Capítulo 17

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Todos los jugadores y los chicos se quedaron con la boca abierta. Ethan sonreía, hace una semana no se hubiera creído que iba a ganarles 50.000$ a cuatro hombres podridos de dinero en un casino de Las Vegas. Le daban ganas incluso de mandarle una foto a Marcus.

El crupier recogió las cartas y le dio el dinero a Ethan, que inmediatamente lo guardó sin saber que hacer ahora. Levantó la cabeza hacia Vera, que le sonreía orgullosa y le hizo un gesto con la cabeza para que marcharse.

–Un placer.– Dijo levantándose.

–Espera, chaval.– Dijo el jugador de su izquierda.– ¿Cuando has aprendido a jugar así?

–Si se lo dijera, nunca me creería.

–¿Y quien te ha enseñado? ¿Tu padre?

–No. Una amiga.– Mika sonrió.

–Tu parecer hijo de millonario.– Le dijo Yurgen a Ethan mientras iban hacia la salida.

–Si, bueno, en realidad estaba muerto de miedo. Cualquiera de esos hombres podría haberme pegado un tiro si se enteraban que estaba contando.

–¡No digas eso!– Le dijo Arya.– Y menos en un casino.

–Deberíamos salir ya. Antes de que alguien vea eso.– Dijo Vera señalando la muñeca de Ethan.

–¿30%? Dios eso es...

–Peligroso. Vamos.

Los chicos se pusieron al rededor de Ethan y le sacaron del casino Lotus. Apenas le daba tiempo a pararse a respirar, de nuevo se habían vuelto como el equipo de seguridad más preparado del mundo. No tenía ni idea de si Cory les había dicho que le tuvieran así de vigilado, pero llegaban a tal punto que ni siquiera podía quedarse atrás en la calle si ellos seguían delante.

Llegaron a una parte de la ciudad donde había un montón de cafeterías llenas de gente intentando pasar la resaca y/o intentando comprender cómo habían llegado hasta allí. Los chicos se sentaron en una mesa apartada de las ventanas. Desde que se dieron cuenta de que había subido un 8%, no le habían quitado la vista de encima ni un solo segundo.

–¿A donde vas?– Le preguntó Terence cuando Ethan se levantó tras rato en el que estuvieron sentados mirando algo para comer.

–Yo ya sé lo que quiero desde hace un rato. Y como no os decidáis y yo tengo hambre, quería pedir ya.

–Vale, voy contigo.– Terence se levantó.

–¿Sabes lo que quieres?

–Bueno, en realidad cualquier cosa me sirve.

–¿Vienes conmigo por qué tienes hambre o por qué no me quieres dejar solo?

–Eh... Por qué tengo hambre.

–Que mal mientes.– Admitió Mika.

–Cállate, estaba colando.

–¡No, que va!

–¿Pero que más te da que te acompañe?

–¡Porque no, tío! Me siento acosado.

–Nuestro trabajo proteger tú.

–Si, ya lo sé. Pero no me va a pasar nada porque me perdáis de vista cinco minutos.

–Perderte de vista cinco minutos puede suponer algo terrible.– Dijo Vera.

–No está mal tomarse un pequeño descanso de vez en cuando, ¿sabes?

–No si se trata de tu seguridad.

Ethan puso las manos sobre la mesa algo enfadado y todos se quedaron callados mirándole.

–Estamos en una maldita tienda de gofres con una señora que podría ser mi abuela y dos niñas de catorce años que no dejan de mirar Instagram.– Dijo serio.– No va a pasarme nada malo.

Vera se quedó callada, al igual que los demás. Ella bajó la mirada hacia su brazo y se quedó mirando su rosa. Nadie sabía exactamente qué decir, así que esperaron a qué Vera decidiera por ellos.

–Supongo que no pasa nada por que te acerques al mostrador a pedir solo.– Dijo al final.

–Gracias. ¿Y crees que serás capaz de dejarme ir al baño también?

–Está bien, pero no tardes.

Ethan se sintió aliviado de que al menos le dejaran ir al baño sin que le controlaran todos los movimientos. No era un local muy grande, pero el pasillo que llevaba a los baños apenas se veía desde su mesa, así que tendría que confiar a que a sus amigos no les daría un ataque al corazón.

Antes de volver con los demás, decidió labrarse un poco la cara con agua y relajarse. Se miró en el espejo. Apenas llevaba una semana fuera de casa y se sentía como una persona completamente diferente. Ahora que estaba tranquilo, la cabeza empezó a dolerle. Se volvió a echar agua en la cara y respiró tranquilo hasta el grifo del agua se apagó.

Cuando consiguió relajarse un poco, levantó la cabeza para marcharse, pero antes de que pudiera ponerse recto, chocó contra algo, algo que hace un minuto no estaba allí. Levantó los ojos hacia el espejo y vio a un hombre apuntándole a la cabeza con una pistola.

–Grita, pide ayuda o intenta escapar y te pego un tiro.

Ethan quería hacer todo lo que le advirtió que no hiciera. Pero se mantuvo callado y serio, intentando ganar tiempo.

–¿Qué quieres?

–Vas a venir conmigo. En silencio y sin nada raro. ¿Queda claro?– Empujó un poco su cabeza con la pistola.

–Si...

El hombre bajó la pistola y cogió a Ethan del brazo. Le sacó del baño y después salió por la puerta de emergencias que había junto a la entrada al baño. Fuera había una furgoneta negra con un hombre dentro esperándole. Ethan había visto suficientes películas como para saber que aquello no traía nada bueno.

Cuando llegaron a ella, la puerta se abrió y el hombre que estaba dentro apareció con una jeringuilla en la mano. Antes de que pudiera protestar, se la clavó en el cuello y le inyectó el líquido blanqueo había dentro. Cuando terminó, Ethan se agarró el cuello al empezar a ver borroso. Se giró hacia el hombre que le había llevado hasta allí, pero antes de que pudiera preguntar que le habían hecho, cayó en un profundo sueño.

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