.

En cuanto a las cuentas del cuerpo, era lo único que me alegro aquella nefasta noche. Según la denuncia, Jessica habría retirado miles y miles de euros; todo de manera puntual y discreta. Pero por lo que pude revisar, las cuentas del cuerpo coincidían a la perfección. Es decir, era mentira todo aquello. Los movimientos de los meses en los que se basaban los imprimí, y los coloqué en la pared-pizarra.

Y lo que más me desquició; no había nombres. La fuente de la denuncia era anónima. En teoría, varios compañeros habían denunciado a Jessica, pero es que no había nombres. No pude buscar nada, porque se aseguraron de que no empezáramos a tirar de un hilo... Literalmente, no había ningún hilo.

Todo esto, más la desaparición de Jessica y un nuevo giro en los acontecimientos de la prensa; me hicieron sentarme en el suelo, rendida y agotada.

La nueva noticia, de nuevo provenientes por fuentes sin nombres de la policía; era que yo había ayudado a Jessica en la evasión de todo ese dinero, y que lejos también de invertirlo en prostíbulos, había una cuenta bancaria abierta a mi nombre en las Bahamas. Algo, sencillamente, estúpido. Básicamente porque de abrirme una cuenta así, no lo haría con mi nombre.

Esa noticia provocó que nuestra relación, fotos nuestras y datos que nunca, jamás, habíamos dicho; fueran el centro de la discusión de periodistas que se estaban ganando el sueldo del mes difamándonos. Nuestra vida privada, estaba siendo expuesta sin ningún tipo de filtro en la televisión de todo el país.

Y yo... Yo no podía más. Habían pasado tres días y dos noches desde que todo aquel infierno había empezado. Mi mente se trasladó desde pensar que estaba muerta a saber que estaba viva, pero yo seguía sin saber nada de ella. No lo soportaba; no sabía si estaba bien o si estaba mal, si necesitaba algo o si podía ayudarla. No lo aguantaba.

Y no me gustaba pensar en rendirme, pero yo no podía más. Mentalmente estaba agotada, emocionalmente nockeada y no sabía por dónde seguir. Si esta situación hubiese pasado al revés, Jessica ya habría encarcelado a todo el mundo. Lo sabía y yo no podía competir contra eso, yo no podía hacer nada.

La puerta se abrió antes de que dieran las siete de la mañana de otro fatídico día; había perdido la cuenta de las horas que llevaba sin dormir.

- Ven, vamos, que te invito a un café.

Salimos por la puerta de atrás y no paramos de andar hasta que llegamos a una cafetería algo alejada de las que solíamos ir. Un café solo y algo de comer. Ya no sabía si necesitaba dormir o comer.

Noté a Jaime algo nervioso, y lo vi porque Jessica me lo había dicho muchas veces, siempre que Jaime lo estaba, no paraba de mirar el reloj. Tal y como iba el día y que no tenía pinta de mejorar para nada; decidí quitarme esa situación de encima.

- Lo que me tengas que decir, dilo ya.

- ¿Cómo lo...? – le miré y él suspiró – Me están pidiendo una orden de arresto contra Jessica.

Miradas de amor.Where stories live. Discover now