Capítulo 1

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–¡Ethan! ¡Despierta o llegaras tarde!

La madre de Ethan siempre le despertaba así. Aporreaba su puerta y le llamaba para que se despertara. Su madre era psicóloga y su padre neurocirujano, eran unos de los mejores profesionales de la ciudad.

Su madre le había dicho millones de veces que no era muy recomendable poner la alarma. Se había tragado millones de lecciones de psicología durante dieciocho año, pero aunque su madre le insistía en que pusiera una alarma luminosa, aquello no le funcionaba.

–¡Ethan!– Volvió gritarle.

–Que ya voy, que ya voy...– Se quejó levantándose. O al menos lo intento. Su perra Sasha, una golden retriever preciosa, siempre dormía con él, y a veces, le dificultaba el trabajo de levantarse de la cama.– Venga, Sasha. Hora de levantarse.

Se levantó de la cama con los ojos cerrados y fue hasta el baño para pegarse una ducha y despejarse de una vez. Le encantaba dormir, pero odiaba despertarse. No era persona hasta que se tomaba su primer café.

–Buenos días.– Saludó entrando en la cocina donde sus padres y su hermana de ocho años, Lexie, le esperaban.

–Hola, chaval. ¿Café?

–Dios, si.– Dijo cogiendo la taza.– Gracias papá.

–¿Quieres tortitas?– Le ofreció su madre.

–No. Con el café y una magdalena voy bien.

–¿Solo vas a desayunar eso?

–Mamá, eres psicóloga no nutricionista. Además, llegó tarde.– Dijo y le dio un beso a su madre para despedirse y luego a su madre.– Nos vemos luego. Adiós, Lex.– Dijo devolviéndole el pelo a su hermana.

Se terminó el café de un trago y después salió disparado hacia la puerta seguido de Sasha. Aquella perra le adoraba, y cada vez que salía corriendo hacia la puerta se pensaba que iban de paseo. Por eso Ethan siempre tenía una pelota cerca de la puerta para distraerla y poder irse.

–¡Sasha, busca!– Dijo lanzándole la pelota.

Delante de casa, todas las mañanas siempre le esperaba su mejor amigo Marcus en su coche. Le recogía y le llevaba al instituto. Vivían en un barrio de Los Ángeles, aunque era más bien en las afueras de la ciudad, cerca del instituto.

Se conocían desde que tenían cinco años. Marcus siempre pasaba con su bici por delante de su casa hasta que un día, vio que Ethan estaba jugando en el jardín, le invitó a quedarse y desde entonces no se habían separado.

Cuando llegaron al aparcamiento del instituto, Ethan vio un coche negro con los cristales casi tintados del todo. Se preguntó que hacía aquel coche allí, conocía todos los coches de los alumnos y aquel no lo había visto nunca.

–Tío, ¿en que planeta estas?

–¿Has visto ese coche?

–Si... Lleva dando vueltas por la ciudad casi una semana.

–¿Una semana? ¿Como no me he dado cuenta?

–Porque apenas levantas la vista del suelo cuando caminas.– Dijo, Ethan se dio cuenta de que lo estaba haciendo entonces y levantó la cabeza.– ¿Qué planes tienes para este fin de semana?– Le preguntó Marcus una vez que llegaron al instituto.

–No lo sé. Probablemente me quede en casa.

–¿En casa? Tío, Harley Dauson da una fiesta en su casa el sábado. Va a ir todo el mundo, no puedes faltar.

–No, Marcus. A mí no me invitan a esas cosas.– Dijo y dejó pasar a su amigo primero a clase.– Tu eres el popular y yo el empollón.

–No te llames así.– Dijo dándole un toque en la cabeza mientras se sentaban en sus sitios.

Ethan siempre había sido listo. Nunca suspendía un examen, pero tenía un problema: tenía testofobia. Cada vez que le ponían un examen delante le entraba el sudor frío, le temblaban las manos, se le nubla a la vista y le entraban ganas de vomitar. De no ser por Marcus, que siempre le ayudaba a calmarse, ni siquiera entraría a clases en época de exámenes.

Pero a pesar de todo eso, sus notas siempre eran las mejores de clase. De hecho, hace unas semanas habían tenido un examen de álgebra y aquel día, cuando les dieron las notas, obtuvo la más alta.

–9,75.– Dijo Marcus mirando el examen de Ethan a la hora de la comida.– ¿En que demonios te has equivocado?

–No lo sé. Ya sabes que el Sr. Tyson es muy puntilloso.

–Si, si.

–¿Qué has sacado tú?

–No me humilles de esta manera.

–No seas idiota.– Le dijo Ethan con una risa y le cogió el examen.– 5,80. No está mal.

–¿Me dejas entregar tu examen en casa?

–Ni hablar.– Dijo recuperando su examen.– Si hubiera sacado tu nota, mis padres me mandarían a un internado en Suiza.

–Los alpes suizos son bonitos...– Ethan se rió.– No enserio, no aguantaría ni un día sin tu cerebro privilegiado.

–No tengo un cerebro privilegiado. Simplemente estudio más que tú.

–Eso no es verdad.– Dijo Marcus y bebió de su refresco.

–Te fuiste de fiesta el día antes del examen de ciencias.

–Eso es verdad.– Marcus le robó un par de patatas fritas a Ethan.– ¿Entonces vienes conmigo a la fiesta de Harley el sábado?

–Por supuesto, mi amor.

–¿Enserio?

–No.

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