Capítulo 29

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Por la mañana siguiente, Vera se dio cuenta de que se había quedado dormida malamente en la butaca. Con las piernas recogidas y la cabeza apoyada en el brazo. Ahora le dolía el cuello y las piernas de haber dormido encogida. Se levantó de la silla, se desperezó levantando los brazos por encima de la cabeza, arqueando la espalda y después se fijo en la cama.

–Eh...– Dijo sin poder creérselo.– ¡Eh! ¡Despertad chicos! ¡Ethan no está!

Al oír aquello, todo el mundo se levantó de un golpe y empezó a buscarle. Era una habitación pequeña, así que no podía haber ido muy lejos.

–Eh, ¿que estáis buscando?

Los chicos se giraron hacia la puerta de la habitación al oír aquello y vieron a Ethan apoyado en el marco bebiendo café y con un bollo de chocolate en la otra mano.

–¡Ethan!– Dijeron todos a la vez.

–Buenos días.– Dijo él.

–Tío, ¿se puede saber donde demonios estabas?

–Desayunando. Me he despertado hace una hora y todos parecíais tan agusto durmiendo que no quise despertaros, y bueno, tenía hambre.

–Dios, nos tenías muy preocupados.– Dijo Arya aliviada de verle.

–¿Por haber ido a desayunar?

–¡Por tu ir sin aviso!

–Vale. Perdón. Lo siento. Pero ya estoy aquí.

–¿Y como estas?– Dijo Vera preocupada.

–Bastante mejor. Ya no me duele nada.

–Si, será porque tuviste una pequeña ayudita.– Le espetó Terence e Ethan se puso tenso.

–¿Qué...?

–¿Drogas? ¿Enserio?

–No son drogas.– Corrigió serio.

–¿Y que son?– Dijo Daniel.

–No... No lo sé exactamente. Pero me gustan. Me hacen sentir bien. No sé qué hubiera pasado ayer si no hubiera tomado... Lo que sea que sean.

–Eso se llama adicción.

–¡No soy un adicto!

–Entonces podemos deshacernos de ellas.– Dijo Mika haciendo el amago de coger la jeringuilla vacía que había en la mesilla.

–¡No!– Gritó Ethan cogiendola antes.– No las toques.

Todo el mundo se quedó mirándole. Había dejado caer su desayuno al salir corriendo, cosa que nunca habría hecho, pero ahí estaba él. Aferrándose a una jeringuilla vacía. Cuando se dio cuenta, soltó la jeringuilla y bajó la cabeza.

–Cre-creo que necesito ayuda.

–No te preocupes.– Dijo Vera poniéndole una mano en el hombro.– Podemos llegar a San Francisco esta tarde y podrán ayudarte. Con todo.

–¿Esta tarde?

–¿Tienes alguna objeción?

–Es que... Tengo la sensación de que cuando lleguemos a la base, voy a pasar tiempo sin salir.– Vera suspiró.– Me gustaría aprovechar este día y no... pensar en el futuro por una vez.

–Ah, el futuro...– Suspiró Terence.– De aquí a unos años, cuando me convierta en el segundo marido de Mika recordaremos este día...

–¿Qué le pasó a mi primer marido?– Mika le miró extrañada y él le miró muy serio.

–Nada que puedas demostrar.

–Aún así, no podemos quedarnos aquí.– Dijo Daniel.– La mitad de la ciudad te ha visto teniendo un ataque. No podrás disfrutar aquí.

–Entonces vamos a San Francisco pero no vamos a la base todavía. Nos quedamos a las afueras.

–Ethan, no creo que...

–¡Vamos Vera!– Dijo Arya.– Hemos hecho cosas peores, no pasará nada.

Ethan la miraba como si fuera un niño que le pedía a sus padres quedarse un rato más en el parque antes de irse a casa. Ella miró al resto para ver lo que opinaban y Terence la sonrió como si dijera: "¿Qué vas a hacer ahora, eh?"

–Bueno, supongo que allí estaremos mejor que aquí.

–Que guay.– Ethan sonrió y miró a Daniel.– ¿Cuanto tenemos hasta San Francisco?

–Menos de veinte minutos.

–¡Bien! ¿Y a qué esperamos?

–Yo querer desayunar. Tu pecado muerto tirando tu café. Yo tener hambre.

–Creo que Yurgen ha resumido bastante bien la situación.– Dijo Mika.

En cuanto los chicos desayunaron, recogieron sus cosas y salieron hacia San Francisco. Casi todo el viaje era por el Puente de la Bahía, cosa que a Ethan le encantó. Una vez que llegaron a San Francisco, dejaron el coche en el hotel en el que habían reservado y después fueron a recorrer la ciudad.

Hace una semana, Ethan no habría dado ni un centavo por estar allí. Apenas pisaba el centro de la ciudad de Los Ángeles. Había pasado de ser un cobardica a estar de camino de ser la persona más inteligente del mundo.

Por la noche, volvía a costarle dormir, así que decidió bajar a la piscina del hotel. No era un gran nadador, pero le gustaba sentarse en la piscina con los pies en el agua mientras su hermana jugaba a ser una sirena en verano.

–Hola.– Escuchó y al darse la vuelta, vio a Vera acercándose.– ¿Puedo acompañarte?

–Claro.

Vera se quitó las zapatillas y metió los pies en el agua al sentarse junto a Ethan.

–¿Qué tal tu "último día de libertad"?– Le preguntó Vera.

–Bien. No nos han disparado, ni me han secuestrado, no he tenido ningún ataque... Y todo sigue igual.– Se miró la pulsera.– Puede que las cosas empiecen a cambiar.

–Ojalá tengas razón.– Vera suspiró e Ethan sonrió.– Sabes... que no van a retenerte para siempre, ¿verdad? En la base no van a hacerte nada malo.

–Lo sé.– La miró.– Confío en ti.

–Ya...

–Oye, ¿seguro que estás bien? Pareces... preocupada.

–Si, estoy bien. Es solo que...– A Vera se le cortó la voz, e Ethan le cogió de la mano.

–Sea lo que sea, lo afrontaremos. Juntos.

–Ethan, esto no es algo en lo que te quiera meter. Tengo que hacerlo sola.

–¿Tu siguiente misión o algo así?

–Más o menos.

–Me gustaría ayudarte. Has estado conmigo todo el tiempo y... me gustaría seguir estando a tu lado después de esto.

–Ethan...

–Ya sé... que eres un año mayor que yo, tienes más experiencia en la vida, un trabajo difícil, pero no me importa.– Ethan sonrió, pero Vera ni siquiera le miró. Él no sabía que más hacer, así que le dio un beso en la mejilla y después salió de la piscina.– Tu piénsalo, ¿vale? Sé que todo va a salir bien.

Ethan se alejó sin que Vera hiciera un solo gesto. Cuando Ethan estaba fuera del alcance de ella, le llegó un mensaje al móvil, y cuando ella sintió la vibración de este, se le escapó una lagrima.

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