Prólogo

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"Para República Dominicana, lo más importante es mantener la frente y los ánimos en alto pese a todas las dificultades del día a día".

Una melodía rítmica, guiada por el retumbar de la tambora y el repiqueteo constante de una güira, inundaba los oídos de todas las personas que bailaban en torno al centro de aquel parque publico.

Luces amarillentas iluminaban la noche, mientras los vestidos de colores azul, rojo y blanco daban vueltas a sus vuelos y la gente se reía. Eran niñas quienes más altas sus risas daban notoriedad, en lo que cuchicheaban con sus amigas sobre los buenos mozos y el baile de los adultos.

一Ay, ojalá que llueva café en el campo. Que caiga un aguacero de yuca y té...

El país danzaba, tarareando al unísono de la canción de Juan Luis Guerra en conjunto con su gente. La simpleza de ese momento le hacía lograr olvidarlo todo; su corrupción, los problemas económicos, los conflictos con su país vecino Haití... Simplemente estaba él, sus habitantes e hijos disfrutando de la noche.

Porque eso es lo más importante para él, la felicidad de su pueblo.

一¡Pa! 一llamó su capital, acercándose a donde el país disfrutaba一. Ya son las dos, pronto habrá que terminar con esto.

一Tu tranquilo, Santo Domingo, que esta ya es la última canción de la lista pa' hoy. Nama deja que terminen de tocar y baila un chin con alguno de tus hermanos.

一Ta bien.

La melodía cambió repentinamente, quedando en un ritmo que todo buen dominicano debería conocer.

一¡Hay un hoyo!

一¡Hay un hoyo!

一¡Hay un hoyo en la orilla del mar!

Las provincias se reunieron a corear, con algunas dificultades para ir a un ritmo conciso por la diferencia en acentos, aquel poema popular hecho canción por Kinito Mendez. Gritos emocionados por recordar la letra, gente que ya se iba marchando lentamente sin borrar la sonrisa de sus rostros, melancolía exquisita que robaba el aliento del país. El tricolor de la biblia fue al grupo de sus hijos, abrazando por los hombros a Santiago, sin dejar de mover las caderas y hombros al son.

Un momento que atesorar, una bendita noche en la que celebraban con gran furor su independencia. La ocasión única y perfecta en la que toda la región iba en armonía solo para celebrar juntos lo que más amaban: La libertad que tantos años les había costado a todos.

La noche caía en picado cuando la fiesta terminó y todos fueron a sus hogares, dejando al tricolor de una biblia con el desastre en su casa y el animo por los aires. La calidez quedó impresa en el silencio repentino de la madrugada, en lo que con calma cerraba todo y se iba a recostar.

Había sido, a pesar de los estragos que quedaron, una buena idea. Porque sabía que a la mañana siguiente los problemas iban a empezar.

Quisqueya's Feelings {E D I T A N D O}Where stories live. Discover now