Capítulo 12. Cientos De Testigos.

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Ela no se da cuenta de nada, está concentrada en su guitarra. Antonio le quita una baqueta de batería al músico, y hace sonar un platillo antes de tiempo, llamando de manera inmediata la atención de Ela.

—¡Hey! —dice Antonio a través del micrófono, no alcanzo a ver el rostro de sorpresa de Ela.

Martina me toma de la mano para intentar disminuir mi enojo y mis celos.

—¿Antonio, qué haces aquí? —pregunta Ela con una sonrisa forzada y un toque de nerviosismo.

Antonio se acerca a ella para abrazarla y a Ela no le queda otra que responder su abrazo. La multitud vuelve a excitarse.

—Vine a verte a ti y a la hermosa gente de ¡Villa del mar! —Antonio vuelve a causar estragos en la multitud. Despego un segundo la vista del escenario y me doy cuenta de que ahora soy capaz de contar con las manos a las personas que no están grabando con su celular.

—Al parecer eras tú quien nos tenía una sorpresa —bromea Ela volteando a ver a su público— ¿Vas a acompañarme en la canción?

La risa irónica de Antonio se escuchan a través del parlante. Antonio da dos pasos para acercarse a Ela y posa su mano sobre su cadera. Mi nudo en la garganta crece

—Solo si tú me la cantas —susurra aunque todos lo escuchamos por los parlantes.

Las personas vuelven a gritar eufóricos. Ela y Antonio comparten miradas coquetas, el nerviosismo de Ela se ha ido, ya recuperó su postura.

—Será un placer —responde Ela con una sonrisa ladeada y la sangre me hierve.

Antonio se sienta en la tarima dando la espalda al público y admirando a Ela, desde aquí puedo ver su perfil que combina con su mirada de idiota. Ela se para unos pasos atrás y empieza a acariciar su guitarra de nuevo. Cuando canta la primera parte de la canción compruebo que es falling like the stars, la canción que le canté ayer en la noche, es como un sueño, acaba de decir que soy importante para ella frente a cientos de personas, pero ahora todos van a creer que en realidad hablaba de Antonio. Porque ella la va a cantar para él. Cuando debería ser para mí.

La presentación continúa, Ela mantiene casi todo el tiempo con la vista sobre Antonio y el público que está a su espalda, ni una vez voltea a mirar hacia donde estoy, no compartimos ningún otro momento íntimo. La canción termina y todos aplauden. Ela se despide del público con las manos. Veo a Antonio y tengo un mal presentimiento. Ela está dando la vuelta para salir por la parte de atrás del escenario, cuando Antonio se levanta de un brinco, corre a ella, la gira tomándole la muñeca y la besa. Me quedo en estado de shock. Mi mente no reacciona ante lo que está pasando, no alcanza a procesarlo. El ruido estruendoso del ambiente no ayuda en lo más mínimo. Vuelvo a la realidad cuando los labios de Ela le corresponden el beso. Siento un ardor en mi pecho, mis manos me tiemblan y tengo que dar media vuelta para buscar la salida.

—¿A dónde vas? —reconozco la voz de Martina sobre mi espalda.

Sigo el camino que me guían mis pies, siento una lágrima rodar por mi mejilla. Martina intenta detenerme y yo sigo mi camino tan lejos como me es posible, corro hasta que no escucho la multitud. Me detengo en una banca, me siento con la respiración agitada, mis ojos están húmedos. Veo una silueta sentarse a mi lado. Es Martina.

—Se siente horrible —susurro con la vista fija al frente.

—Sabías que iba a doler —responde pasando sus brazos por mis hombros— Nada que valga la pena va a ser fácil.

Apoyo mi cabeza en su hombro y lloro con la esperanza de que cuando se terminen las lágrimas, también se termine mi dolor.

Me duele que él pueda hacer lo que yo no. Que tengamos que esconder nuestra relación. Me duele que Ela haya respondido a su beso, aunque sé que lo hizo porque él la besó en frente de una multitud y Ela es incapaz de dejarlo mal. Y lo que más me mata es querer ser alguien que no soy. Lloro en el hombro de Martina por casi una hora.

Grítalo en silencioWhere stories live. Discover now