Capítulo 20

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Ethan no tardó en dormirse cuando se pusieron en marcha. No quería dormirse porque sabía que no podía ser bueno, pero los párpados le pesaban y cada vez le costaba más prestar atención a lo que le decían. Así que se quedó dormido.

Terence se había enfadado con Vera. Antes de irse del edificio A, Cory les dijo que era muy importante que tuvieran vigilado a Ethan y que no dejaran que nada malo le pasase. Les había advertido exactamente que aquello podía pasar, y echaba la culpa a Vera más que a nadie por acceder a dejarle solo. El resto también pensaba que había sido algo un poco irresponsable dejarle solo, pero Terence más que nadie, por alguna razón, había tomado a Ethan como su hermano pequeño.

–Amigo.– Le dijo Yurgen.– ¿Tu bien?

–Si, si. Solo tengo sueño. ¿Falta mucho?

–Unas dos horas.

–¿Has encontrado ya donde vamos a dormir?– Le preguntó Mika.

–Si, hace como una media hora.

–Guay.– Dijo con una sonrisa.

–Sonríes.– Terence se rió.– Te he hecho sonreír.

–Sonrió porque así no tendré que pasar la noche metida en esta furgoneta contigo.

–Ya decía yo...

Daniel consiguió llegar a Fresno sobre la hora programada, y una vez allí, Terence le fue explicando como llegar al hotel que había cogido. No era el más lujoso de la ciudad, pero tampoco era un hotel cochambroso, lo cual se habría cumplido si él no hubiera intervenido.

–No está mal.– Dijo Arya.

–¿De donde has sacado el dinero para esto?– Vera le miró.

–Puede que de él mismo sitio de donde sacaste tu los quince mil dólares que apostamos en el Lotus.

Vera rodeó los ojos y después se bajó del coche como todo el mundo para entrar al hotel mientras Terence despertaba a Ethan.

–Eh, despierta, bella durmiente.– Dijo moviendole el hombro.

–¿Que...?– Dijo frotándose los ojos.– ¿Donde estamos?

–En Fresno. Acabamos de llegar al hotel.

–¿Hotel? ¿Ya no más allanamientos?

–Espero que no. Vamos, te ayudo.

Terence ayudó a Ethan ha llegar a la recepción. Una vez allí, él se acercó a hablar con el recepcionista acerca de la reserva mientras Vera se ofreció a llevar a Ethan hasta unos sofás.

–¿Como estas?– Le preguntó.

–Cansado. Me sigue doliendo todo el cuerpo.

–Mañana estarás mejor.– Ethan sonrió por un momento, pero luego se puso serio.

–Siento lo que he hecho.– Vera frunció el ceño.– Os pedí que me dejarais tranquilo... y pasó esto. Fuisteis en contra de lo que os dijeron que hicierais, y yo os obligue a...

–Mi trabajo es protegerte Ethan, pero no quiero encerrarte en una burbuja. Fue decisión mía dejar que te fueras, y asumiré la culpa si te pasa algo.– Ethan bajó la cabeza para pensar que sería lo próximo que diría, pero Vera se le adelantó:– Pero para eso debes contármelo todo.

Ethan la miró extrañado. Ella se metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una de las jeringuillas que Ethan se llevó del lugar donde le tuvieron secuestrado. Al verla, le entró el pánico, buscó en el bolsillo de su sudadera y se dio cuenta de que ya no las tenía.

–Te las quité cuando te quedaste dormido. ¿Qué son?

–Calmantes, creo. Con... con algo como eso me drogaron.

–¿Y por qué te los has llevado?

–No lo sé. Me entró el pánico y... me hicieron sentir bien. Mientras estuve bajo... lo que sea que me hiciera eso, estuve tranquilo, no me dolía nada. Me gustó esa sensación.

–¿Te las llevaste por eso?

–No sé por qué lo hice.– Vera se quedó callada.– ¿Soy una mala persona si me gusta eso?

–No, pero no podemos dejar que se vuelva una adicción. Por eso, te las guardaré yo, y si en algún momento las necesitas, me lo dices y veremos que hacer.

–Si, por favor. No creo que pudiera resistir el tenerlas y no usarlas.

–Pero los demás no pueden enterarse de que te estás drogando.

–No, no, no. Eso sí que sería un desastre.

–Eh.– Dijo Terence acercándose.– Ya tenemos habitaciones. Tú duermes conmigo y Yurgen.

–Y si Arya duerme con Daniel, yo supongo que vuelvo a dormir con Mika.

–Desgraciadamente, supones bien.

Ethan se levantó del sofá y siguió a Terence hasta su cuarto junto con Yurgen. Una vez arriba, Yurgen se tiró en la cama, Terence se quedó mirando por la ventana e Ethan intentó pensar en otra cosa que no fueran las jeringuillas.

–No me fío un pelo de Vera.– Dijo Terence al rato.

–¿Por qué?– Quiso saber Ethan.

–No sé... pero nos oculta algo. No está diciendo toda la verdad.

–Ah, mujeres americanas frías como hielo. ¡En Rusia mujeres ser tan fuertes como hombres! No tiempo perdido.

–Nunca he conocido a ninguna mujer rusa, así que no puedo opinar.

–No, pero fuiste el primero en conocer a Vera.– Terence le miró.

–¿Qué quieres decir?

–Qué tengas cuidado.

–Yo si que confío en ella. Me ha salvado dos veces.

–Ya, pero, ¿cuánto sabes de ella exactamente?

–Pues la verdad...

Dokładnie!

–Será mejor que nosotros dormir. Día largo, y mañana mucho.– Ethan se rió un poco y después todos se fueron a dormir.

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