Capítulo 30

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Todos pensaron que el día que fueran a la base de San Francisco sería tranquilo, pero todo empezó a torcerse desde por la mañana.

Ethan y Terence se despertaron cuando un grupo de policías entraron en la habitación gritando y tirando la puerta abajo. Bueno, suponían que eran policías. Iban armados hasta los dientes como si fueran una unidad especial del FBI. Entraron gritando que no se movieran y que levantaran las manos.

Evidentemente, Terence no hizo caso. En cuanto abrió los ojos, echó la manos hacia su arma que estaba en la mesilla de noche, pero antes de que pudiera hacer nada, le quitaron el arma y le esposaron las manos a la espalda. Con Ethan tardaron más. Él levantó las manos y se quedó paralizado en la cama mirando como sacaban a Terence a rastras de la habitación. A él también le esposaron, pero tuvieron mucho más cuidado, como si no quisieran hacerle daño.

Al salir fuera, vio los mismos coches y furgonetas negras que le habían estado siguiendo todo aquel tiempo. Sus amigos estaban arrodillados en fila delante de los coches. A él también le llevaron con ellos y le hicieron arrodillarse junto a Mika.

–¿Estás bien?– Le susurró ella.

–Si, yo si. ¿Y los demás?

–Los chicos se han resistido un poco, pero están bien.

–¿Y Vera?

–No lo sé. Cuando han llegado, ella no estaba.

–¿Cómo que no estaba?

–Callaos de una vez.– Dijo uno de los guardias que les vigilaba.

Ethan intentó calmarse y contar cuanta gente habría allí. Puede que unos veinticinco, pero era incapaz de contar, ni siquiera conseguía llegar a diez. Entonces, un chico moreno y bastante alto salió del interior del hotel. Iba vestido de negro y con un rifle colgando a la espalda. Había algo en él que le resultaba familiar, y cuando se acercó lo suficiente, todos vieron quién era.

–El que faltaba.– Dijo Terence.– El tío que nos disparó en el hospital.– Le conocían de eso, pero Ethan sabía que había algo más.

–¿Quién es el sujeto?– Preguntó a sus compañeros con una voz grave.

–El chico.– Dijo señalando a Ethan.

–¿Enserio? Pero si es un crío.

–Con un 65%.

–¿Qué...?

–Es él.

El chico miró a Ethan, quien le sostuvo la mirada todo el tiempo que pudo a pesar de que estaba muerto de miedo.

–Vale. Levantadlos, nos los llevamos.

Los hombres los levantaron a todos y los metieron en coches por parejas. A él le metieron en el primer coche con Terence.

–Todo saldrá bien.– Dijo para tranquilizarle.

–Terence, ahora mismo tienes menos credibilidad que Trump en una manifestación del día del orgullo gay.

En cuanto el coche arrancó, se dio cuenta de que seguían en pijama. Todos ellos seguían descalzos y en pijama, cosa que era un poco humillante y les hacía sentirse expuestos.

Los cristales del coche estaban tintados, así que no podían ver a donde iban ni la gente de fuera podía ver que les habían secuestrado. Ethan se sintió de nuevo como el día en que Penhallow le metió en toda aquella locura.

Ethan calculó como una media hora de trayecto. Daban un montón de curvas, así que probablemente no les estuvieran llevando muy lejos de San Francisco. Cuando pararon, a ambos les entró el pánico. Abrieron ambas puertas del coche, les ayudaron a bajar y les volvieron a poner en fila, esta vez de pie. Parecía un polígono industrial, lleno de coches y edificios bajos de donde no hacía más que entrar y salir gente como los policías que les habían llevado hasta allí y científicos con trajes especiales.

Entonces, del edificio de en frente salió un hombre vestido de gris escoltado por otros dos hombres y se acercó hasta ellos.

–Que rápido.– Le dijo al chico moreno al acercarse.– Buen trabajo, Hugo.

–¿Por qué siempre se lleva él todo el mérito?– Se escuchó y después de uno de los coches salió alguien que fue hasta el tal Hugo y el hombre.

–¿Vera?– Suspiró Arya.

–Hiciste un buen trabajo al traerles hasta la ciudad. Pero podías haberles traído antes, ¿no crees?

–Necesitábamos descansar un poco.

–Si, vamos. Que no tuvisteis huevos.– Vera se enfadó.

–Hugo, no hagas rabiar a tu hermana.

–¿Cómo que hermana?– Preguntó Ethan.– ¿Estabas metida en todo esto desde el principio?

–Yo...

–No te disculpes, hija. Has hecho bien tu trabajo.– Le puso una mano en el hombro y ella se puso tensa.– Llevad al chico al ala vigilada y preparad las pruebas. Al resto llevadlos a las celdas.

–Vera...– Intentó decir Ethan mientras pasaban a su lado, pero no le salían las palabras, al igual que a ella, así que terminaron llevándose a Ethan sin que nadie pudiera evitarlo.

My doveryali tebe. izmennicheskiy.– Le dijo Yurgen antes de que se le llevarán.

–Zorra, hija de puta...– Le dijo Terence.

–¿Me ha insultado en ruso?– Dijo señalando a Yurgen.

–Oh, no. No estaba traduciendo.– Terence sonrió y después se lo llevaron con el resto.

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