VI. Viento glacial

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Ante nosotros se alza una estructura sostenida por elegantes columnas blancas. El camino rodeado de flores y arbustos bien cuidados nos guía hasta unos escalones de mármol.La última vez que estuve aquí venía huyendo del profundo dolor que sentía. Ni el tiempo ni las estaciones pasan en este lugar perdido. Cualquiera diría que en Khayra es invierno cuando aquí no se ve ni una nube y el sol brilla con intensidad, potenciando el color de las flores y reflejándose contra el edificio.Edric camina mi lado, cabizbajo y sosteniendo su labio inferior entre su índice y su pulgar.

―El Templo de los Elementos está fuera de la jurisdicción de todos los países, es un lugar sagrado y privado ―Le recuerdo ―. Aquí estarás a salvo, al menos hasta que las cosas se calmen.

Edric me mira, sus gemas violetas carecen de luz y vida, lo que produce inquietud en mí. Entrelazo mis dedos con los suyos y él cierra los ojos, una mueca de dolor decora su rostro. No quiero ni imaginarme lo duro que debe ser estar en sus zapatos ahora mismo. Entreabre los labios para decirme algo, pero ambos nos paramos en seco cuando oímos voces dentro de la zona de entrenamiento.Edric reconoce las voces al instante y se niega a subir los escalones. No esperaba que ellos estuviesen aquí...Agarro su mano con fuerza. Mi plan de subir cuando él esté listo se chafa en cuanto ella aparece en la parte superior de los escalones. Observándonos con frío desdén. Su largo pelo albino resplandece bajo el sol, sus ojos de malva congelado se clavan en Edric.

―¿Cómo te atreves a aparecer por aquí?

El chico agacha la cabeza. ―Madre, yo no he...

―Sube.

Edric exhala y deja ir a mi mano. Camino a su lado, noto cómo aprieta los puños y la mandíbula mientras sube los escalones. Está tan tenso que un simple roce podría hacerlo añicos.Nos colocamos justo frente a ella. Por un segundo, me distraigo mirando a la zona de entrenamiento, el mármol blanco del suelo reluce y refleja nuestras siluetas. El hermano pequeño de Edric nos observa a unos pocos metros de distancia. Mi corazón se para cuando su madre le propina un bofetón que le obliga a inclinar el rostro hacia un lado. Me dispongo a interponerme entre ellos, pero la voz de la mujer me detiene.

―Eres una desgracia para tu familia. Mírame, Edric ―El peliblanco alza la cabeza, siguiendo sus órdenes ―. Mira a tu hermano. Nos has avergonzado a nosotros y a todos los herederos que vinieron antes de ti.

Edric frunce los labios antes de contestar un:

―No he hecho nada.

―Tienes la poca vergüenza de presentarte aquí después de haber renegado de lo que eres, de haber abusado de tus poderes y matado a cientos de personas del país que estamos tratando de recuperar... Sólo para mentirnos a la cara ―Ella se cruza de brazos ―. No eres digno de poseer al Grifo, por lo tanto, nos vemos obligados a hacer algo que no tiene precedentes en la historia. Vas a legarle tus poderes a tu hermano.

Un escalofrío recorre mi espalda. Edric se mantiene erguido cuando ella estira el brazo para que el pequeño se le acerque. El niño debe tener unos doce años ya, es como una copia de Edric a su edad. Lleva el pelo alborotado, la camiseta medio meter, pero luce una mirada triste y asustada. Algo que no he visto en Edric hasta hace poco.

―Cordelia, sabes que existe el riesgo de que mueran al intentar algo así. Es Edric quien tiene que decidir, y Ezra ya no tiene edad para recibir al Grifo ―intervengo, no pienso dejar que eso suceda.

La fría mujer se gira para verme.

―No puedes vivir si no das tu opinión, ¿verdad? Los del Fuego siempre habéis sido unos deslenguados.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Where stories live. Discover now