Capítulo 38

38 0 0
                                    

Terence había pasado todos los días desde que llevaron a Mika a su celda pensando en ella. Tenía muy claro que no iba a aceptar el trato de Hugo, pero estaba empezando a pensar que nunca volvería a ver la luz del sol.

Ni siquiera sabía que hora era. Nada de relojes ni de ventanas le volvía loco. Estaba tumbado en la cama intentando pensar en algo que no fuera aquella celda cuando de repente la puerta se abrió. Pero no se abrió solo la ranura de la comida, como siempre. La puerta se abrió de golpe asustándole y vio a Yurgen en la puerta sujetando el mismo rifle que tenían los guardias.

–¡Joder!– Gritó Terence sobresaltado y poniéndose la mano en el pecho para que no se le saliera el corazón.– ¿Pero que demonios haces aquí?

–¡Yo salvar culo a ti!

–¿Qué?– Terence se levantó y de repente también apareció Daniel, con la misma arma de Yurgen.

–¿Vienes o prefieres quedarte aquí hasta que te maten?

–¿Pero como habéis...?

–Vera.– Dijo Daniel dándole a él también un arma.– Tenemos diez minutos para reunirnos todos y llegar al angar, robar un coche y salir pitando.

–¿Estas hablando enserio?

–Ne. Esto ser alucinación hecha por pollo mal estado.

–Vale...– Terence suspiró mirando el arma.– ¿Y que pasa con Ethan?

–Vera ha dicho que se encarga ella, nosotros solo tenemos que encontrar el coche.

–¿Podemos fiarnos de ella?

–No sé tu, pero yo voy a aprovechar esta oportunidad aunque muera en el intento.

Terence lo pensó unos segundos y después preparó su arma para disparar. Las chicas habían salido antes de que fueran a buscar a Terence para poder ganar tiempo a la hora de buscar el coche, así que los chicos corrieron en su busca. Se cruzaron un par de veces con guardias a los que dispararon y dejaron fuera de combate, no podían permitir que nadie estropeara aquella oportunidad.

Cuando llegaron al angar, vieron a las chicas junto a un coche, y cuando ellas les vieron, corrieron hacia ellos. Arya fue directa a abrazar a Daniel como si no hubiera un mañana, pero Mika, corrió hacia Terence, le agarró de las mejillas y le besó sin que él pudiera evitarlo.

–Ah... Yo necesitar mujer rusa.

–No te lo dije entonces, pero yo también te quiero.– Le dijo Mika al separarse.

–Has tardado en darte cuenta, pero me vale.– Terence se rió.

–¿Y que pasa ahora?– Preguntó Arya.– Estamos juntos, ¿que tenemos que hacer?

–Esperar.– Dijo Terence cogiendo a Mika de la mano.– Y confiar en que Vera consiga traer a Ethan antes de que sea tarde.

Al otro lado del complejo, Ethan intentaba dormir un poco. Seguía encadenado a la pared, drogado, y con la cabeza a punto de explotar. Era como si dentro de él hubiera una burbuja y fuera a explotar en cualquier momento. Por eso quería dormir. Cuando dormía, esa burbuja perdía fuerza y le dejaba tranquilo, por desgracia, llevaba días sin poder pegar ojo si no era por las drogas que le inyectaban todos y cada uno de los días. Siempre a la misma hora, la puerta se abría y un enfermero entraba con la jeringuilla en una bandeja de plata. Como si fuera un premio.

La puerta se abrió a la misma hora de siempre, pero Ethan no miró. Era como si llevase días de resaca y le costara hasta levantar la cabeza, pero algo en él le dijo que mirara a tiempo de ver a Vera arrodillarse junto a él y prepararse para soltarle las muñecas.

–¿Pero que haces?– Le dijo él.

–Sacarte de aquí. Quiero enmendar mis errores.

–¿No crees que es un poco tarde?

–No voy a rendirme.

Cuando Ethan quedó completamente libre, se agarró las muñecas y se miró las manos incapaz de creer que Vera lo hubiera hecho de verdad. La miró, ella ya se había levantado y le miraba esperando a que confiara en ella.

–Ethan, lo siento.– Dijo extendiendo la mano hacia él para ayudarle a levantarse.– Sé que te he mentido y que he sido una traidora y la peor persona del mundo, pero déjame llevarte a casa.

Ethan se lo pensó dos veces antes de aceptar su mano. Recordó la primera vez que la vio como su Lara Croft, ahora volvía a verla así. Vestida de negro, preparada para matar y con una trenza. La mano que extendía hacia él era la misma en la que tenía el tatuaje, y al fijarse en aquella rosa, una voz en su interior le dijo que confiara en ella.

Ethan le cogió la mano, Vera tiró de él y se levantó para empezar a correr. Vera conocia el lugar como la palma de su mano, así que no le resultó difícil guiar a Ethan, hasta que apreció un grupo de guardias encabezados por Hugo.

–Sabía que no podía confiar en ti.

–Oh, vamos, hermano. ¿Pensabas enserio que iba a seguir calladita y asintiendo a todo lo que dijera papá?

–Pensaba que tendrías la suficiente cabeza como para no traicionarnos.– Dijo Hugo apuntándoles.

–¡Tápate los ojos!– Le gritó Ethan.

Él pudo sentir que las tuberías de su izquierda transportaba gas, así que se soltó de Vera, puso ambas manos en las tuberías y prendió una chispa a la altura de Hugo y sus guardias. Las tuberías explotaron creando un incendio que se propagó rápidamente por toda la zona, así que a Vera no le quedó más remedio que tomar otro camino.

–¡Has prendido fuego a mi hermano!

–Lo sé.

–Gracias.

–De nada.

–La última vez que prendiste fuego a algo te estaba... ¿Ahora estas...?

–No. Estoy enfadado.

Escucharon varias explosiones más en la base, así que Vera no dejó de correr y no soltó a Ethan de la mano hasta que llegaron al angar. Cuando los chicos les vieron, prepararon el coche y les animaron a seguir.

–Como me alegro de verte.– Le dijo Terence a Ethan mientras subía al coche con una sonrisa.

–Y yo.– Se hizo a un lado para que Vera subiera al coche, pero en vez de eso, ella cerró la puerta.– ¿Qué haces?– Le preguntó él bajando la ventanilla desconcertado.

–Yo no voy con vosotros.

–¿Cómo que no? Tenemos que irnos.

–No, Ethan. Todavía tengo cosas que hacer aquí.

–¿Donde es aquí?– Dijo Daniel.– Está todo en llamas.

–Creedme. Sé lo que hago. Vosotros tenéis siete horas y cuarenta minutos hasta llegar a Los Ángeles. No paréis hasta que estéis a salvo.

–Vera, no me toques lo huevos y sube al maldito coche.– Dijo Terence.

–Vera, por favor.

–Lo siento, Ethan.– Dijo ella acercándose a él y le beso.– Espero que algún día puedas perdonarme por esto.

Antes de que Ethan pudiera procesar lo que acababa de pasar, Vera clavó la última jeringuilla que se llevaron de los Ángeles a Ethan en el cuello. Segundos después, Ethan se desplomó sobre Terence.

–Estará bien.– Le aseguró a Terence.– ¡Ahora marchaos!

Vera se dio media vuelta y salió corriendo de nuevo hacia el complejo en llamas mientras Daniel arrancaba el coche y salía a toda velocidad.

–Mierda...– Suspiró Terence cuando miró a Ethan.

–¿Qué pasar?

–Ethan ha alcanzado el 100%.

100%Donde viven las historias. Descúbrelo ahora