Capítulo 37

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Vera pensó que su charla con Arya le reconfortaría un poco. Pero ¿en que estaba pensando? Por supuesto que iba a hacerla sentir horrible. Ella había sido la culpable de todo aquello, y Arya tenía razón, lo había mandado todo a la mierda.

Paseó por el pasillo donde estaban las celdas de las demás intentando mantener la cabeza alta. Pasó por la celda de Daniel y escuchó que aporreaba a la puerta mientras gritaba. Les preguntó a los guardias si podía hablar con él pero solo le permitieron abrir la pequeña ventana por la que entraba la comida.

–¿Qué ocurre?– Preguntó ella.

–¿Qué que ocurre? El otro día escuché gritar a Mika en los pasillos. La llevaban a ver a Terence.– Se acercó a Vera.– ¿Por qué yo no puedo ver a Arya?

–No lo sé, Daniel. Te prometo que no tenía ni idea de eso.

–¿Sabes, Vera? Puede que hace una semanas te hubiera creído, pero ya no me creo ninguna de las palabras que salen de tu boca.

–Cree en estas:– Dijo sería acercándose para susurrarle un poco.– Volverás a verla antes de lo que crees.

Daniel se quedó pensando en lo que Vera dijo hasta que se cerró la puertecita. Vera miró con rabia a los guardias y después ella marchó.

Las celdas de los chicos estaban en un nivel inferior al resto del complejo, cosa que nunca entendió. Era como si la gente que estuviera encerrada allí no fuera tan importante. Se acercó al ascensor en silencio y cuando las puertas se abrieron, vio a su padre escoltado por dos guardias.

–Vera.– Dijo sorprendido.– ¿Qué haces aquí?

–Trabajaba. ¿Y tu?

–Quería recoger una cosa.– Dijo mientras ella entraba en el ascensor.

–Creí que los laboratorios de las sub-plantas no se usaban.

–Se usan para cosas más peligrosas. Por eso están aisladas.

–Ya... ¿Y que has ido a buscar?

–Este prodigio.

Su padre se dio la vuelta hacia el guardia que estaba detrás de él. Vera no se había dado cuenta de que llevaba un maletín, pero en cuanto su padre le hizo una señal, lo levantó y lo abrió. Dentro había una especie de collar para perros eléctrico, cosa que no le inspiraba confianza.

–¿Eso es para el perro que no tenemos?

–Esto, cielo, es un collar de control. En cuando Ethan alcance todo su potencial será más fuerte, más rápido, más inteligente, más... todo. Y entonces le colocaremos esto en el cuello y ya no querrá irse nunca.– Sonrió.

–¿Y él va a estar de acuerdo con eso?

–¿Está de acuerdo con lo que hacemos ahora?– Dijo cerrando al maletín cuando las puestas del ascensor se abrieron. Su padre salió a toda prisa seguido de sus guardas y de Vera.

–De eso también quería hablar. ¿Le estáis dando alguna clase de medicación o algo?

–Nada que él no quiera.

–No estoy segura de que Ethan quiera algo de eso.

–No te preocupes. Como he dicho, una vez que tenga el collar, no querrá irse.

–Y... tampoco me has contado que quieres hacer después de esto, ni por qué Mika y Terence se han visto...

–No necesitas saber todo eso.

–¿Hugo lo sabe?

–Hugo siempre fue más intuitivo. Tu eres más... cabezota.

–Eso es un si.– Dijo molesta.

–Vamos, Vera. Esto no es la guardería. No hace falta que pelees con tu hermano.

–Yo no quiero pelear, pero si le hacéis algún mal al mis amigos, creo que voy a empezar a hablar bien claro.

–¿Tus amigos?– Dijo su padre parándose frente a su hija.– ¿Los consideras amigos?

–No son mi misión. Son personas.

–Vera, creo que a partir de ahora deberías empezar a ver, oír y callar.

–¿Me estás mandando al banquillo?

–No quiero hacerlo, pero si vas a dar problemas, y te aconsejo que no lo hagas, no me quedará más remedio que hacer lo que tenga que hacer.

Gerard siguió su camino mientras Vera se quedaba clavada en su sitio. Pues claro que su padre la sacaría del tablero si amenazaba su objetivo final, que conociéndolo, sería algo ambicioso como utilizar la inteligencia de Ethan con fines propios. Algo como intentar presidir el país o convertirse en el hombre más importante del mundo. Si, mucha gente pagaría por conseguir un poder parecido al de Ethan.

A Vera se le cayeron los techos encima con todo aquello. Su padre era capaz de eso y mucho más, y se estaba empezando a dar cuenta realmente de la gravedad de la situación. Ella había metido a todo el mundo en aquel lío, y ella les iba a sacar.

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