Capítulo 5. Hijo de perra

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Pongo los cócteles sobre la bandeja transparente. Debo admitir que los cócteles que preparó Germán están deliciosos. La dichosa fiesta empezó hace un par de horas, Germán y yo hemos estado en la cocina durante todo el tiempo, acomodando la comida que los demás ofrecían.

Lo único que he alcanzado a escuchar son las risas de los invitados, murmullos y la música de fondo que parece ser un piano acompañado por un violín.

—¿Quién crees que haya detrás de esa puerta? —pregunta Germán mientras bebe de uno de sus cócteles— ¿Marina Hills? O ¿Feder Sabi? O mejor aún Antonio Montgomery.

Ruedo los ojos al escuchar su nombre.

Este idiota me ha despertado la curiosidad.

—Iré a averiguar —digo quitando mi sombrero de cocina.

—La bruja dijo que no saliéramos —me dice sin cuidado.

—Ajá —me pongo uno de los delantales que usan los meseros y salgo de la cocina.

En la sala de estar hay demasiadas personas vestidas a traje de gala, cada una de ellas está concentrada en su charla, nadie se ha dado cuenta de mi presencia. Olvido por completo a Antonio y busco a Ela, me muero por verla en traje de gala. Escaneo todos los rostros de los que están en la sala, Ela no está en esta habitación.

Al otro lado de la habitación veo un delgado cuerpo subir las escaleras. ¿Por qué va al segundo piso? Se supone que nadie debe subir. ¿A caso no pueden seguir órdenes tan sencillas? 

¿De qué hablas tú si deberías estar en la cocina?

Un hombre de contextura gruesa sube las escaleras con una sonrisa retorcida mientras observa el cuerpo de la chica va varios escalones adelante. Algo se retuerce en mi estómago. Tengo un mal presentimiento.

Paso en medio de las personas que ni siquiera notan mi existencia, como puedo llego a las escaleras. Las luces del segundo piso están apagadas.

Tal vez estoy actuando un poco paranoica, no debe estar pasando nada malo ¿no es así?

A la mierda, ya caminé hasta acá, voy a subir.

Subo las escaleras con precaución. No escucho nada. ¿Dónde coño están? Escucho unas respiraciones pesadas. Sigo el sonido. Vienen de la habitación de huéspedes al final del pasillo. Intento gritar la manija de la puerta pero se traba.

—No —escucho un sollozo del otro lado de la puerta.

Busco debajo del tapete de lana las llaves de la habitación, no tardo nada en abrir la puerta y enciendo la luz en seguida.

El hombre de mediana edad está de espaldas a mí, se sube los pantalones como puede. Sobre su hombro veo el rostro de Scarlett, una lágrima rueda por su mejilla. Lo que sentía en mi estómago se expande por todo mi cuerpo, mi cuerpo tiembla de la rabia.

—Qué pena con... —el hombre se gira y cuando me ve deja de hablar y estalla en carcajadas.

Aprieto mis puños con fuerza e intento contener mi respiración.

—Estoy ocupado, princesa, cuando termine aquí voy contigo. Cierra la puerta —el hombre se gira una vez más a Scarlett.

—No se atreva —digo entre dientes caminando hacia Scarlett— ¿¡A caso está sordo!? —grito cuando estoy en frente de él.

El hombre es de ojos azules oscuros, nariz griega, cabello castaño.

—Ella no quiere nada con usted —digo como puedo.

Agarro a Scarlett de la muñeca y la jalo hacia afuera de la habitación.

—Hijo de perra —susurro para mi misma.

Grítalo en silencioWhere stories live. Discover now