Capítulo 10. El Pastcake

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Ela no ha vuelto a casa en casi dos semanas, ha pasado todo este tiempo en casa de su novio Antonio. No la veo hace días, así que guardé todo un álbum de fotos suyas de Internet en mi celular. La extraño muchísimo. En el trabajo ya nada es lo mismo. Cocinar para Teresa no se siente tan bien como cocinar para ella. He intentado escribirle a Ela y creo que ha estado ignorando mis mensajes, lo que me hace pensar si Ela llegó a querer a Antonio.

Mi turno acaba a las 23:00, faltan dos minutos. Scarlett se fue hace media hora porque tenía que llegar temprano a casa, y yo soy la última en irse. Tomo mis cosas y camino por los pasillos desolados, escucho la voz de Teresa y me detengo frente a la puerta de su cuarto.

—Le diré a Teo que te recoja —dice somnolienta— No es seguro. Enviaré a Teo ¿Dónde estás?... Bien, si no llegas en media hora enviaré a Teo... Ponte un abrigo. Adiós, Ela.

Mi corazón se enloquece al escuchar su nombre. Al fin voy a poder verla. No puedo dejar escapar esta oportunidad.

—Señorita Franco —escucho la voz de Teresa y me sobresalto. ¿En qué momento abrió la puerta?

—Dígame —digo haciéndome la inocente.

—Deja encendida la luz del pasillo y apaga el resto ¿sí? —la actitud de Teresa dejó de ser tan osada conmigo. Tengo la leve sospecha de que es a causa de la relación de Ela con Antonio, probablemente Teresa tenía sospechas de nuestra relación.

—Con gusto —respondo

Teresa asiente con la cabeza y cierra la puerta de su cuarto, por debajo de la puerta noto que apaga la luz de su cuarto. Al otro lado queda la habitación de Teo. Las luces están apagadas de igual manera. Le hago caso a Teresa, voy al "panel de control" que en realidad es una pantalla táctil que está al lado de la puerta principal, apago las luces de todas las habitaciones exceptuando las exteriores y las del pasillo principal.

Afuera está lloviendo fuerte. El sonido de la lluvia me relaja y me calma en leve el anhelo de verla. Me siento sobre el pasillo impaciente. Antes tenía sueño y ahora no puedo pegar un ojo. Observo la lluvia caer. Hasta que escucho el sonido de un motor. Me levanto de un brinco y un auto rojo rodea la fuente para después estacionarse en cualquier lugar. Es el auto que choqué hace casi un mes. Me esfuerzo por ver quién está adentro y casi doy un salto de emoción al ver que solo es Ela. Corro sin importarme que esté lloviendo a cántaros. Ela se baja intentando cubrirse de la lluvia.

—¡Oye! —la llamo cuando estoy frente a su auto. Ela deja de intentar cubrirse y me mira con el ceño fruncido —Me da gusto verte.

—Tu turno terminó hace veinte minutos. No deberías estar aquí —por primera vez en 8 días, sus ojos grises se encuentran con los míos para crear esa sensación que solo ellos me pueden dar.

—Quería verte —digo. Se oye un trueno al fondo.

—Señorita Franco, ¿usted no se ha dado cuenta de que mi relación con usted es ahora netamente profesional? Porque como usted bien lo dijo, fuera de lo profesional no somos nada. Con permiso —Ela pasa por mi lado.

—¿Haces todo ésto por aquello que dije? —digo sin poder creerlo— No pensé que te lo tomaras tan mal —Ela sigue caminando sin responder— Lo siento ¿Bien? —me ignora. La tomo de la mano y la halo hacia mí —Dime que ya no me quieres.

—¿Qué te pasa? —pregunta furiosa— No me jodas, Sabrina. ¡Puedes irte al carajo! Te dije lo que pensaba, que te quería, ¿para qué? Para que...

La interrumpo uniendo mis labios con los suyos. Me quedo sin aire cuando sus labios se mueven en sincronía con los míos. Ela sube sus manos a mi cuello y profundiza el beso. La tomo de las caderas y pego su cuerpo al mío. Ela me empuja hacia atrás y doy pasos hacia atrás hasta que choco con su auto.

Grítalo en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora