Capítulo 12 | Aceptar lo inaceptable

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—¿No vas a bajar, Rosie? —escucho una voz a mi lado.

Sacudo la cabeza con rapidez y volteo hacia el lugar de donde proviene la voz. Veo al jefazo encarándome, con sus dos ojos oscuros fijos en los míos. Tiene una mano estirada hacia la puerta del elevador para mantenerla abierta. Mi cerebro tarda varios seguros en procesar todo lo que veo.

Nada había pasado.

Todo había sido producto de mi tonta y poderosa imaginación.

No puedo hablar por las imágenes residuales en mi mente. Simplemente me obligo a moverme fuera del elevador y a no voltear atrás, a pesar de que siento los ojos de Seungri clavados en mi espalda mientras las puertas se cierran.

Esa sensación se queda en mí hasta esa noche mientras espero en mi apartamento a Kyungsoo para poder hablar.

Maldito jefazo.

Maldita cabeza.

De repente, alguien toca a la puerta. Me levantó del sofá, voy hacia la puerta y veo por la mirilla. Veo a Kyungsoo parado del otro lado, moviéndose de manera nerviosa mientras sostiene un ramo de flores en una mano.

—Hola, Kyungsoo-yah —digo con una sonrisa en el rostro mientras me hago a un lado para que puedas pasar.

—Espero te gusten —me dice dándome el ramo de rosas.

—Están preciosas, muchas gracias.

Me alejo para ponerlas en agua mientras él se quita los zapatos. No puedo evitar sentir que mi guapo vecino tiene mucho que decirme, pero se está conteniendo perfectamente. Juega con sus manos y ve hacia todos lados. Parece un niño perdido sentado en el sofá.

—Es raro conocerte de tanto tiempo y no saber qué flores te gustan.

—Porque cocinando tan delicioso no tienes necesidad de hacerlo —le digo para calmarlo mientras me uno a él en la sala y me siento a su lado.

—Te quiero pedir una disculpa, Rosie-yah. La actitud de Han no fue aceptable para nada a pesar de sus sentimientos —se confiesa de repente.

—¿Te contó lo que pasó? —digo algo sorprendida.

Probó no ser un mentiroso, después de todo.

De repente los nervios me atrapan a mí.

Maldita sea.

¿Sabrá que el jefazo fue quien lo golpeó?

—Sí... sólo me quedó una duda.

Trago saliva con dificultad.

—¿Cuál?

No lo digas. No lo digas. No...

—¿Tu jefe fue quien lo golpeó?

Su pregunta me deja en el limbo. No sé si mentirle o decirle la verdad. ¿Cómo explicarle que el jefazo apareció ahí de la nada y que después me llevó a mi casa, en donde intentó besarme?

No olvides el hermoso golpe, Rosie.

—Sí —respondo entre dientes.

El silencio se torna incómodo.

Demonios.

—¿Y... qué hacía él ahí?

—Yo tampoco lo sé —le digo encogiéndome de hombros. Después de todo, esa era la verdad.

—¿Y no crees que es un poco extraño, Rosie-yah? Porque puede estar acosándote, no sería nada extraño tomando en cuenta que cuando lo conocí te devoraba con la mirada y yo estoy dispuesto a...

Habla tan exaltado y tan rápido que dejo de escucharlo cuando las palabras "te devoraba con la mirada" entran en mi mente y puedo procesar su significado.

¿El jefazo? ¿A mí?

—No creo que sea nada serio, Kyungsoo. Quédate tranquilo —digo saliendo de mi propia mente para calmar su alboroto.

—¿Y qué hago con los celos que me están comiendo? —me confiesa de repente, tomando mis manos y mirándome fijamente. Yo me quedo petrificada ante sus palabras tan honestas—. Quiero que seas honesta conmigo. ¿De verdad quieres algo conmigo? ¿De verdad tu jefe no te afecta para nada?

—Yo... —trago saliva con dificultad.

Tal vez era el momento de aceptar lo inaceptable. Romperle el corazón a mi dulce vecino porque el tonto del jefazo seguía acelerando mi corazón al doscientos por ciento...

—Puedes ser sincera conmigo, Rosie. Nada de lo que digas puede hacer que me enoje contigo...

Habla con tanta ternura, amor y nerviosismo en su voz que cuando veo cómo le tiembla un poco la comisura de sus labios, sólo puedo acercarme para calmarlo con los míos. Tan pronto como lo hago siento que su boca comienza a presionarse más contra la mía sólo unos breves segundos antes de separarse y volver a establecer distancia entre nosotros.

—¿Fue una despedida, cierto? —pregunta el hombre frente a mí con resignación. Yo sólo puedo asentir con la cabeza—. Espero que el desgraciado sepa que eres la mejor chica del planeta. Si no es así, créeme que yo estaré ahí para recordárselo.

—Lo siento, Kyungsoo-yah —confieso apenada.

—No lo hagas. Mejor prométeme que vendrás a comer a mi restaurante más seguido.

—Yah... ¡pero si es carísimo! —le digo con ánimo más juguetón.

—¿Y quién digo que tendrías que pagar?

Nos quedamos hablando un rato más, haciendo que la tensión se disipe. Kyungsoo es tan agradable que me siento enojada conmigo misma por no poder quererlo como él me quería a mí. Sería tonto prometerle que podía llegar a amarlo.

La verdad era que se ama o no se ama, no hay tierra de nadie en esas situaciones... Porque el hecho era que no amaba a Kyungsoo.

Yo amo a Seungri. Amo al jefazo.

Mi vecino se va y pronto comienzo a preparar la cena para Yuna. Tenía tanto que contarle... desde las desaventuras de Hyunsuk-ah hasta lo que me había pasado en el elevador y la plática con Kyungsoo. Habían sido tantas emociones en un sólo día que honestamente me sentía desfallecer si se seguía alargando.

No estaba tan segura de que hubieran sido sólo 24 horas.

Termino de preparar el kimchi jjigae y dejo calentar la sopa un rato más. Reviso la hora en mi celular y veo que son las diez de la noche. Yuna no tardaría mucho en llegar. Me pongo mi pijama y me recuesto en el sillón, intentando calmar a mi corazón. Tal vez debería revisar el proyecto un rato más, para saber si a Seunghyun o a mí se nos había escapado algo con respecto al diseño de los carteles...  No lo había notado tan convencido. Sí, tal vez eso debería hacer. Me levanto plenamente decidida a tomar mi laptop y trabajar un poco cuando escucho que llaman a la puerta por segunda vez en una sola noche.

No sé por qué, pero mi cuerpo no vio por la mirilla. Tal vez el cansancio había bloqueado mi parte precavida.

Por eso cuando veo a Lee Seunghyun parado en el pasillo, tengo que pestañear varias veces.

¿Qué demonios hacia el jefazo ahí?

La chica que él nunca notó | SeungriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora