Capítulo 22: ¿Está jugando conmigo?

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POV NATALIA

Hacía ya unos días que Alba y yo no manteníamos mucho más que dos o tres mensajes demasiado impersonales para mi gusto, tales como '¿Cómo estás? O '¿Qué tal te encuentras?'. Llegó un momento en el que no sabía si era por pura educación o por que realmente le preocupada mi estado.

El comportamiento de Alba, muy a mi pesar empezó a molestarme, al punto en que dejé de contestarle a los últimos que me envió para preguntarme por el trabajo y demás. No quería ser una obligación ni ningún tipo de compromiso para nadie, muchísimo menos para ella.

Por mi parte, pasé el mal trago de aquel momento antes de que pudiese darme cuenta la música y el baile siempre habían sido mi cura.

De pequeña me apuntaron a clases de ballet, cosa que realmente al principio no me gustaba, siempre me quejaba diciendo que era cosa de niñas pijas y débiles. Mis padres, sobre todo mi padre me había enseñado desde muy pequeña que yo soy autosuficiente por mí misma, lo más valioso que tengo y quien más me puede llegar a querer. Me hizo saber que si tenía que haber algún héroe o heroína en mi vida, esa tenía que ser yo.

Gracias a ese pensamiento que acabó inculcando en mí a base de caídas de las que me hacía levatarme y curarme sóla las heridas pude aguantar la tromba de malos momentos que se me vino encima en la adolescencia.


-Natalia, ¿en qué piensas? –alcé la vista para fijarla en Alicia, que me miraba mientras se frotaba un ojo, somnolienta, me había quedado embobada con una galleta a mitad de camino entre el café y mi boca.-

-Ay, en nada, estoy dormida.

-¿Sabes algo de Alba? –negué con la cabeza suavemente para encogerme de hombros después, denotando en mi gesto que no me importaba- No sé que le pasa, en el curro está rara también.

-Me da igual, que arregle sus problemas ella sola. –susurro, intentando convencerme más a mi misma que a Alicia.-

-Pues salió corriendo a salvarte el culo... igual le pasa algo.


La conversación con la pelirroja derivó en una especie de discusión entre yo y la defensa de Alba, que muy lejos de no importarme, me preocupaba.

Después de echar mis horas practicando e intentando montar una nueva coreografía para la que teníamos apenas unos días de ensayo, tome la decisión de ir a buscarla. Si algo le pasaba, estaba dispuesta a ayudarla como ella me había ayudado a mi, al fin y al cabo, era yo quien había dejado de contestarle por que no me parecía que mostrar tanto interés en hablarme como me gustaría.

Alicia no me cogía el teléfono, así que una vez llegué a casa para cambiarme –ya que me había duchado en la compañía- me acerqué al frigorífico, Al tenía la costumbre de dejar los horarios enganchado con imanes, que se trataba de una tabla donde estaban los turnos de todos sus demás compañeros. Alba salía en... 10 minutos, mierda.

Me dirigí todo lo rápida que pude a la habitación, donde cambié mi vestimenta informal y de deporte por unos pitillo negros de talle alto, una camisa holgada negra con estampado de cadenas y mis botas militares, la chaqueta de cuerpo muy necesaria para montar en moto y casi, sólo casi se me olvida coger el segundo casco.

Me planté en la puerta trasera del centro comercial donde estaba el Quincy's en menos tiempo del que debería. Aparqué y guardé el casco en el compartimento de mi Honda. Me había comprado la moto podo después de llegar a Sevilla. Los traslados de trabajo siempre los hacíamos en furgos o minibuses que contrataban las diferentes empresas, y para moverme por la ciudad me parecía de lo más económico para mi tiempo. La ví de casualidad buscando un puff para mi habitación de segunda mano y me enamoré. Burdeos, llamativa, grande y preciosa, además de bien cuidada.

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