Capítulo 6

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Aquella noche, cuando sus padres llegaron a casa, Lexie cumplió su promesa de no decirles nada acerca de que Ethan había llegado antes a casa. Marcus se había marchado minutos antes de que ellos llegaran, más que nada, se había quedado para asegurarse de que Ethan estaba bien. Muchas veces decía que estaba bien y no era cierto solo para no preocuparle.

Una semana más tarde, todo seguía igual. Incluso todos empezaban a acostumbrarse a los coches negros que iban y venían por el barrio, hasta que un día desaparecieron. Nadie los vio y a nadie le importó.

Durante aquella mañana, Ethan se sentía tan relajado que apenas se acordaba del incidente del examen de hace una semana. Pero cuando llegó la hora de volver a casa, la Sargento y dos hombres aparecieron en las puertas del instituto.

–¿Ethan Monroe?– Dijo seria.

–Si.– Dio un paso al frente.– ¿Qué hace usted aquí?

–Necesitamos que vengas con nosotros.

–En realidad, le llevo yo a casa.– Intervino Marcus.

–No es una sugerencia.– Dijo uno de los guardaespaldas de la Sargento haciéndose a un lado y ambos vieron uno de los coches negros que se paseaban por la ciudad.

–Necesitamos hablar seriamente contigo, Ethan. Y sería genial poder hacerlo en privado.

Marcus cogió a Ethan del brazo y le dio media vuelta para hablar en privado con él un segundo.

–Esto no me gusta, Ethan.

–A mi tampoco, ¿pero que puedo hacer?

–¡Decir que no!

–Ya has visto los coches, Marcus. Están por toda la ciudad, y no quiero que si no acepto por las buenas, hagan esto por las malas.

–¿Qué van a hacer? ¿Secuestrarte?

–No lo sé. Pero prefiero no correr el riesgo.

–Estas como una cabra.

–Si, pero, tío, ahora vete a casa.

Marcus dedicó una última mirada de odio a la Sargento y después se marchó. No quería hacerlo, pero solo querían a Ethan, y le superaban en número, así que decidió usar el cerebro por una vez y marcharse.

–Estupendo.– Dijo la mujer cuando Marcus se marchó.– Podemos irnos.

–¿Irnos? ¿A donde?

–A mi despacho, en el centro. Hay un montón de cosas que quiero contarte.

No sería la primera vez que por culpa de su estúpida curiosidad, Ethan fuera a meterse en problemas.

La mujer guió a Ethan hasta el coche escoltados por los otros dos hombres y después dejaron que Ethan entrara primero en el coche. Tenía los cristales tintados y los asientos de cuero. Ethan se sentó junto a la Sargento mientras los otros dos se sentaban delante y arrancaron el coche.

–Supongo que lo primero es presentarme. Me llamo Eleanor Penhallow.– Dijo tras un largo tramo en silencio bastante incómodo.

–¿Penhallow?– Preguntó Ethan confundido pero ella le ignoró.

–Verás, Ethan. Gracias a tu examen hemos descubierto que eres más listo de lo que esperábamos.

–¿Mi examen? Seguro que no, apenas contesté tres preguntas. Me debe de estar confundiendo con otro.

–No, chico. Seguro que no.– Penhallow sonrió. De repente a Ethan montarse en aquel coche no le pareció tan buena idea.

–¿Por qué vamos a su despacho exactamente?

Antes de que Penhallow pudiera contestar a Ethan, sintieron que el coche chocó contra algo. O que algo chocó contra el coche.

–¿Qué ha sido eso?– Preguntó Ethan asustado.

–No lo sé. Quédate aquí.– Dijo antes de bajar del coche.

Ethan se sintió tranquilo cuando se quedó solo. Podía escuchar que algo pasaba fuera, y que no era nada bueno, así que decidió escuchar, más que nunca.

–¿Qué es lo que pasa?– Preguntó Penhallow.

–Alguien ha disparado y nos ha pinchado la rueda.

–¿Pero quien sabía que lo teníamos?

–Nadie.

–¿No habrá pedido ayuda él, verdad?

–No, ni siquiera sabe lo que pasa.

–¿Y si se entera?

–No podemos permitirlo. Si realmente es el 100% debemos neutralizarlo y mantenerlo bajo control lo antes posible.

Ethan no entendió del todo la conversación, pero lo de "neutralizarlo y mantenerlo bajo control" fue suficiente para que le entrase en pánico. Sabía que si seguía en el coche cuando cambiasen la rueda y se pusieran en marcha, no acabaría nada bien. Así que decidió, hacer algo que no hubiera hecho hace una semana. Abrió la puerta contraria al lado de donde habían pinchado la rueda y salió corriendo.

Siempre había pensado que era demasiado cobarde como para hacer algo así, por eso por un momento, incluso se le pasó por la cabeza volver al coche.

Cuando quiso darse cuenta, vio que estaba en el centro de Los Ángeles. Casi nunca iba allí, con lo cual se orientaba fatal, además, en cuanto Penhallow y sus hombres se dieran cuenta de que no estaba, irían tras él.

Corrió todo lo que pudo por las calles sin parar. No tenía ni la más remota idea de a donde iba hasta que alguien le cogió del brazo y le escondió en un callejón. Quienquiera que fuera, le hizo esconderse tras un contenedor y mantenerse callado a tiempo que los hombres de Penhallow pasaron corriendo delante de él. El corazón le iba tan rápido que pensaba que en cualquier momento se pararía de golpe.

Cuando el peligro pareció haber pasado, la persona que le escondió le hizo salir y por primera vez, Ethan pudo fijarse en que era una chica, con el pelo largo y negro recogido, la piel blanca como la nieve y ojos azules como el mar.

–¿Eres Ethan Monroe?– Le dijo ella con un tono bastante tranquilizado a la par que dulce.

–S-si...

–Vale. Vamos, no tenemos mucho tiempo.– Dijo cogiéndole la mano y salió corriendo.

–¿A donde vamos?

–A un lugar seguro.

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