Capítulo 35

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Pasaron como mínimo dos días. Dos días en los todo seguía igual hasta que empezaron con un tratamiento intensivo. Los guardias sacaban a Ethan de su celda por la mañana y por la tarde para seguir con aquellas horribles pruebas. Le hacían soportar aquellas horribles pruebas día si y día también hasta que los días se volvieron semanas.

Ethan apenas era persona. Las noches que no podía dormir se levantaba e intentaba caminar por si solo, cuando le llevaban a las pruebas apenas le dejaban. También intentaba hablar, ya que desde que empezaron el tratamiento intensivo ya no hablaba con nadie, ni con los enfermeros, ni guardias... Solo gritaba. O bueno, lo intentaba, los científicos habían decidido que por el bien de sus tímpanos, lo mejor sería ponerle una mordaza a Ethan para que no gritara. Debido a eso, había dejado de comer y había empezado a perder mucho peso.

–Puedo hacerlo.– Se repetía todas las noches mientras caminaba apoyado en la pared con las manos temblorosas.– Tengo que hacerlo. Puedo hacerlo. Tengo que salir de aquí...

Todas la noches repetía el mismo mantra hasta que una noche, se le coló un "no puedo hacerlo". Al escucharse decir aquello en voz alta, se dio cuenta de que era cierto. Por mucho que luchara, no era capaz de mantenerse a flote. Así que empezó a pensar que no permitiría que el mundo se quedara con su cerebro. Prefería morir a que consiguieran su objetivo.

Y ya había llegado al 99%.

A la hora de la cena de aquella noche, cogió la bandeja y escondió los cubiertos bajo las sábanas para llevar a cabo su plan.

–¡Eh!– Gritó aporreando la puerta hasta que la ranura que había a la altura de sus ojos se abrió.– Si tanto me necesitáis, no me tratéis como un animal.

–¿Pero de que hablas?

–No hay cubiertos en mi bandeja. ¿Como queréis que coma?

–Siempre te ponemos cubiertos.

–Pues hoy no, macho. ¿Habéis puesto al becario en la cocina o algo?

–¿Has mirado bien?

–¡Que es una bandeja! ¿Donde quieres que mire?

–Vale, espera ahí.

–Si, claro. No voy a ir a bailar salsa.

Al cabo de unos minutos, los guardias le trajeron otros cubiertos. Ethan esperaba que no le hubieran pillado, y no lo hicieron. Aquella noche se tumbo en la cama y metió el brazo bajo la almohada con los cubiertos en la mano. El cuchillo no cortaba nada, así que estuvo afilandolo contra la pared durante un rato hasta que pudo utilizarlo.

Ethan se sentó en la cama y pensó detenidamente lo que iba a hacer. Nunca había rezado, pero aquella noche lo hizo. Se le escapó una lágrima y respiró hondo.

–Perdóname, Lexie.– Dijo en un suspiro a la vez que le empezaron a brillar los ojos.

Ethan cerró los ojos y después se clavó el cuchillo en le antebrazo derecho. Sintió las alarmas estallar en su interior cuando se sacó el cuchillo y empezó a sangrar. Se levantó de la cama e intentó dar un par de pasos. En vez de cerrar la herida, ordenó a toda la sangre de su cuerpo que fuera hasta la herida y saliera provocándose una hemorragia. Sonrió al ver que su plan funcionaba y decidió no pensar en lo que estaba dejando atrás. Cuando la cantidad de sangre suficiente salió como para hacer una transfusión, se desplomó en el suelo con un ruido sordo.

Segundos más tarde, las luces de su habitación se encendieron y un ejército de médicos entraron a por él.

–No...– Dijo al ver que estaban dispuestos a salvarle.– No, por favor no. ¡Dejadme morir!– Gritó mientras pataleaba y empujaba a la gente para ganar tiempo.

Cuando todo terminó, Ethan se vio a sí mismo en su celda, encadenado a la pared sin que pudiera mover las manos, con lo cual apenas podía moverse. Le habían curado la herida y le habían vendado el brazo para que no siguiera sangrando. Cuando Vera se enteró de que Ethan había intentado suicidarse, corrió hasta su celda.

–¿Pero que has hecho?–Dijo al verle y se arrodilló frente a él.

–¿Enserio pensabas que accedería a que consiguierais lo que buscabais?

–Pero Ethan, ¿suicidarte? ¿Y qué pasa con Lexie?

–¡No te atrevas a pronunciar su nombre!– Dijo intentando acercarse a ella, pero las cadenas tiraron de él.– Nunca se te ocurra chantajearme con mi hermana.– Dijo y un par de lágrimas se le escaparon. Al verle llorar, Vera no pudo evitar poner las manos en sus mejillas para secarle las lágrimas.

–Ethan, estamos muy cerca... podemos conseguirlo y después te prometo que te dejaré libre.

–No. No me hagas promesas que no puedes cumplir.

–Puedo cumplirlo.– Aseguró.– Te juro que te sacaré de...

–Vera.– Escucharon y Gerard apareció en la puerta. A ambos se les paró el corazón por un momento.– Sal de aquí.

–Papá, por favor, solo déjame...

–He dicho que salgas.– Dijo muy serio.– Guardia, llévela a su cuarto.

Un guardia entró, cogió a Vera del brazo y la sacó de allí. Mientras, Gerard se acercó a Ethan sin prisa y se agachó frente a él.

–Has estado a punto de mandarlo todo a la mierda. ¿Te parece bonito?

–¿A ti te parece bonito torturar a un chaval hasta este punto?

–Eres más insoportable de lo que imaginaba.– Gerard sacó una jeringuilla y se la enseñó.– ¿Sabes que es esto?

–No sé si quiero saberlo.

–Es algo más potente que esos calmantes que tanto te gustan.– Sonrió.– Te mantendrá a raya. Y con un poco de suerte, sumiso.

–No lo quiero.

–No te he preguntado si lo quieres o no. Ahora estate quiero.

Gerard cogió el brazo izquierdo de Ethan a pesar de que él le rogaba que no lo hiciera y le inyectó la droga. Ethan empezó a ver borroso y a sentirse peor que nunca.

–Dulces sueños.– Le dijo Gerard antes de que Ethan perdiera el conocimiento.

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