Capítulo 23

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Let go - BTS

CHAD

Estoy inquieto, frustrado, enojado. Paso mis manos por las hebras de mi cabello y tiro de ellas con ira. Dejo salir un suspiro lleno de frustración y echo mi cabeza hacia atrás, sintiéndome idiota.

Estoy siendo egoísta.

Soy un maldito egoísta.

Pero tengo tanto miedo de que algo le ocurra, siento tanto pavor de que ella se lance al abismo por su madre sin ver atrás. La ama, la ama en grande y no soy capaz de entender su amor, no cuando la ha lastimado tanto.

Tú también lo hiciste y deja que estés cerca de ella.

Gruño por lo bajo y me levanto de la silla, caminó hacia la ventana y observo a las personas. Están a metros de mi, todo ellos van caminando con total calma, aunque deben de tener muchas cosas en mente, problemas, dificultades, cada uno con sus propios demonios.

Debería decirle, debería hablar con Gemma y contarle que su madre está corriendo en dirección del diablo. Pero no soy capaz de hacerlo, huí está mañana de la casa para no verla, porque no me atrevo a mirar sus ojos y mentirle diciendo que todo está bien.

¿Cómo le explico que me estoy ahogando en la mentira? ¿Cómo le explico que estoy siendo egoísta por miedo a perderla para siempre?

Aunque puedo perderla, puedo hacerlo y suena cruel y retorcido pero estará viva, estará bien.

Dos toques en la puerta roban mi atención y volteo hacia está. Mi cuerpo se tensa al ver el rostro de la última persona que quisiera ver.

Una maldita sonrisa adorna su rostro con orgullo, con paso despreocupado y luciendo como un rey cuando es una maldita y asquerosa escoria entra en mi oficina.

—Buenos días, primito.

Hago una mueca.

—¿Qué haces aquí, Marc? —inquiero entredientes.

Su ceño se frunce y niega con la cabeza. Por fuera luce como alguien inofensivo, alguien compasivo y dulce, pero es el diablo en persona. Ha lastimado a tantas mujeres, ha sido una escoria viviente y desearía poder encerrarlo, poder verlo tras las rejas pagando todas y cada una de sus fechorías.

El mundo se mueve con dinero e influencias. Y para desgracia de muchos él tiene ambas.

—¿Estás enojado? —inquiere incrédulo y se deja caer en una silla—. Porque soy yo el que ha sido blasfemado en un tribunal. —Hace una pausa—. Es bueno saber que el juez es inteligente.

Sonrío, lo hago arrogante y con los músculos tensos. Me acerco con calma fingida hacia el escritorio y apoyo las palmas de mis manos en este, inclinando mi cuerpo hacia adelante.

—¿Crees que estás a salvo?

Me observa arrogante.

—Lo estoy.

—¿Por cuánto tiempo lo estarás?

Su ceño se frunce y la confusión se desliza por sus ojos caramelos, ladea la cabeza hacia un lado y sonríe arrogante.

—No puedes contra mi, Chad. No debes jugar con el diablo.

Remedo su sonrisa.

—Y tú no debes sentirte tan seguro de las cosas. La mierda cae porque cae, Marc.

La sonrisa que había en su rostro desaparece de golpe y el enojo llena sus rasgos.

—¿Y quién lo hará? —ladea la cabeza y chasquea la lengua—. Por favor, no me hagas reír.

Más allá de su mirada©Where stories live. Discover now