IV. Ego

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El suelo blanco de la habitación se desmorona poco a poco bajo mis pies. Caigo irremediablemente, pero floto. Ahora es la oscuridad más absoluta la que domina el lugar. Las voces y rostros del pasado me abruman mientras se amontonan a mi alrededor. Puedo oírlos y puedo verlos mientras caigo. Mis padres, mis amigos, mis víctimas, mis enemigos. Las escenas de la película de una vida que jamás tuve. Me veo a mí misma sentada en uno de los sillones de mi antigua casa. Mi madre se acomoda delante de mí. Mi padre enciende la chimenea, fuera nieva y hace frío. Unas manos acarician mis hombros y unos ojos grises como la mismísima luna me observan cálidos. Está sentado a mi lado, sobre el reposabrazos del sillón y lleva una de sus manos a mi abultado vientre. Esa es la vida que yo deseaba hace dos años. Todo un ensueño imposible que ahora pasa delante de mis ojos. Imposible porque él mató a mis padres, porque me engañó desde el momento en el que nuestros caminos se cruzaron y porque mi cuerpo no aceptó a un hijo nacido de la mentira.

Las lágrimas brotan y se escapan de mis ojos hacia el oscuro infinito, flotando solitarias hasta desaparecer en estela. Las dejo atrás a medida que me hundo en el abismo. Hago lo mismo con mis fantasías, mis deseos, mi culpa, mi miedo, mi pasado, mi inseguridad... Van a quedarse aquí, enterrados para siempre en mi muerte para que no me acompañen en mi renacimiento, no quiero que me sigan cuando resurja en las llamas de mis cenizas. Estoy lista para luchar, para vivir.

Una pequeña fragmentación de luz blanca se va haciendo cada vez más grande detrás de mí. Oigo las voces de mi presente y mi futuro.

―No me quiero ni imaginar lo que nos hará mi padre como no resurja ya ―La preocupación de Ava se escapa en su voz.

―Os dije que está débil, que no sé cuánto más podría aguantar el Fénix ―Oigo la voz de Edric muy cerca ―. Como no vuelva, tu padre va a ser el menor de vuestros problemas.

―Vamos a mantener la calma, el mundo no está colapsando así que el cuarto Elemento sigue vivo ―explica Ilya.

Mi visión borrosa puede verlos, difícilmente, pero puede. Están todos organizados alrededor de lo que deben ser mis cenizas, justo frente a la chimenea.

Así que has tenido que matarme para darme estas alas, Fénix. Querías que dejara todo atrás con mi muerte y renaciera nueva. Sonrío, sintiendo un calor agradable dominando mi cuerpo y haciendo que me desvanezca entre llamas amables.

―Todo ese rollo de los Elementos me la suda, sinceramente. Sólo quiero que vuelva de una vez ―Edric suena roto.

―Creo que en estos ocho años he demostrado que no soy fácil de matar ―interrumpo su charla.

Todos guardan silencio mientras observan cómo reaparezco de mis cenizas envuelta en llamas. Ava se deja caer sobre el sofá y exhala aliviada. El peliblanco se me acerca y sostiene mis manos entre las suyas.

―¿Estás bien?

―Perfectamente ―Sonrío y estremezco las alas con ligereza, no quiero formar ningún estropicio.

Él me devuelve la sonrisa y aprieta mis manos.

―Veo que has estado en un buen lugar ―Se inclina para ver mis alas ―. Ahora ya no me necesitas para llevarte a ningún lado.

―Supongo que aún no estaba preparada para tenerlas ―respondo ―. Todos habéis conseguido aprender a transportaros antes que yo.

Ilya se acerca. ―Cada uno ha ido a su tiempo, además, nuestras circunstancias han sido diferentes de las de los anteriores herederos. Nos han tenido separados durante años.

Ava se une al grupo con una gran sonrisa en la cara.

―Esto tenemos que celebrarlo. ¿Por qué no vamos fuera a que las pruebes?

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Where stories live. Discover now