20. Dark, trash

846 42 0
                                    

23 de mayo de 2025. Natalia, sola en una habitación de hotel de Londres, rememora algunos momentos vividos con Alba en 2019, en los primeros días de su relación.

Recuerdo qué raras eran aquellas noches en las que salíamos todos juntos por Madrid. Solían estar Pablo y María. A veces estaba Marta. Durante algún tiempo también Miki y Joan. En mi cabeza aquellas noches se confunden. Son una sola noche interminable en un lugar oscuro. Casi siempre en una especie de café-concierto en penumbra con un escenario bañado de luces rojas. Otras veces en una sala de fiestas de dos pisos y pequeños reservados en la primera planta. ¿18 y medio? No recuerdo el nombre del garito. Pero nos reuníamos allí y bailábamos y bebíamos hasta que se nos iba la pinza. Hay una noche que recuerdo especialmente, creo que de marzo. O abril. Al principio. Nos habíamos hablado todos por el grupo de whatsapp y habíamos quedamos en vernos allí. Yo llegué con Mikel y no me sentía nada bien. Bueno, no sé si me sentía mal en aquel momento o es ahora al recordarlo cuando... en fin, el tiempo modifica los recuerdos, la memoria se reconstruye a su manera, en esto no hay verdades absolutas. Y sabes, me alegro de que la memoria no sea una ciencia exacta. Me alegro. Puede que la tristeza que siento ahora esté tiñendo mi recuerdo. Tal vez. Me parece que Pablo pinchaba allí esa noche y cuando entramos Mikel y yo estábais hablando en grupo, con una copa en la mano. María riendo a mandíbula batiente con una de sus amigas locas. Miki y Joan haciendo coreografías absurdas. Tú con tu copa y tu sonrisa. Con unos pantalones de cuero negro ceñidos y unos tacones de infarto. Os saludé y os besé a todos con el mismo entusiasmo. Eran momentos de máxima simulación. Yo me sentía tensa contigo y Mikel allí, los dos en el mismo metro cuadrado, comentando cualquier cosa con una cordialidad normal: érais mi novio y mi amiga. O eso parecía. Eso nos habíamos propuesto hacer creer. Tú me habías contado que te estabas liando con otra persona. Todo bien, teníamos una relación abierta. No queríamos complicarnos la vida con eso. No en aquel momento de actos promocionales y sesiones interminables en el estudio tomando decisiones que iban a marcar nuestra carrera. Fuimos a la barra a por una copa juntas y creo que hice algún comentario sobre tus zapatos. "Nunca habías sido tan alta", o algo así. Respondiste con una carcajada y poco más. Estabas hermética aquella noche. O al menos al principio. Luego el alcohol empezó a aflojarnos y cruzamos un par de miradas peligrosas. Bailabas con los movimientos mecánicos de una muñeca celestial y diabólica. Eras una puta contradicción. En algún momento la gente hizo un corrillo a nuestro alrededor mientras improvisábamos un baile dark, trash, trap... ya no recuerdo. Mikel y Joan se enzarzaron después en una acalorada conversación sobre un grupo de moda. Mikel tenía ideas para un videoclip y estaba eufórico con eso. Joan asentía a todas sus descripciones de planos y movimientos de cámara y aportaba detalles loquísimos dictados por el alcohol que llevaba en sangre. Yo me abrasaba por dentro. Por decirlo de alguna manera. Te veía hablar y reír con unos y con otras, amigos de Pablo y María que acababan de llegar. Con la tía que siempre invitaba a speed al que quisiera. Yo, la racional Natalia Lacunza, la que siempre lo tenía todo controlado, estaba repentinamente loca y el mundo podía pararse. Aquella noche te hubiera cogido de la mano para saltar las dos juntas de un mundo a otro. Bajarnos de aquel y quedarnos solas en nuestro propio mundo. Pero no podía ser. Al menos no aquella noche. Entonces, a la tercera copa más o menos y aprovechando que todo el mundo estaba pasadísimo, te agarré de la mano y te llevé al baño. Te juro que nunca he vuelto a hacer nada parecido. Te metí en un servicio y cerré la puerta. Sentía una necesidad brutal de poseerte, de saber que eras mía. Te puse de cara contra la pared y te rodeé la cintura con el brazo. Te mordí la nuca y sentí la tensión de tu cuerpo. Creo que no intercambiamos ni una sola palabra. Te desabroché los pantalones y te metí la mano en las bragas. Te follé hasta que te corriste y yo me corrí también sin que me hubieras puesto un dedo encima. Después nos besamos como la primera vez, desesperadas. Queriendo bebernos la una a la otra. Tocándonos como si no pudiéramos creer que el cuerpo de la otra era real y por entero disponible a nuestro deseo. Cuando llegamos donde estaban los demás más o menos recompuestas apuramos nuestras copas de un trago. Mikel dejó su conversación con Joan y se acercó a mí para darme un beso. Yo estaba nerviosa y me agaché para atarme los cordones. Cuando volví a buscarte con la mirada ya no estabas allí.

Albalia y la máquina del tiempoWhere stories live. Discover now