2. Anoche en la habitación

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II. 20 de diciembre de 2018. 21.45 pm

Están a punto de servir la cena. En la parte reservada del comedor del hotel de Terrasa donde se alojan están los 16 concursantes y varios miembros del equipo de producción. Alba ha decidido bajar a fumarse un cigarro. Ahí está, sola, con la espalda apoyada en la pared. Da unas cuantas caladas nerviosas. El aire frío le sienta bien. Justo antes de bajar se había cruzado con Julia en la puerta.

- ¿Estás bien?, le preguntó a Alba tomándola de las manos y mirándola fijamente a los ojos.

- Sí, muy bien, respondió ella. La esforzada sonrisa que le dedicó y la tristeza en la mirada contradecían sus palabras. Julia la dejó sola. Tal vez nunca hablaran de lo que había sucedido la noche anterior, pero sabía que no encontraría mejor confidente.

Ahí abajo, recibiendo en la cara el aire frío, recordó cómo Julia había desviado rápidamente la conversación en el sofá, mientras esperaban a Amaia. De Famous se puede decir cualquier cosa excepto que tenga malas intenciones. Es tan inocente. Pero era increíble que le hubiera preguntado a Natalia (y la pregunta tuvo la consistencia de una afirmación) si había ido a la cama de Alba la noche anterior. ¡Delante de media España! Ahora se sabía que sí. Y que había salido al servicio abrazada a un cojín porque estaba en bragas. Es que había que joderse. Puto Famous.

Por qué había tenido que pasar eso la última noche. Por qué las dos eludieron el tema y se dedicaron a fingir que no había pasado nada. La vorágine del día había sido el telón perfecto para ignorar cualquier sentimiento que no fueran los nervios de la final. Callar era más cómodo. Natalia había ido a su cama, sí. Ay, Lacunza, la última noche. Se había metido en su cama y se había tapado hasta los ojos con el edredón. Alba estaba despierta. Se abrazó a ella. Alba la acarició. Natalia le cubrió la cara con mil besitos pequeños. No me hagas esto cuando ya me he curado, pensó Alba. Y sus bocas se encontraron, y el corazón de ambas latía tan fuerte que era imposible que los demás no se hubieran despertado.

Se habían gustado desde el principio. Se habían deseado. Alba entró rota por dentro. Y con el paso de los días encontró algo más que consuelo en la divina Nat. Cuando quiso darse cuenta estaba enamorada. Dolía. Buscaba en Natalia signos que pudieran confirmar la reciprocidad de ese amor. Y los había. Claro que los había. Pero...

De eso no se hablaba. Después de las firmas nada volvió a ser lo mismo. Fue durante las firmas cuando las dos se dieron cuenta de que el ship Albalia existía. Y de qué manera. Se asustaron un poco. Mejor no alimentar al monstruo. Cada movimiento estaba siendo analizado como prueba indiscutible. Tenían que alejarse, poner distancia. Se acabaron los abrazos con cualquier excusa, las miradas. La tristeza de Alba se hizo perceptible para todos. Y casi todos lo achacaron al archi comentado suceso de la gala 0. Ahora había que fingir. Actuar. Ponerse una coraza. Las cámaras enfocaban, hacían zoom. En cada esquina. ¡Que nos están grabando! No somos personas. Somos concursantes.

Sus bocas se encontraron. Los labios se entreabrieron. Natalia buscó con su lengua la lengua de Alba. La tuvo. Bajó a su cuello. Alba se estremeció. Ahogó un gritito y Julia carraspeó desde su cama. Las dos se quedaron inmóviles y se convencieron de que no había sido un carraspeo: Julia estaba dormida, a veces hacía ruidos en sueños. Natalia se quitó la parte de arriba del pijama. Alba se la había quitado al meterse en la cama. La calefacción era insoportable.

- Te quiero tanto, Reche -le susurró Nat al oído.

Y Reche se preguntaba de qué forma la quería. De qué forma quería tenerla. Con Lacunza pegada a su cuerpo cerró los ojos y sonrió. Aquello estaba pasando. Aquello era, tal vez, solamente una muestra pasajera y única de la intensidad que ciertas amistades alcanzan. Ay, el territorio de esas dudas. No atreverse a dar un paso por miedo a perder lo que se tiene... Pero ese beso, buf, cómo sabía. Hubo otro. Y ahora, mientras fumaba antes de reunirse con los demás para cenar, recreaba mentalmente el recorrido de la lengua de Natalia en su boca, la suavísima exploración por las comisuras de sus labios. ¿Cómo detener aquello? La mano de Lacunza bajó por las caderas de Reche y luego se metió en sus bragas. Alguien se removía en su cama. Sabela tuvo un ataque de tos. Estuvo a punto de levantarse al baño a beber pero el picor de garganta se calmó y se dio la vuelta. Volvió a dormirse enseguida.

- Ahora no... dijo Alba en un susurro. Mejor no...

Natalia comprendió. No era el momento. Le besó la cara y la frente y no dijo nada. Regresó a su cama y Alba siguió con la mirada la sombra de esa pantera hasta que se perdió en la horizontalidad.

Salió abrazada a un cojín. Se metió en el baño y se apoyó contra la puerta cerrada. Se tocó. Mejor no acabar. Hizo pis. Bebió del grifo. Durmió solo una hora.

Cuando despertó a la mañana siguiente todo tenía en su cabeza la consistencia de un sueño. No hablaron de lo que había ocurrido. Como en un pacto tácito. Durante la comida Natalia estaba preocupadísima con la falda de Never Enough. La posibilidad de ganar había crecido en su cabeza por más que luchara por rechazar la idea. Las mayores decepciones proceden de las mayores ilusiones. Todas insistían. Y era verdad que su paso por el concurso había trazado un camino ascendente. Parecía haberle dado el sorpasso a todos a partir de The Scientist. "¡Natalia ganadora! ¡Natalia, te como el coño!". Alba se levantó a cerrar la ventana para apagar la voz de los velocirraptores. Sonrió de oreja a oreja sin mirar a nadie y pensó "no. Se lo voy a comer yo".

Expulsó la última bocanada y tiró la colilla lo más lejos que pudo. Luego entró y subió las escaleras lentamente. Estaba tan cansada. Entonces recordó que al día siguiente conocería a Zaz y que cantaría con ella y su carita se iluminó. Cuando regresó a la sala ya estaban cenando.

Albalia y la máquina del tiempoजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें