Capítulo 21: No es oro todo lo que...

2.2K 138 1
                                    


POV NATALIA

-¿Alba, que haces? –susurré, abriendo uno de mis ojos, el brillo de los primeros rayos del sol habían empezado a colarse por entre las cortinas, siempre olvidaba cerrar la persina. Había sentido el cuerpo de Alba moverse de su posición para pegarse muchísimo más a mí y había levantado mi camiseta del pijama, rozando suavemente con la yema de sus dedos mi vientre, subiendo hasta casi acariciar la zona baja de mis pechos con una sutilidad pasmosa.-

-Lo siento, llevo toda la noche pensándolo y no me aguanto las ganas.


No contesté pero tampoco me moví, por un segundo mi respiración se congeló al tiempo que la rubia se sentaba a horcajadas sobre mis caderas y con un movimiento grácil provocó frincción sobre mi sexo. Sus manos se habían movido hasta mis pechos, deslizando pulgar e índice sobre mis pezones, primero haciendo un circulo para acabar en un pellizco placentero. Relamí mis labios y tragué saliva, se me había secado la boca de golpe y sólo pude morderme los carrillos para no gemir. Mis brazos estaban aprisionados entre mi cuerpo y sus muslos, seguramente a propósito.

Intenté alzarlos con la repentina necesidad de tocarla, pero apretó un poco más sus muslos y se dejó caer, reposando su trasero sobre mi pelvis moviéndose suavemente para calentarme, lo que no sabía es que no le hacía falta moverse demasiado.

No había pensado que precisamente aquella noche, Alba y yo acabásemos de esa forma, pero lo cierto es que lo deseaba desde la primera vez que la había visto fumando en la puerta trasera del pub de Valencia.

Agarró el borde de mi camiseta y la levantó, dejándola aprisionada bajo mis axilas pero obteniendo el libre acceso a mis tetas. Se inclinó, doblándose sobre mi para dejar un pequeño beso en mi frente, otro en cada una de mis mejillas, mi barbilla, y yo creí que iba a besarme en la boca, pero me dejó boqueando como un pececito para provocarme un jadeo después, su boca se había posado directamente sobre uno de mis pezones ya duros.

Se erizó cada vello de mi cuerpo al notar el calor y la humedad de su boca sobre mi piel sensible, sentí la caricia de la punta de su lengua para luego observar como acogía con el centro de la misma mi pezón a todo lo largo, arriba y abajo, succionando suavemente para soltarlo de golpe.

Gruñi cuando dejó de darle atenciones para dirigirse a realizar prácticamente los mismos movimientos en el izquierdo. Mis bragas eran una auténtica piscina para aquel entonces.

Los ojos de Alba, color miel, se habían vuelto de un marrón intenso casi rojizo, alcé la pelvis, buscando contacto o zafarme de su agarre, pero solo me observaba desde un poco más abajo, revolviéndome de los escalofríos que me provocaba.


-Por favor, s-sueltame. –negó, dando tironcitos con dicho movimiento de mi pezón, duro y sensible como nunca.- Q-quiero tocart-te.


A su nueva negativa le siguió un mordisco, como afirmando que no iba a hacerme caso. Lo cierto es que sentirme dominaba por Alba me provocaba una excitación casi desconocida para mí. En la mayoría de las ocasiones era yo la dominanta, no solía delegar el control a otros, por el simple hecho de la inseguridad que me provocaba que mi placer, o cualquier otra cosa mía estuviese en manos de una persona ajena a mí.

Sus manos subieron despacio por mis vientre, habiendo empezado su recorrido a la altura del ombligo, acarició superficalmente con sus palmas mis pezones hasta llegar a mi cuello después de pasar por mis hombros, sus suaves dedos se cerraron en torno a mi garganta y sus pulgares presionaron repentina y fuertemente en el centro de mi tráquea, provocándome soltar un gemido ahogado, esta vez de miedo.

DacrifíliaWhere stories live. Discover now