Prólogo

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GEMMA

Sé lo que es tener que lidiar con miradas frías, silencios que cortan más que un cuchillo y desprecios. He vivido toda mi vida aguantándolos en casa, he vivido toda mi vida sonriendo y fingiendo que no me afectan, aunque la realidad es que si lo hacen, pero las miradas frías, los silencios y desprecios de él me están derrumbando, me están destrozando poco a poco.

Sé que me odia porque Clary —su novia de toda la vida— sé fue, sé que me culpa en silencio, sé que desea que ya no esté cerca de él, pero si lo estoy, es porque firme un contrato, lo estoy porque debo de cumplir mi trabajo como diseñadora de su hotel. Su mirada ve hacia los lados en silencio, detallando las cosas con atención, fingiendo que no estoy de pie a unos metros de distancia.

Cierro los ojos con fuerza y tomo una inspiración cuando todo comienza a dar vueltas, debí hacerle caso a Anne y a Less, debí de quedarme en Toronto y no haber venido a Montreal con él, pero tenía que hacerlo. El bichito dentro de mi está creciendo, puedo imaginar cómo su cuerpo va desarrollándose, puedo imaginar lo que será cuando de sus primeras patadas.

Él o ella es una de las cosas por las cuales estoy aquí, estoy de pie y fingiendo estar bien, aunque cuando se lo diga a Chad, va a odiarme, su novia lo abandonó y aquella noche que tuvimos dejó una semilla dentro de mí.

Es demasiado con lo que tengo que lidiar, mi cabeza duele y estoy sudando, estoy agotada, las plantas de mis pies palpitan y mi boca está seca, mi estómago se está retorciendo con fuerza y evito hacer una mueca de dolor cuando Chad me da una mirada por encima de su hombro.

Debo decírselo, pero ¿cómo?

Pasamos la mayor parte del día mirando la estructura del hotel, solo hablamos cuando le enseño lo que llevo del diseño y como tengo planeado hacer todo, él solo asiente con la cabeza, habla cuando dice querer algo dentro del diseño y sigue evitándome. Muerdo mi labio inferior cuando se queda cerca del área de la piscina, tiene su saco colgado en su brazo, las mangas de su camisa blanca están arremangadas y luce demasiado bien para mis hormonas alocadas.

Díselo, habla con él, no podrás ocultar toda la vida a bichito.

Dejo salir el aire que estaba reteniendo en mis pulmones, acomodo mis lentes y coloco detrás de mí oreja las cortas hebras de mi cabello negro, me acerco con pasos dudosos, él está mirándome por el rabillo del ojo y veo como su cuerpo se tensa. Las cosas han cambiado tanto, antes no se tensaba por mi cercanía, antes éramos amigos, o quizás nunca lo fuimos realmente.

—Chad —mi voz suena pequeña y dudosa.

—Ya debemos regresar al hotel.

Cierro los ojos con fuerza cuando gira sobre sus talones y comienza a alejarse de mí, dejo salir un gruñido y camino detrás de él, tomándolo por el brazo y dándole la vuelta, su mirada de sorpresa es rápidamente transformada por una de enojo, de frialdad.

—Deja de hacer eso, tenemos que hablar, hay algo que...

—No hay nada que hablar —me interrumpe y se suelta bruscamente de mi agarre—. Cuando regresemos a Toronto, no va a haber necesidad de hablar, ni de vernos, haré todo lo demás directamente con tu superior, así que limítate a diseñar el hotel, hacer las preguntas necesarias y a callar.

Tenso mi mandíbula y siento como sus palabras se clavan como dagas filosas en mi pecho, como retuerce mi corazón entre sus manos, haciéndolo sangrar. Pasa por mi lado y comienza a alejarse, seco la lágrima que se desliza por mi mejilla y camino detrás de él.

—Eres un cabrón de mierda —escupo con violencia y él se detiene—. No solo es mi culpa que Clary se haya ido, no lo es, ambos nos acostamos, no solo fue mi decisión. No te drogue, no te obligue, no te amarre a una cama, no hice nada de eso.

Más allá de su mirada©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora