24. Miss Sango

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27 de septiembre de 2019. 23.46 pm. Teatro Lara. Malasaña

La última función semanal de La Llamada ha terminado. Marta lleva casi un mes actuando en esta irreverente e itinerante obra de los Javis. Famous ya no es Dios pero Marta sí es una monja cantante de gospel que se enamora de una chica que está bajo su custodia en un campamento de verano. El mensaje de la obra podría ser más o menos este: Love is love, caiga quien caiga. O: Love happens, pese a quien pese. Estos eslóganes, impresos en carteles o en camisetas están muy bien en Malasaña, el mejor de los mundos posibles. Pero la homosexualidad es ilegal e incluso castigada con la pena de muerte en 70 países. Algunos vivimos en 2019; otros en la alta Edad Media. Y la iglesia católica en su propia burbuja.

Además de cantante incipiente y actriz ocasional Marta ha leído mucho, ha estudiado mucho y ahora está a un paso de dominar el arte de la oratoria y salir airosa de cualquier debate público sobre derechos humanos y temas LGTBI. Sin embargo un muro de castidad rodea a su persona. Ahí está, sola en el camerino, quitándose el hábito y la toca después de una jornada extenuante. Gesticula ante el espejo. Acaba de ver el documental Miss Sharon Jones en Netflix, que la ha dejado impactadísima. Tratando de imitar a su nueva ídola, canta una estrofa de His Eye Is on the Sparrow usando su puño cerrado como micrófono antes de cambiarse de ropa. Su potencia, su registro y la coloreada textura de su voz multifacética ha resonado hace poco en aquel teatro con una fuerza inaudita. La gente no paraba de aplaudir. Algunos han venido tres o cuatro veces solo para volver a escuchar a Miss Sango.

Marta sigue siendo virgen. Ha estado tan centrada en su carrera y en su formación a diferentes niveles durante los últimos meses que apenas ha tenido tiempo para pensar en nada más. Sus preferencias sexuales están más que confirmadas y aunque se ha sentido atraída por alguna chica, solo ha sido un cruce fugaz de miradas en un bar o por la calle...

Pero ahora hay alguien que le gusta. Es una periodista llamada Sofía que la entrevistó tras su debut en la obra. Sofía acudió con su equipo y filmaron una breve charla para un canal de youtube ante el photocall del teatro. Hubo entre las dos una complicidad notoria y al terminar la entrevista rieron al comprobar que sus gustos coincidían en el ámbito musical y en el cinéfilo.

Mientras los chicos editaban allí mismo la entrevista, Sofía y Marta se retiraron a un rincón para seguir hablando un rato más. Se miraban a los ojos con entusiasmo. Alguien que las hubiera estado observando a cierta distancia sin duda pensaría que eran viejas amigas. O en todo caso buenas amigas. Se habían cruzado esa noche por casualidad por un motivo profesional. Podrían perfectamente no volver a verse. La conversación tendría que terminar forzosamente en unos minutos y tal vez ninguna de las dos diese el paso que las permitiera encontrarse de nuevo. Sofía, que tiene algo más experiencia que Marta en lo que a ligar se refiere, decide en un momento dado de la conversación dar un paso hacia el contacto físico, uno muy pequeño y justificado: Sofía agarra suavemente a Marta de la muñeca para ver más de cerca su tatuaje, que dice "Michael Jackson". Va un pasito más allá y toca la inscripción con las yemas de sus dedos, acariciando de lado a lado toda la superficie de ambas palabras.

- ¿Te dolió?

- Que va. No me dolió nada. Me dolió más el ataque de la gente que empezó a recriminarme que me había tatuado el nombre de un violador y de un pedófilo.

- Ya lo sé, seguí la polémica en twitter -responde Sofía, que ha decidido ponerse por entero de parte de Marta porque obviamente le gusta mucho.

- Michael Jackson dejó una impronta indiscutible en la música. Hizo grande el pop- sigue Marta, justificando su postura-. Su vida privada fue la que fue. Muy complicada. Fue un niño estrella explotado por su padre. Todo eso. Yo no le puedo juzgar. No desde un punto de vista moral. O sea, su música no vale menos porque su vida privada haya estado llena de...

- Completamente de acuerdo -responde Sofía-, impresionada por la argumentación de Marta, el brillo de sus ojos y su lenguaje corporal.

"Esta tiene que ser una fiera en la cama" -piensa Sofía mientras Marta gesticula con las manos. Porque esa es exactamente la imagen que da Marta: potencia. Potencia en cualquier cosa que hace. Pero hay cosas que nunca ha hecho. Tiene 19 años, tampoco es para tanto. Ahora siente un ligero escalofrío porque se acaba de dar cuenta de que Sofía le está tirando fichas. Pero no sabe qué hacer.

El hall del teatro se está empezando a despejar y el conserje mira tajantemente a las personas que aún pululan por allí. "Sofía, nos vamos", dicen los cámaras. Ella les hace un gesto con la cabeza indicando que ya va.

- Subiremos mañana la entrevista. Hacia el mediodía -le dice Sofía a Marta luchando mentalmente por encontrar una manera de volver a verla.

- Oye, pues envíame el link por whatsapp. A ver, te doy mi número.

El intercambio de números es sin duda un paso significativo. Significativo para Marta, que se siente como si estuviera corriendo los 100 metros lisos. Pero insuficiente para Sofía, que quiere avanzar hacia una cita real. En el último momento la periodista se ilumina y le dice:

- Oye, ¿te gusta el microteatro?

- Me flipa, sí.

- Pues mañana hay un espectáculo en un local de la calle Molino de Viento y tengo que ir. ¿Te apuntas? Es aquí cerca.

- Ay, vale -acepta Marta, entre sorprendida y asustada.

- Pues te escribo mañana y te digo la hora y la dirección exacta -añade Sofía con una sonrisa radiante.

Se dan dos besos y un abrazo y se separan.

"Madre mía-madre mía-madre mía" -piensa Marta mientras recoge su mochila para salir del teatro.

"Madre mía-madre mía-madre mía" -piensa Marta mientras recoge su mochila para salir del teatro

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Albalia y la máquina del tiempoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz