17. Disobedience

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29 de julio de 2019. Isla del Hierro. Canarias

Por un escarpado desfiladero que sube hasta una cumbre y luego baja hasta una playa avanzan con paso lento dos figuras femeninas. Delante, la más alta lleva a la espalda un bulto que parece una guitarra metida en su funda. Hacen un pequeño alto en el camino para luego seguir descendiendo. La más bajita, con las suelas de sus botas de trekking bien clavadas en el pedregoso sendero, se asoma hacia el mar, cierra los ojos y abre los brazos, como recibiendo con gratitud y serenidad la brisa que sopla desde el Atlántico. El océano es de un azul intenso que contrasta con la arena negra y volcánica de la cala a la que se aproximan.

Junio ha sido un mes lleno de conciertos de OT por toda la geografía peninsular desde Barakaldo hasta Málaga y ahora, aprovechando el parón veraniego, Natalia y Alba han decidido hacer una breve escapada juntas. Aquella isla les pareció el destino ideal porque además de disfrutar del senderismo y el mar podrían hacer parapente, el deporte de moda en las islas occidentales del archipiélago.

Llegan a la pequeña playa desierta y dejan sus cosas sobre la arena. Natalia coloca su guitarra con cuidado sobre una toalla y va hacia donde está Alba. Le quita la visera que lleva puesta y le dice:

-No entiendo cómo has podido quemarte con la gorra puesta y protección 40, bebé.

- Debe ser por la brisa -responde Alba con voz grave.

Con rápido movimiento, Natalia saca de su mochila un bote de crema y extiende un poco por toda la cara de la rubia, que se somete dócilmente a esta maniobra cerrando los ojos y con los brazos en jarras.

- Ya estás-. Natalia sonríe y mientras se deja caer en la toalla examina con satisfacción el cuerpo de Alba en bikini.

- ¿Te echo crema yo a ti?

- Vale, un poco en los hombros y en la espalda -responde Nat desviando la mirada hacia el mar.

Y Alba, de rodillas en la toalla de Natalia, le extiende la loción protectora y al terminar se inclina hacia delante y le da un besito cerca de la oreja. Entonces Natalia toma a su amiga de la barbilla y girándose le da un beso en los labios. El beso se prolonga y acaban rodando por la toalla entre risas, pero detienen el jueguecito y deciden ir a bañarse.

Antes, Natalia saca su iphone de un bolsillo para subir una storie pero resulta que no hay cobertura. Había grabado unos vídeos haciendo una cover de Lorde en casa de María y de Pablo, con ellos escuchándola sentados en el sofá de su casa de Madrid. El plan era ir subiendo a instagram trozos de ese vídeo madrileño en los días del Hierro para despistar a sus fans sobre su paradero real.

- ¿Aquí no llega el 4G? -pregunta Natalia entre indignada y divertida.

- Bah, ya subirás eso luego en el hotel-. Y Alba tira de ella para llevársela a la orilla.

La noche anterior habían visto en el hotel Disobedience, una película de 2017 que cuenta la historia de una fotógrafa (Rachel Weisz) que regresa de Nueva York a Londres  para asistir al funeral de su padre, un eminente rabino. En un ambiente de judíos ultraortodoxos del que ella escapó un tiempo atrás, se reencuentra con la que fue el amor de su vida (Rachel McAdams), que se ha casado con su mejor amigo para intentar llevar una vida "normal". Pero al verse de nuevo descubren que la atracción mutua sigue viva. Intentan luchar contra este deseo evidente pero acaban sucumbiendo, se van a un hotel en un barrio apartado y en ese hotel tiene lugar una escena de sexo bastante brutal pero realmente encantadora. Si habéis visto esta escena podréis imaginar con bastante exactitud cómo follaron Natalia y Alba cuando llegaron a ese hotel del Hierro dos días atrás, después de dos semanas sin verse.

Dentro del mar, Alba se encarama a Natalia como un bebé de koala albino y juegan como dos niñas pequeñas.

Nadan un poco cada una por su lado y al salir a Alba la arrastra una ola y acaba de rodillas sobre la orilla pedregosa. Natalia acude en su auxilio.

- No ha sido nada, dice Alba con un poco de susto, comprobando que la sangre no ha llegado a brotar en sus piernas.

Pero también se ha arañado la mano al apoyarla intentando resistir al avance de la ola. Un pequeño cristal o una afilada esquirla de roca ha debido clavársele en la yema del dedo índice y ahora contempla una gota de sangre rojísima, perfectamente formada y detenida sobre su piel.

Enfrente de ella, Natalia toma a Alba de la muñeca y atrae su mano hacia ella para ver mejor la herida. Y sin que Alba pueda oponer resistencia, se lleva a la boca el dedo de Alba y allí lo retiene unos segundos. Saborea el sabor salado y metálico de la sangre y Alba siente un ligero escozor.

- En el hotel hay un botiquín, allí podrás curarte la pierna raspada -dice Natalia.

- Qué ganas tengo de volver al hotel -repone Alba.

- ¿Para curarte?

- No, para empotrarte.

Albalia y la máquina del tiempoWhere stories live. Discover now