Capítulo 18

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Ethan no sintió más que tranquilidad desde que que le pusieron la inyección. Era como estar dormido pero con mucha más paz, lo que hacía que no quisiera despertar. Ya no le dolía la cabeza y mientras estuviera en aquel estado no tenía que preocuparse de que le hicieran nada más.

Desgraciadamente, no duró para siempre. Cuando Ethan despertó, le dolía el cuello y la cabeza mucho más que antes. Tenía la boca seca y no sentía las piernas. Al abrir los ojos le costó enfocar la vista con claridad por un momento, pero cuando lo hizo, entró en pánico.

Estaba en algo que parecía un piso de ocupas, con lo que parecía material médico usado y sin limpiar. Él estaba semi tumbado en una camilla en medio de la habitación, con correas en las muñecas y en los tobillos para que no se escapara. Los hombres que le habían llevado allí parecían estar preparando algo de espaldas a él, hasta que el que le había apuntado con la pistola en el baño se dio la vuelta y le vio despierto.

–Vaya, nuestro amigo se ha despertado.– Dijo y después se rió.

–¿Qué... qué me habéis dado?

–Joder, otro yonki.– Dijo el amigo dándose la vuelta.– Sólo era un sedante.

–¿Cuanto tardará en volver a tener todo el control de sus facultades mentales?

–No mucho. Mejor tenerlo todo preparado cuanto antes.

–¿Preparar las cosas para que?

Ethan empezó a darse cuenta de la gravedad de la situación e intentó soltarse las manos.

–Relájate, amigo.– Dijo el que parecía ser el líder poniéndole la mano en el hombro con fuerza.– Antes de que te des cuenta, habremos terminado.

–¿Terminar el que?

Ninguno contestó a Ethan. El amigo del que le había secuestrado se acercó con una cinta y la ató a la cabeza de Ethan antes de irse al cuarto de al lado a pesar de que él se resistió todo lo que pudo.

–Eh... ¡Eh! ¿Para que es esto? ¡Quitadmelo!

–¿Has oído hablar de la trepanación craneal?– Dijo acercando una silla a Ethan y sentándose junto a él.

–¿La que craneal?

–La trepanación es una práctica médica que consiste en agujerear el cráneo. Es considerada como una de las técnicas quirúrgicas más antiguas que se conocen.– Sonrió.– Nosotros sinceramente creemos que es más fácil abrir el cráneo entero y sacar el cerebro.

–¿Por qué demonios quieres sacar un cerebro de su sitio?– Dijo asqueado.

–Porque sabemos que tu eres el 100%.– Ethan se quedó pálido, y el chico agarró a Ethan del pelo para inmovilizarle.– Haces bien en asustarte. Un crío como tú no se merece ese poder.

–Ah, ¿y un visionario como tú si?

–¡Ya lo vas pillando! Si te relajas y colaboras, te daré otro viaje con ese sedante que tanto te gusta.– Se rió y le dio un toque en el hombro.

–¿Te das cuenta de que ¡vas a matarme!?– Gritó.– Bueno, y a ti, si pretendes abrirte la cabeza y meter mi cerebro.

–Tranquilo, Jerry controla. ¿Está listó ya?– Dijo asomándose a la puerta por la que se había ido el tal Jerry.

–Si, dame dos minutos.

Dos minutos. Menos incluso. Aquello era lo que le quedaba a Ethan para que le abrieran la cabeza si nadie hacía nada. No era capaz de soltar las correas, empezó a agobiarse mucho. ¿Tan malo era que cuidarán de él? Pensó en gritar y pedir ayuda, pero tras ver la escopeta en la mesa de al lado, se lo pensó dos veces. Por suerte, no tuvo que hacer nada.

De repente, escuchó un par de tiros que se estrellaron contra la cabeza de el chico que le había secuestrado. Ethan pensó que nada bueno podía salir de aquello, pero en cuanto vio a Vera entrar empuñando su arma, sintió el mayor alivio de su vida.

–¿Estas bien?– Dijo ayudándole a quitarse las correas.

–¿Está muerto?– Dijo mirando como la cabeza de su secuestrador no paraba de sangrar.

–Si.– Ethan suspiró y Vera le miró.– Eh, ¿estás bien?

–Si, si. Perfectamente. Dios, como me alegro de verte. ¿Como me has encontrado?

–Te lo cuento luego. Tenemos que irnos.

Vera inspeccionó rápidamente el lugar mientras Ethan terminaba de quitarse las correas de los pies. Cuando estuvo completamente libre, se fijó que en la mesa había más jeringuilla con la misma sustancia que le habían inyectado para llevarle hasta allí. Por un momento no supo que hacer, pero en cuanto vio que Vera se acercaba para irse, cogió todas las que pudo y se las guardó en el bolsillo de la sudadera.

–Ha-hay otro tío. Está en la otra sala.

–Tenemos que...– Dijo cogiéndole la mano para salir de allí, pero justo entonces Jerry empezó a disparar.

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