Capítulo 26: Ansiedad

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POV ALBA

En qué momento decidí tan rotundamente que quería a Natalia en mi cama no lo sabía, que llevaba deseándolo más tiempo del que me gustaría era más que obvio. Una nueva succion me saco de mis pensamientos, parecía que estaba perdiendo la cabeza, tenia a la pelinegra entre mis piernas, con una mano en mi pecho y la otra enredada en mi muslo. El hecho de sentirlo tan real me hacia darle vueltas a la cabeza al punto de desorientarme, y no me estaba haciendo bien para nada.

Estiré mis piernas ligeramente, alzando las caderas para indicarle que aumentase el ritmo. Su lengua pasaba de arriba abajo, alrededor y justo en el centro, la introducía, la sacaba, rodeaba mi clítoris y succionaba, en una rutina que se me antojó jodidamente placentera. Cada ve me sentía mas cerca y no era capaz de evitar jadear, llegó un momento en el que no era capaz de emitir gemidos, parecía haberme quedado sin voz y toda mi sangre comenzó a concentrarse atropelladamente en la entrepierna. Pude sentir la sonrisa de Natalia al bajar suavemente una mano a modo de caricia ruda por mi vientre, haciéndose hueco entre mis muslos para dirigir un dedo hacia mi sexo, mientras su lengua jugueteaba en mi clítoris de una manera tortuosa, uno de dos finos y largos dedos recogió la humedad de mi entrada justo antes de hacer una ligera presión e introducirse de forma tan lenta que me hizo aguantar la respiración, una vez dentro se propuso llevarme al borde del precipicio: comenzó a arquearlo suavemente, haciendo circulitos para asegurarse de que estaba preparada para un segundo dedo,y ahora sí, entre suaves vaivenes y la curvatura que adquirían justo en el punto exacto de mi vagina. Entre esto último y su lengua insistente con toques cada vez más lentos pero jodidamente certeros me hicieron llegar al orgasmo.

No sé si chillé, si jadeé, gruñí o gemí, pero fue una descarga tan monumental que tuve ganas de llorar. ¿Cuánto tiempo hacía que no tenía un orgasmo de verdad? ¿Es que acaso después de aquello podía llamar a todo lo demás orgasmos?

Ver a Natalia salir de entre mis piernas con los morros hinchados y rojos, relamiéndoselos como si acabase de probar el manjar mas exquisito casi me hace correrme de nuevo. Acarició mis muslos suavemente mientras reptaba sobre mi cuerpo, depositando un beso ajetreado pecho que llevaba un sube y baja brusco y un latido totalmente descompasado, esperó a que pude respirar de forma menos ajetreada para dejar un casto beso en mis labios que me supo a tan poco, que rápidamente dirigí mis manos a su nuca para acercarla a mi, enterrando mi lengua en su boca en busca de saborearme. Natalia suspiró cuando nos separamos y la empujé sin ánimo de hacerle daño, pero demostrándole mis intenciones. Ninguna de las dos dijo nada, yo no era muy de soltar nombres ni de hablar durante el sexo y Nat había tenido la boca demasiado ocupada como para pronunciar palabra.

Ahora me hayaba sobre su vientre, con mi sexo aún totalmente húmedo pegada a su piel, mirándola desde arriaba mientras deslizaba mis uñas en un camino sensual desde sus hombros hasta la cumbre de sus pechos. Su pezones estaban jodidamente duros y pedían a gritos un poco de atención, no dudé entonces en inclinarme para atrapar uno de ellos en mi boca, la punta me hacía cosquillas contra el centro de mi lengua y yo lo rodeé con los labios en una succión lenta, saboreándolo.

¿Era posible que un trozo de piel me supiese a puta gloria? Por primera ve Natalia gimió' y pude sentirlo tan nítido que toda la sangre de mi cuerpo volvió a agolparse en mi sexo, esta mujer me ponía en cada jodido sentido.

En parte me tranquilizaba saber que no solo me ponían cachonda sus lágrimas, sino que casi sólo verla andar ya era para mi motivo de sonrojo y palpitaciones. Las lágrimas habían pasado a un segundo plano y había descubierto algo que me ponía muchísimo más, y era sentir a Natalia curvarse y retorcerse bajo mi boca, erizándosele la piel al paso de mis labios.

Después de dedicarle atención a sus preciosas tetas decidi que era suficiente amor repartido sobre su torso. No me lo pensé mucho antes de bajarme de encima suyo y agarrar el borde de sus bragas. Las bajé despacio, observando como Natalia no hacía siquiera el intento de cubrirse, conforme me deshacía de la tela dejaba a la vista su sexo rosado, brillante por la humedad y con un calor atrayente, era tan precioso como el resto de su cuerpo, ella en general era preciosa y no me extrañaba que no tuviese nada de que avergonarse.

Dejé tiradas su braguitas de encaje negro y un par de besos en sus rodillas, luego en sus caderas y finalmente un casto beso justo encima de su clítoris, alargué mi mano despuñés de sentarme sobre mis pantorillas y la observé mientras deslizaba un dedo en un óvalo alrededor de sus labios, delineando la zona húmeda y palpitante antes de pasear la yema de un dedo entre ellos recogiendo sus fluidos para llevármelos a la boca. Natalia me miraba expectante y observé que abria la boca en un jadeo que envió eletrecidad a todos sitios de mi cuerpo. Había demasiadas casas que quería hacer, pero mi cuerpo ya se había decidido por una al acercarme, dejando una pierna entre sus muslos y otra al lado de su cadera.

Con una mano en su rodilla flexionada y otra en su vientre me posicioné justo para que al bajar el roce de nuestros coños fuese preciso. Nuestras fluidos se entremezclado un segundo antes de que empezase a mover mis caderas suavemente, presionándolos y consiguiendo una friccion que nos llevaría a ambas a la cima del éxtasis en apenas unos minutos.


-Albi. –oí como me llamaban a lo lejos, un cosquilleo en mi nariz me hizo encogerla y abrí los ojos despacio, sintiendo la molesta luz que se colaba por la ventana.- Albadespierta. –esa voz me era familiar-.

-Mh... -finalmente me desperecé un poco. ¿Habia un sueño otra vez? Menuda mierda. Al desperezarme sentí el roce de la sábana abanando mi cuerpo y sonreí. No, no había sido un sueño-. Nat...

-Buenos días guapa. –susurró antes de depositar un suave beso sobre mi frente, se sentía tan bien tenerla conmigo por la mañana-.

-Jo, pensaba que era un sueño. –la observé sonrerir con burla, se había puesto una de mis camisetas enormes y podía intuir que no llevaba absolutamente nada más de bajo, podría acostumbrarme a ello-.

-¿Así que tienes sueñitos ardientes conmigo? –su vacile me hizo sacar todo el orgullo que había olvidado de dentro, tapé mi pecho con las sábanas casi de forma inmediata y le saqué la lengua-.

-Ya te gustaría listilla.

-Tengo que irme Albi. –murmuró mucho mas seria de lo que me gustaría, comenzó a buscar su ropa, colocándose las braguitas justo antes de calzarse sus pantalones azul turquesa.- Me han llamado hace como 10 minutos para que vaya a hacer un ensayo de emergencia, lo mismo mañana tengo que sustituir a una chica y solo me sé una coreografía de las 5 del espectáculo.

-No pasa nada Nat, ¿estás bien? –me miró entonces y me dio miedo ver en sus ojos un atisbo de duda que se disipó justo antes de contestarme-.

-Si, es solo que... bueno. Mejor hablamos luego ¿vale? –asentí ahora mientras me ponía la camiseta que acababa de soltar ella para ponerse la suya, busqué mis bragas de un rápido vistazo y al no divisarlas decidí levanarme tal cual para acompañarla a la puerta-.

-Esta bien, pero... -mordi mi labio con nerviosismo mientras cruzábamos el pasillo, abrió rápidamente y casi pensé que no se giraría ni a despedirse, inhundandome un sentimiento de culpa y una ansiedad para nada merecidos.-

-Te escribo, ¿Vale pequeña?


Depositó un beso en la comisura de mis labios y se lanzó escaleras abajo, dejándome con la palabra en la boca. Cerré la puerta dejando escapar un suspiro del que me arrepentí un segundo después, en el parecía haberse escapado todo el aire de mis pulmones y ahora al repirar parecía que no entrase el suficiente para llenarlos de nuevo. 

DacrifíliaWhere stories live. Discover now