X. Control

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No importa cuánto lo intente, mi cuerpo ya no es mío. Mis piernas no obedecen a mi voluntad. No siento las manos. Esta es, quizás, la sensación más angustiosa que he vivido jamás. He perdido el control de mí misma.

―¿Ves como sí querías pasear?

Un frío cosquilleo recorre mi piel.

―Tú me estás haciendo esto... ―digo entre dientes ― Tú hiciste que mis amigos y yo perdiésemos el conocimiento. Destrozaste esos árboles. ¿Qué has hecho, Caleb? ¿Qué has hecho para acabar así?

Camina a mi lado bajo la lluvia con las manos en los bolsillos de su pantalón negro. Sin decir ni una palabra. Nuestros pasos sobre el suelo encharcado son la banda sonora de esta situación. Mientras más intenso el silencio, más me cuesta aguantar las lágrimas. No se conforma con haberme tenido atrapada en sus redes metafóricas, también quiere controlar a mi cuerpo, pero ¿cómo? ¿Cómo lo hace? Estos no son los poderes de los Elementos. Nunca he visto nada parecido.

―Al menos dígnate a responderme, ¿para qué me quieres aquí? ¿Qué consigues con todo esto?

Puedo ver, a través de su pelo mojado, cómo una de sus comisuras se eleva, revelando una sonrisa de dientes blancos como la nieve.

―¿Te lo pasas bien? ―interrogo, mis pulmones están faltos de aire.

―Echaba de menos tu voz.

No. No puede decirme esas cosas. No puede. No puede. Igual que yo tampoco puedo llorar más, y por eso lo único que hago es reír de pena y dolor.

―Debo haberte sobrevalorado mucho si esperas que me crea tus mentiras.

―No he mentido ni una vez ―explica ―, sólo he ocultado ciertas verdades para que todas las piezas encajen como deben.

Continúo riendo. ―Ah, te odio. Te odio ―Mi risa se convierte en voz rota ―. Pienso borrarte esa sonrisa de la cara.

Inesperadamente, me acorrala contra la pared de un solitario callejón. La frialdad de la húmeda pared de ladrillos se cuela a través de mi chaqueta. 

―Me encantará verte intentarlo, Lilith.

Mi nombre resuena con crueldad en su voz. Su mano derecha acaricia mi mejilla con gentileza. Noto cómo recupero el control de mi cuerpo, puedo mover mis dedos... ¿Por qué ahora? Ha conseguido, de algún modo, poseer habilidades que escapan de mis conocimientos, de lo que es lógico, y decide dejar de controlar mi cuerpo ahora, cuando más fácil lo tengo para convertirlo en cenizas.

―Vamos, ¿a qué esperas?

No puedo creer lo que estoy oyendo. No puede ir en serio. Está burlándose de mí de nuevo.

Aunque... Quizás no tenga otra oportunidad como esta. Esta es la ocasión que llevo años esperando; tengo al asesino de mis padres delante de mí, puedo deshacerme de él en menos de un minuto. De él y de todo el daño que le ha infligido a mi familia, a mis amigos y a mí. Su mano izquierda está colocada contra la pared y su cuerpo se cierne sobre el mío.

Pongo mis manos en su abdomen, convencida de que todo va a acabar en cuanto mis llamas consuman a su cuerpo.

Su pulgar continúa acariciando mi mejilla y la misma electricidad que llevo años sin sentir despierta, le persigue en el trayecto que recorre hasta llegar a mi barbilla y alzar mi rostro, obligando a que mis ojos se encuentren con los suyos.

―Déjame ver todo ese odio que dices sentir.

Pero, bajo esta violenta lluvia, no siento ningún odio al mirarle a los ojos. Aun sabiendo que sus manos están manchadas con la sangre de mis padres. En el momento en el que me confesó la verdad mi mente los separó a él y al asesino, convirtiéndolos en dos personas diferentes. No obstante, sé que mis fantasías no pueden estar más alejadas de la realidad.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora