Capítulo 11

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Bishop Briggs- Mercy

CHAD

Escucho su llanto, como intenta de manera desesperado amortiguar el sonido pero no es capaz de hacerlo. Abro la puerta con cautela y percibo su cuerpo sentado, la luz que entra por las ventanas me dejan ver a alguien aterrado, temblando, sollozando por lo bajo y abrazando sus piernas con fuerza.

Oigo sus gimoteos, como dice cosas que no logro descifrar entre dientes, como llora sin detenerse y duele, duele verla así y saber que no puedo hacer nada para ayudarla, que no puedo quitar su dolor.  No soy su héroe o príncipe azul, y  si lo fuera, tampoco sería capaz de sacarla de la torre de aflicción en la que se encuentra,  ella no dejaría que la salvara.

No cuando sabe que puede hacerlo ella misma.

Me acerco y coloco mi mano sobre su hombro, su cuerpo se sobresalta y doy un paso hacia atrás al ver como se acurruca hacia el espaldar de la cama con pánico.

—Tranquila, soy yo —murmuro encendiendo las luces. Sus ojos están rojos, igual que su nariz y todo su rostro. Espesas lágrimas se deslizan por sus mejillas y su cuerpo está temblando, me siento en la cama y le pasó los lentes que están sobre la mesita de noche, los toma y luego le paso el vaso de agua por el cual me había levantado. Toma del agua y da un largo suspiro cuando termina. Me pasa el vaso y lo coloco sobre la mesa de noche. Cuando vuelvo mi mirada hacia ella, su cabeza está baja, no me mira y ha escondido las manos debajo de la cobija.

Se mira avergonzada, como si la hubiera descubierto haciendo algo realmente malo. Agarro su mentón entre mis dedos y lo alzo, sus ojos están cerrados y está tensa. Sé que no quiere hablar, sé que está apenada, es por ello que no le pregunto qué ocurrió.

No la presiono, me acerco a ella y la atraigo hasta mi cuerpo, estrechandola contra mi torso, sigue tensa.

—Está bien, llora. Estoy aquí —susurro en su oído—. No estás sola.

No lo hace por unos segundos, pero pronto comienza a sollozar y se aferra a mi cuerpo, acaricio su corto cabello y su espalda, la tengo entre mis brazos durante un largo tiempo. Dejo un beso en su cabeza cuando deja de llorar, cierro los ojos con fuerza y muerdo mi labio inferior, su cuerpo se sobresalta por los espasmos, y algunas lágrimas de deslizan por sus mejillas, cayendo en la piel expuesta de mi cuello.

La alejo de mi cuerpo y acuno su rostro entre mis manos. Limpio el rastro de lágrimas y mi pecho duele al ver sus ojos, duele al ver tanto dolor y tristeza bañando su alma.

—Tienes que descansar —susurro y me levanto de la cama.

—No quiero —dice con voz rota y con nuevas lágrimas recorriendo sus mejillas.

—Necesitas descansar, Gemm.

Niega con la cabeza y solloza.

—Las pesadillas no me dejarán hacerlo, cuando tengo una no puedo volver a dormir. —Alza la mirada—. Debes creer que estoy loca.

Le sonrío de lado y meneo la cabeza, me acerco a ella y me siento en la cama, tomando su mano entre las mías.

—Creo que eres valiente, creo que eres fuerte, creo que eres hermosa y bondadosa. —Acaricio su mejilla sin soltar su mano—. Y creo que eres un sin fin de cosas espléndidas. Y, entre ellas no está creer que estés loca.

—Ahora debes empezar a hacerlo, la loca que tiene pesadillas.

—Lamento decepcionarte, pero no lo hago y jamás lo haré. Eres muchas cosas, pero entre ella no está que seas loca.

Más allá de su mirada©Where stories live. Discover now