Capítulo 29: Puntos

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POV ALBA

El aire no entraba en mis pulmones, sentía que me estaba mareando y sólo podía pensar en la manera tan absurda en la que acababa de perder a Natalia. Mi intención era sólo darle un beso.

Desde que había empezado a derramar lágrimas, un pinchazo se había instaurado en mi bajo vientre hasta que pude sentir que iba a salir ardiendo si se le ocurria tocarme. Pero finalmente mis ganas de apoyarla fueron más grandes y decidí acercarme, el deseo me ganó con creces y en el beso se me fue toda la cordura que me quedaba.

Tenía un jodido problema y desde luego tenía que solucionarlo. Natalia se había ido sin decirme ni adiós, aunque realmente no hacía falta. Se había volcado en contarme su pasado, su historia y el por qué de su hermetismo, y yo no había hecho otra cosa que abalanzarme sobre ella como si tuviese un hambre voraz –que la tenía-.

Se me bajó el calentón de golpe. Casi la obligo a llegar más lejos de lo que en ese momento quería y me sentía infinitamente mal por ello. Sentía el corazón en los oídos con tanta fuerza que no era capaz de escuchar nada más, se me empezó a nublar la vista en el mismo momento en el que oí que llamaban al timbre, pero era demasiado tarde.

-¿Pero que le ha pasado?

-Un ataque de ansiedad, se desmayó. –oí que alguien hablaba en la lejanía-.

-¿Y estaba sola?

-Si, sí, quería darle una sorpresa y sabía que estaba en casa. Pero... no me habría y me asusté tanto que cuando escuché un golpe seco tuve que llamar a una ambulancia. -¿esa voz era de mi hermana?-.

-Bueno, ¿pero está todo bien, no?

-Sí, bueno... -dejé de oir por un momento en mi semiinconsciencia para retomar el hilo de la conversación después-. ...van a hacerle algunas pruebas mas por si acaso.

-¿Cuántos puntos le han dado?

-Catorce.

-Joder, Albi... -¿Natalia?

Cuando empecé a abrir los ojos un tiempo después que no supe medir, la luz de la lámpara de led que tenía justo encima me molestaba horrores, una mano agarró mi párpado obligándome a enfrentarme de lleno a un foco aún más molesto y luego de acariciarme la frente y medir mis pulsaciones suspuse que era algún doctor.

El foco me había dejado cegata momentáneamente y cuando abrí los ojos del todo, la estampa era digna de ver.

Mi hermana Marina estaba despatarrada en el sillón de un lado, Natalia echada en el alfeizar de la ventana que parecía que iba a caerse y la doctora escribía algo en su libreta para mirarme por última vez antes de sonreírme.

-¿Cómo te encuentras, Alba? –en seguida sentí un par de ojos quemándome, no entendía muy bien que hacía aquí mi morena favorita, desde luego no iba a quejarme, pero si mal no recuerdo lo último que quería era enfrentarme a aquello precisamente en ese momento-.

-Me duele la cabeza. –susurré con una voz que para nada hacía justicia a la mía verdadera, era ronca y chirriante, al menos a mi impresión-.

-Normal, casi te la dejas contra una mesa. –su carcajada me hizo sonreir un poco, se acercó a mi gotero para girar la ruletita y dejar que unas gotas de un líquido transparente, un poco mas espeso que el suero que entraba continuamente por mi brazo empezase a entremezclarse-. Esto te aliviará un rato, vengo en unas horas a darte el alta, con que descanses en casa estarás bien.

Dicho esto desapareció, cerrando la puerta. Natalia se había girado pero seguía sentada en el borde de la ventana, el aire mecía suavemente su pelo negro y su mirada oscura me hacía estremecer de pies a cabeza. Me hice un poco la tonta y giré la cabeza hacia el otro lado, mirarla escocía casi más que la herida que comenzaba a sentir tirante detrás de la oreja. La quemazón me hacía tener infinitas ganas de rascarme, pero sabía de buena mano que podría empeorar la posible cicatrización que ya había comenzado.

Nisiquiera me había dado tiempo a asimilar donde estaba y con quien. Marina, la tontísima de mi hermana que se había plantado aquí a darme una sorpresa y tuvo que encontrarse una situación poco agradable. Pobrecita. ¿Cuándo habría sido? Tenía la noción del tiempo bastante perdida.

Al observar el móvil en la mesita de al lado alargué la mano tratando de cogerlo, pero unos dedos largos con las uñas pintadas de burdeos atraparon mis manos níveas.

No supe decir nada, alcé la vista poco a poco, recorriendo la piel tatuada hasta adentro de un jersey mostaza que más arriba se unía con un cuello terso y llamativo, más arriba unos labios mostraban una fina línea que se me antojó incómoda y cuando me atrevía mirar aquellos ojos que tantísimo me gustaban y me aterraban a la vez, se me deshizo el corazón.

-¿Qu-que haces aquí? –murmuré, intentando apartar mi mano, no me lo permitió, entrelazando nuestros dedos suavemente-.

-Tu hermana me llamó, era tu última conversación. –asentí, estremeciéndome ante la severidad de su voz-.

-Gracias p-por... venir. –se encogió de hombros, haciéndose hueco al mover las sábanas y sentarse de lado en la cama, girada hacia mí para mirarme-.

-¿De verdad te encuentras bien? –asentí de nuevo, mordiendo mis labios con nerviosismo-. Lo siento... fue mi culpa.

-No. –la corté tan rápido como pude, mi voz debió sonar demasiado alto de tono, por que cierta rubia se despertó casi de golpe y se acercó a nosotras, Natalia soltó mi mano como si el contacto le quemase-.

Alba! Por fin, vaya susto tíiiiia . –sus palabras se perdieron en mi pelo al abrazarse a mi, la correspondí con cuidado, tener una vía en el brazo me daba demasiado respeto-.

-Ay Mini, ¿Cómo es que has venido? –se separó de mi sonriendo y puso una mano en el hombro de Natalia, intercalando la mirada entre ambas-.

-Voy a por un par de cafecitos y os dejo hablar, ¿vale? –abrí los ojos con pánico, no quería hablar ahora con Natalia, no en ese preciso momento, ignoró la súplica de mis ojos y sonrió-. Así me peino un poquito. Ahora vuelvo chatis.

DacrifíliaKde žijí příběhy. Začni objevovat