Capítulo 18. La cárcel

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Estoy frente a mi celular en una guerra mortal. Observo la parte superior de la pantalla, estoy enfrentando las historias que Ela subió a Instagram. ¿Saben hace cuánto no hablamos? 4 malditos días. Desde que tuve que renunciar a mi amado trabajo.

—No es el fin del mundo, Sabrina —Martina llega de imprevisto.

—¡No! —exclamo, pero es muy tarde, ella toca la pantalla y lo primero que aparece es un vídeo en el que sale Jazmín acostada sobre su cama, Ela le lanza una almohada, unos segundos después Ela está riendo a carcajadas. Se ve feliz— ¿Cómo puede estar tan contenta cuando estamos en crisis? —le pregunto a Martina exasperada— Es decir, es bueno que esté feliz es solo que...

—Eres una egoísta y no quieres que esté feliz mientras tú sufres —responde Martina.

—Eso es...terrible— admito después de pensarlo— Ela no se ha dignado a escribirme —me quejo.

—¿Sabes cuál es tu problema? Siempre estás esperando que Ela te busque.

—No es cierto —murmuro, reflexiono sobre sus palabras— Bueno, sí, pero en mi defensa, Ela... —me callo porque no le he contado toda la verdad a Martina sobre mi charla con Teresa— Ela es Ela.

—Sí y tú eres tú, yo soy yo, gracias por la aclaración —contesta ella rodando los ojos— Has estado más idiota de lo normal. Estoy harta de verte arruinando todo sin razón alguna, así que levanta tu triste trasero de mi sofá y haz algo por tu vida.

—Voy a escribirle —digo después de unos segundos, a Martina se le ilumina el rostro— Pensándolo bien, iré a buscar un trabajo en el que no pueda terminar en la cárcel.

La mano de Martina impacta sobre mi mejilla con fuerza. La miro confundida mientras intento pasar el ardor en mi mejilla.

—¡Basta! Estás pasando los límites de idiotez, Sabrina. No voy a dejarte arruinar esto.

En medio de la confusión, Martina me quita el celular de las manos.

—Primero que nada, perdóname si quiero vivir en libertad —dije como si esa fuera la razón por la que no hablaba con Ela— Y en segundo lugar ¡Auch! ¡No tenías que darme una bofetada! —Martina se aleja con mi celular en la mano— Devuélvelo —la sigo hasta la cocina.

—Sí, cómo sea —Martina esconde su celular detrás de su espalda— Tengo buenas y malas noticias.

Miro a mi amiga intentando leer alguna pista en su rostro, cosa que no logro. Los nervios se hacen presentes.

—La buena —murmuro mordiendo mis uñas.

—Vale pues, aún le importas como para leer tus mensajes a la velocidad de la luz —dijo con una sonrisa. Después de todo, la idea de Martina no había sido tan mala como pensaba, incluso me había devuelto la tranquilidad que Teresa me había robado, por supuesto que no dura mucho— Y no te vayas a enojar porque...

—Solo dilo —digo impaciente. Martina vacila y al final accede.

—La mala noticia es que te ha clavado el visto y creo que también te ha bloqueado.

—Estás muerta, Martina.

(...)

Ok, es simple, lo único que debo hacer es hablar con el vigilante de la entrada y me dejará entrar. A esta hora debería estar Ramón, era un viejo gruñón que tenía una debilidad por las donas, por lo que tengo una caja con 12 donas de la mejor pastelería local, así que debe bastar.

Toco el botón que está cerca de la valla que separa la mansión del resto del mundo mortal.

—Hola, Ramón —hablo frente al micrófono— Verás, iba caminando por la calle y encontré esa pastelería que amas, entonces pensé en...

Grítalo en silencioWhere stories live. Discover now