Capítulo 26 | En privado

391 35 4
                                    

No necesité verla para saber que había llegado. Estaba tan familiarizado con el ritmo de sus pasos y el efecto que su presencia tenía en la atmósfera que, cuando alcé la vista para encararla, no me sorprendió tenerla frente a mí. Camino en su dirección para poder encontrarnos a medio camino... Y también para poder observarla con detenimiento por más tiempo del que sería apropiadamente aceptable.

Estaba preciosa. Su cabello quebrado estaba más largo de lo que recordaba y enmarcaba perfectamente aquél rostro que deseaba ver a mi lado todas las mañanas. Físicamente, no había cambiado un ápice. El cambio más grande en ella era interno: su mirada se había endurecido. Cuando lo noto, siento una punzada de culpabilidad.

Sé que yo le hice eso. Cuando decidí irme y poner distancia, había roto todos los lazos que habíamos creado durante nuestro tiempo juntos. Sin embargo, sé que tomé la mejor decisión. Si nos hubiéramos descuidado y todo hubiera salido a la luz, probablemente no le hubieran ofrecido el empleo en Infinite. Ella se había ganado la realización de la campaña en Aori por su innegable talento, no obstante, sabía que no todos lo hubieran considerado así si se hubiera sabido que éramos pareja.

Había tenido que tomar una decisión difícil.

Y cuando la miro a los ojos me doy cuenta de que estoy pagando las consecuencias.

— Me da gusto que estés aquí —digo a modo de saludo.

— Lamento la tardanza —responde sin un ápice de emoción en su voz—. He venido caminando.

—No te preocupes, estás justo a tiempo.

Muevo mi mano para colocarla en la parte baja de su espalda y encaminarla hacia la entrada del restaurante, pero ella se mueve y se aleja de mí como si hubiera adivinado mis intenciones. Nos sentamos rápidamente en la mesa más cercana y no tardo en darme cuenta de que algunos de los meseros saludan muy amigablemente a Rosie.

Esa situación me hace sentir un poco incómodo.

—¿Has estado visitando a la señora Kwan muy seguido? —pregunto para reventar la burbuja silenciosa entre nosotros.

—No tanto como quisiera, pero hasta hace unos días le regresé el recipiente que me había dado cuando... —relata mientras ve para todos lados menos hacia mí. Guarda silencio por unos segundos antes de retomar el hilo de sus ideas—. Kyungsoo me acompañó y nos quedamos a ayudar ese día. Había mucha gente.

Escuchar el nombre de ese tipo me revuelve un poco el estómago.

¿Por qué te pones así?

Fuiste tú el que te fuiste, imbécil.

— Me alegra saberlo —respondo mientras siento mi ánimo ir decayendo poco a poco.

Volvemos a sumirnos en un silencio ensordecedor que ni siquiera el murmullo de la gente que come a nuestro alrededor logra opacar. Rosie no me ha visto a los ojos desde que llegamos y está tan inquieta que en cualquier momento pareciera que va a salir volando de su asiento. Nos toman la orden y pregunto por la señora Kwan, pero me informan que llegaría al establecimiento hasta más tarde. Maldigo mentalmente. La única manera que encontraba posible de volver la situación menos incómoda era si ella aparecía y nos llenaba de su calidez... Sin embargo, por el momento, eso no sería posible.

Cuando llega la comida hacemos unos pequeños comentarios sobre la misma pero no sale ni un sonido más de nuestras bocas durante ese tiempo.

Mastico. Trago. Repito.

Cuando menos lo creo los platos están vacíos y yo estoy pagando la cuenta. Ella insiste mucho en pagar su parte pero sabe que jamás la dejaré hacer eso así que se rinde después de unos segundos.

—¿También le pagabas las cenas en Japón? —pregunta con amargura.

Apenas esas palabras salen de su boca noto como se tensa por haber dejado que sus sentimientos la traicionaran. Yo, por el otro lado, estaba extasiado.

Por fin había dado en el clavo.

¿Ella creía que salía con Hikaru?

—Siempre eran cenas de negocios —respondo con calma mientras salimos del restaurante—. Eso me llevó a conseguir a una gran inversora como Hikaru, a quien creo que ya conociste.

—¿Ella es la gran inversora de la que todos estaban hablando? —pregunta sorprendida parándose en seco y mirándome a los ojos por primera vez en toda la noche.

No necesité más para sentir cómo me atravesaban.

Mi campanita...

Asentí con la cabeza y le regalé una sonrisa. Pude ver en su mirada miles de emociones luchando entre ellas. Todas menos una: desprecio.

¿Ya estábamos logrando algo, verdad?

—Rosie-yah... Ese día en mi departamento fui muy duro y lo lamento. Yo no quería alejarme de ti, si supieras cuanto me costó terminar ese beso... —sus labios magnetizan mis sentidos y al parecer los míos también a ella, porque comienzo a acortar nuestra distancia y no hace ningún intento por detenerme—. Pero el que Gong Yoo te haya contratado prueba que, a pesar de todo, irme a Japón fue la mejor decisión que se pudo haber tomado. Sé que no tengo derecho a regresar y a pedirte que todo sea como antes —pongo mis manos en su cintura y la acerco a mí, tanto que nuestras frentes se tocan y comienzo a hablar más bajo para que sólo ella me escuche—. Pero por favor, déjame intentarlo de...

Ni siquiera puedo terminar esa frase porque Rosie posa sus labios sobre los míos.

¿Qué está pasando?

—Ya no hables, sólo bésame —ordena alejándose un poco para volver a unir nuestros labios.

El movimiento de nuestros labios, el cómo se moldea su cuerpo al mío y el calor que me transmite... No puedo evitar tomar más y más. Estar lejos de ella había sido una tortura y, de todos los escenarios que habían cruzado mi cabeza, este era el menos improbable. La había imaginado gritándome, furiosa, incluso negándose a dirigirme la palabra, pero... ¿Besándome así?

Tomo su rostro entre mis manos y acaricio sus mejillas con mis pulgares. Ella, por otra parte, no cede ni un ápice y en ningún momento hace ademán de alejarse.

¿Esto es el paraíso?

—¡Lo sabía! —escuchamos a alguien decir con emoción desbordante. Ambos nos separamos un poco asustados y también confundidos, teniendo dificultad para regresar a la realidad. La señora Kwan nos veía con genuina felicidad y aplaudía mientras se acercaba a nosotros—. Aigoo... Cuando viniste con ese guapo chico pensé que ya te habías olvidado de mi Seungri-yah... —le dice directamente a Rosie.

No es necesario que voltee a verla para saber que sus mejillas se sonrojaron por ese comentario.

—Nunca dejaría que eso sucediera —me adelanto a responder, colocando una mano en la espalda baja de mi campanita—. Nos da mucho gusto verla, ajumma.

—Comimos delicioso —dice Rosie con voz tímida.

—Me alegro tanto, mi niña... Pero, de acuerdo, no los quiero interrumpir más. Váyanse ya, creo que tienen muchas cosas que hacer en privado.

Nos guiña el ojo y desaparece dentro de su restaurante más rápido de lo que mi cerebro puede procesar su gesto.

—¿Viste eso? —le pregunto sorprendido. Ella también tiene los ojos como platos y se encuentra más sonrojada que antes.

Siento la risa comenzar a borbotear en mi garganta hasta que ambos no podemos evitar reprimir nuestra risa.

—Tiene razón, tenemos cosas que hacer —contesta mi chica apretándome la mano con fuerza y mirándome fijamente a los ojos.

Ahora soy yo el que siento la sangre subir rápidamente a mis orejas.

Ella se ríe juguetona y comienza a caminar hacia su apartamento.

No pierdo más el tiempo y corro directamente hacia ella. 

La chica que él nunca notó | SeungriWhere stories live. Discover now