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"Solo era una reunión con latinos que ya conocía, no tenía de que preocuparse... ¿Verdad? ¡¿Verdad?!" Se cuestionaba incansablemente, caminando de un lado a otro mientras desordenaba su habitación en búsqueda de algo con lo que entretenerse.

Ya casi se había preparado para partir a territorio español físicamente (su maleta estaba lista ya), pero su cabeza estaba infectada por pensamientos pesimistas y escandalosos acerca de lo que podrían querer de él para haberlo invitado; eran nervios, genuinos nervios, como aquellos que había pasado las semanas posteriores al asesinato de Trujillo.

Se comía las uñas, repasando en su mente mil y una situaciones que tenían la mínima probabilidad de tener lugar. Pensaba en que no quería tener que sacar a otra potencia de nuevo a cambio de las vidas de su gente, ¡Definitivamente no! Y ese era el mayor problema: se había acostumbrado a pensar que algo peor podía pasar siempre, especialmente cuando todo parecía ir tan (relativamente) bien.

Aunque también tenía claro que España no tenía nada en contra suyo, no necesitaba mucho de lo poco que podía ofrecer ya. No en aquel momento.

Por un rato se permitió pensar en que lo mejor era, irónicamente, aislarse de todos y solo juntarse con otros países para lo relacionado con su economía. Se dejó creer a si mismo que no era necesario tener contacto con nadie más que Puerto Rico, Haití, y de vez en cuando USA. Aunque bien este ultimo no era muy amigo suyo y también había intentado aprovecharse en su momento...

Un sudor helado bajó por su espalda, causándole escalofríos y deteniendo sus cavilaciones. ¡No! ¡Ya no era momento para echarse para atrás! Estaba decidido a demostrarse a si mismo que podía con ello, que podía superar sus más exasperantes miedos y agradar al mismo tiempo.

El tono de llamada de su móvil sonó estruendosamente, no tardó el tricolor en contestar.

一¿Aló?

一¡Marico! ¿Vienes en camino ya? Hace un buen rato que te espero en el aeropuerto, ¿Dónde estás? 一la alegre voz de Venezuela se hizo presente.

一Eh...

El tricolor miró al reloj que en su pared avanzaba, alargando la onomatopeya hasta el momento en que entendió que ya iba tarde.

一... Si, ya voy llegando.

Pero era mentira, ni se había bañado aún.

Una vez finalizada la llamada se apresuró a terminar de prepararse, vistiéndose con unos pantalones negros y un polocher blanco con un abrigo amarrado a su cintura. No le dió el tiempo de amarrar los cordones de sus tenis cuando otra llamada de un confundido Venezuela le hizo apresurarse aún más.

一Ay, ¡Pero cálmese, coño! 一exclamó al teléfono, tomando la maleta con la mano derecha antes de colgarle sin esperar respuesta alguna一. Aún falta mucho para que el avión despegue.

Y salió de su hogar, cerrando la puerta a sus espaldas y rezando en voz baja a la virgen de la Altagracia por el bien de sus hijos en su ausencia.

🔸🔹🔸

一Quisqueyanos valientes alceeeemos.

一Nuestro canto con viva emoción.

一Y del mundo a la faz ostenteeeemos.

一Nuestro invicto glorioooso pendón.

Venezuela era buena gente, un país muy amigable y divertido en cuanto tomaba confianza. Y aunque tuviese esos problemillas de autoestima, RD sabía que era apreciado y podía llamarle un amigo.

No sabía cómo había llegado a esa situación, pero ahí estaban. El dominicano acuclillado y el venezolano parado derecho en medio de un aeropuerto ajetreado cantando a todo pulmón el himno del más bajo mientras miraban con total seriedad y compasión como en una pantalla de alguna de las tiendas internas al puerto de aviones mostraban un video de gatos cayendo.

¿Qué demonios?

No necesitamos saberlo, prosigamos.

Una voz femenina, casi como robótica y automática, tomó lugar en sus oídos en un primer llamado para abordar su vuelo. El quisqueyano se incorporó correctamente para tomar su maleta de mano y empezar a caminar al lado de su amigo.

一Espero que nos de tiempo para llegar...

一Tu tranquilo y yo nervioso, compa 一una risa pasajera se escapó de sus labios, en lo que pasaba la vista entre la otra gente que como él iban a entrar en el avión一. Todavía no me creo que tan desafortunados somos para que el vuelo se haya atrasado.

一Yo creo que alguien nos echó una maldición.

一Cuando viene a ve.

Las cosas a partir de allí transcurrieron con total normalidad, fué un camino hacia el otro lado del mundo bastante tranquilo en realidad. Y eso era mucho que decir de dos países que se empezaban a tratar como si fueran amigos de toda la vida. Lo común, antes de que los problemas del de estrellas iniciaran, sería que los dos ni se hablaran y la incomodidad se cortara con tijeras.

El dominicano sentía como el mundo le daba vueltas, solo un poco, en un mareo que en poco menos de trece segundos le dejó tranquilo. Para cuando llegaron a las tierras de su tutor ya estaba entrada la noche temprana.

La casa del español era enorme, cosa conveniente sabiendo que "algunos" países se iban a quedar a dormir allí mismo.

一¿Estás listo para esto? 一le cuestiona el venezolano, al notar el nerviosismo del mas bajo.

一Si... ¡Lo estoy!

Pero, aunque intentase convencerse, aunque desde ya había acontecido un día entero intentando prepararse... La verdad es que no lo estaba.

Quisqueya's Feelings {E D I T A N D O}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora