Capítulo 7. Plantada.

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Me observo en el espejo una vez más. Me retoco un poco el maquillaje, me pongo la mejor blusa que por cierto no he usado desde hace meses, pero siento que este es el momento indicado. Me doy una última revisión y todo está perfecto.

Subo a mi auto y conduzco a la cafetería donde antes trabajaba, ahí quedé de verme con Ela a las 15:00.

Tomo las cosas y salgo a su encuentro, el camino es de puros nervios, no sé si considerarlo una cita o no, no sé cómo debería comportarme.

Al llegar a la cafetería, está un poco más vacía de lo que solía estar, veo la camioneta desgastada de Albert, y me alegra que el jefe esté en casa, me hace gracia que en situaciones laborales la cosa sería distinta.

Entro a la cafetería y tomo asiento en una mesa que está al lado de la ventana. Observo por la ventana por un rato. Saco mi celular para distraerme un poco y en seguida un mensaje me llega.

Ela.
No podré ir a lo de hoy, lamento avisarte sobre la hora.

Me enfado y dejo caer el celular sobre la mesa con fuerza. Siento que todas las miradas se enfocan en mí. Joder. Esta mujer me muestra partes de mí que no conocía, no solo las partes buenas.

Tengo que calmarme. Ela debe tener una buena razón.

—Hola —la mujer me muestra la carta.

—Una malteada de chocolate —respondo de mala gana y le escribo a Ela, que porqué cancela, se tarda unos minutos en contestar.

Ela.
Cuando vuelvas al trabajo te explico.

Yo.
Falta una semana.

Ela.
Lo sé, pero prefiero hablarlo en persona.

Yo.
Va a ser lo mismo. Dilo y ya.

Ela.
Tengo que salir, adiós.

¿¡Cómo que tiene que salir!? Se supone que teníamos una cita y ahora me dice que tiene que salir. ¡Que le den!

Estoy a punto de tirar el celular una vez más, pero me contengo y dejo el celular sobre la mesa. Veo una silueta que se sienta en frente de mí, es Albert que me sonríe, y no puedo fingir una sonrisa.

—Alguien está teniendo un mal día —se ríe— Deja tus problemas a un lado y ven a darme un abrazo —dice estirando los brazos.

—Como si fuera tan fácil —digo levantándome. Albert me recibe con una sonrisa y yo lo abrazo.

—Tienes que contarme cómo va tu nuevo trabajo.

—Veo que estás necesitando una mano por acá —digo cambiando el tema— La mesera tardó casi dos minutos en atenderme. Hay una jodía campana que suena cada ve que se abre la puerta, no es tan complicado.

—Ah —dice Albert rascando su cabeza— Las cosas se pusieron algo feas después de que te fuiste, los clientes dicen que no es lo mismo. Tuve que recortar el personal, estamos ahogados en deudas y...

—Ya veo —lo interrumpo y me levanto de la mesa.

—¿A dónde vas?

—Por ahí.

Voy hacia el cuarto de empleados y busco el uniforme de cocinero. Me lo pongo y escucho los pasos a mis espaldas.

—Te dije que no eras bienvenida en mi cocina.

—Ya sé, Albert, no tomará mucho tiempo.

Paso por el lado de Albert. Y voy directo a la cocina, echaba de menos el olor a salsas y carne.

Grítalo en silencioWhere stories live. Discover now