Capítulo I: Reclamado

8.7K 483 43
                                    

Advertencia: contenido EXPLÍCITO. Lee bajo tu responsabilidad.


Fue el día después del Baile de Yule cuando sucedió.

Harry sintió que un hilo de algo se rompía en él, y se puso rígido. «Oh, no», pensó frenéticamente. «¡No ahora!». Se puso de pie, golpeó el tablero de ajedrez y logró que varias piezas se movieran, haciendo que empezaran a gritarle en su agitación.

—¿Compañero? ¿qué pasa? —preguntó Ron, levantándose también.

—Me tengo que ir —dijo Harry a toda prisa, tratando de correr más allá del pelirrojo.

Ron lo agarró del brazo, deteniéndolo. —¿Qué pasa, Harry? ¿ir a dónde? —preguntó desconcertado.

Harry podía sentir la picazón bajo su piel, aumentando con cada segundo. —Yo sólo... me tengo que ir —repitió, luego bajó la voz—. ¡Antes de que los Alfas me huelan! —siseó.

Los ojos de Ron se agrandaron en reconocimiento, y soltó a Harry, asintiendo. —Correcto. Supongo que... nos vemos en unos días, entonces.

Hermione lo miró con el ceño fruncido mientras Harry corría por el agujero del retrato, pensando: «¡Severus, Severus, tengo que llegar a Severus!»

Harry estaba a varios pies del retrato cuando escuchó a un chico mayor gritar—: ¡Para! —En un tono de voz dominante.

El pánico se apoderó de su corazón cuando su cuerpo casi obedeció a la voz, haciéndole tropezar. «Alfa». Su cerebro suministró, inmediatamente seguido por, «¡no es mi Alfa!»

Siguió corriendo, dirigiéndose directamente hacia las mazmorras tan rápido como pudo. Escuchó la persecución del Alfa, junto con lo que sonaban como otros dos. Harry fue rápido, y se dirigió a las escaleras, tomándolos de tres o cuatro a la vez, de alguna manera logrando no tropezar mientras aceleraba, corriendo por su vida, o más precisamente, por su virtud.

Afortunadamente, las escaleras parecían querer que escapara, pues no se movieron mientras corría, dirigiéndose cada vez más hacia las entrañas del castillo. Llegó a la puerta de las habitaciones de Severus y jadeó la contraseña, se deslizó y cerró la puerta detrás de sí mismo, arrojando su espalda contra ella cuando escuchó a los Alfas llegar a ella, incapaces de pasar.

Dobló el pecho mientras los puños golpeaban la puerta y la advertencia gruñida desde el pasillo hasta llegaba a sus oídos.

—¿Harry? —preguntó Severus, sentado detrás del escritorio que tenía en sus habitaciones, con una pila de ensayos frente a él y una botella de tinta roja con una pluma en su mano derecha—. ¿Qué pasa, y por qué están allí? —Sus ojos se agrandaron cuando el olor de Harry flotó más allá de su nariz, poniendo su pulso a palpitar y su cabeza a flotar. Él se paró—. ¡Querido Merlín! ¿Tienes idea de lo peligroso que es esto? Tenemos que llevarte al Ala del Hospital...

Harry negó. —No puedo. Tres salas de cuarentena. Zabini, los gemelos... —explicó, cerrando los ojos mientras su cabeza daba vueltas, atrapando el olor de Severus desde todos los ángulos, inflamando aún más su calor—. No hay espacio para más. ¡Necesito...! ¡Severus, por favor! —le suplicó, abriendo los ojos y mirando al hombre.

Severus abrió la boca, esperando obtener un respiro de unos pocos minutos al no oler activamente el olor embriagador de Harry. Empeoró las cosas. No sólo lo estaba oliendo, ahora podía saborearlo; dulce y espeso en su lengua. —No —susurró—. ¿Cómo lograste llegar hasta aquí, con esos Alfas persiguiéndote? Lo primero que intentarían sería ordenarte que dejaras de correr...

ReclamadoWhere stories live. Discover now